Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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OAS: de un panorama desolador a lograr récord de funciones

Con 70 presentaciones durante 2022 los Organismos Artísticos del Sur volvieron a decir presente bajo la coordinación de Natalia Martirena.

   Suena lógico pero no es común que una persona formada y con muchos años de experiencia en la materia esté a cargo de tomar decisiones colectivas. No sólo preparada desde la formación académica sino en proyectos independientes y de impacto comunitario. El recorrido de Natalia Martirena hasta llegar a conducir los Organismos Artísticos del Sur es un caso testigo.

   Transitó casi todas las aristas de la danza. Comenzó a estudiar ballet en la escuela pública a los 8 años, cuando funcionaba en el Teatro Municipal. Conoce casi todos los detalles del mundo artístico a través de sus sensaciones, de su cuerpo. Lleva 30 años de gestión. No hubo que explicarle la modalidad de trabajo del ballet, del coro o de la orquesta ni bien llegó. A eso le agrega un plus: experiencia en gestionar proyectos culturales.

   “Pude comprender que la gestión artística debe revisarse al vivenciar otras formas de trabajo: con diferentes grupos independientes, dirigiendo obras, estudiando y dando clases en las diferentes universidades del país y del extranjero, trabajando en el Museo de Ferrowhite o en Estación Rosario. Nada de lo que hoy hago sería posible sin eso”, aclara Martirena, coordinadora de los OAS.

   Los organismos están integrados por tres cuerpos artísticos: la Orquesta Sinfónica Provincial,  el Ballet del Sur y el Coro Estable.

   —¿Cuál fue el objetivo cumplido más importante de este último tiempo teniendo en cuenta las dificultades que debieron atravesar?

   —Activar todo fue muy complejo. Encontramos un panorama desolador después de la cuarentena estricta, sobre todo al habernos desalojado del Teatro Municipal, luego de haber estado cerrado 3 años. Esto hizo que  se ponga una fuerza descomunal para comenzar a mover la maquinaria artística junto a Florencia Saintout, la presidenta del Instituto Cultural y del que también forman parte Victoria Onetto y Mariana Ortiz Lozada. También el Presidente del consorcio del Puerto Federico Susbieles  y la senadora Ayelén Duran son parte fundamental de acompañar al Organismo y lograr lo que logramos.

El amor al arte es una ficción que necesita ser imaginada de otras formas, lleva procesos, mucha voces a la vez".

   —¿Cómo es el vínculo con las autoridades municipales en material cultural?

   —Hagamos un poco de historia: se necesita pensar de otra manera la escena local. Hace muchos años que las direcciones de cultura de la ciudad de Bahía Blanca miran para otro lado y debilitan el concepto de acuerdo mutuo; es decir, los convenios entre ambas partes (Municipio y Provincia).

   “Tenemos una institución con tres cuerpos artísticos, administrativos y técnicos, con más de 300 integrantes. La historia es importante, no es algo congelado sino un proyecto cultural que se inició en el siglo XX  y se gestó en Bahía Blanca con su sede principal en el Teatro  Municipal. Desde hace 70 años el aporte económico de la Provincia posibilita la profesionalización de cientos de artistas . Es decir, nuestra existencia es compleja en términos de relato porque ésta no trata solo de  trabajar físicamente en el Teatro sino que también incluye lo histórico y simbólico en clave de identidad cultural provincial y regional.

   "Es importante, para nosotros, contribuir a fortalecer las políticas estatales y públicas de otra manera. Políticas que no son decisiones de una gestión o de un grupo de personas sino de un colectivo que debe pensar con todas las cartas sobre la mesa y con visión de futuro”.

   —¿La idea de la sede propia es una utopía?

   —Este un momento histórico bisagra. La idea de un teatro nuevo para Bahía Blanca es una necesidad diagnosticada desde hace muchos años. Tenemos que revisar desde qué política cultural se pensaron los espacios públicos a lo largo del tiempo. El Municipal es un teatro público que es sede de organismos públicos provinciales, construido como un teatro lírico. Tiene un foso  de orquesta que permite desarrollar óperas, conciertos y ballets. No se pueden realizarse en otro lado de la misma manera: es un espacio que suena como un instrumento acústico perfecto. Por eso es que estamos acá y tenemos el teatro de producción de ópera más austral del mundo.

   “Hay mucho por hacer. No se trata únicamente de conseguir presupuesto y materiales para producir una obra, sino también de afianzar las relaciones artísticas, sociales y políticas que se desprenden de esas producciones.

   “Reconocer la relación oficio y practica artística es fundamental porque es ahí donde hay una posibilidad de repensar la idea de arte y cultura. ¿Cómo se cosen lentejuelas en nuestro taller de sastrería? ¿Cómo se conecta ese bordado con las murgas o los equipos de patín de los clubes? ¿Qué lugares de encuentro se producen entre una obra de danza o una ópera y esos bordados? Si se debilita este relato transversal tenemos un gran problema porque es ahí donde podemos encontrar un enorme potencial para hacer que los acuerdos municipales y provinciales sean responsabilidades estéticas y de gestión que promuevan nuevos proyectos”.

   —A pesar de los dificultades tuvieron una gran programación.

   —Es que nadie dejó de poner el cuerpo. Nadie. Todos estuvieron al pie del cañón. Hicimos 70 funciones con charlas, talleres de capacitación, estrenos, progresivas articulaciones pedagógicas que se definieron y planificaron recuperando el orden mientras todo se ponía en funcionamiento de nuevo. Cuando me dicen que fue una programación récord, yo digo que el récord fue como fuimos armando la estructura de trabajo.

   —¿Qué valor creés que tienen los OAS para la ciudad?

   —El que le imprime  el Instituto Cultural  de la Provincia de Buenos Aires y la comunidad, a la que le permite un espacio de profesionalización artística estatal y pública que se debe continuar desarrollando dado la formación permanente que se realiza.  El OAS y las Escuelas de Arte provinciales conviven  a su vez con prácticas  de grupos independientes y de organizaciones sociales que dan mucha letra de cómo pensar la cultura en 2023.

   “Por ejemplo, si vez un grupo de jazz seguramente tenés algún integrante de la orquesta; si vez un estudio independiente, alguna relación tuvo con alguna escuela de arte; si vas a un club, en su área de cultura encontrás funciones nuestras o egresados de danza o música dando clases”.