Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Las cicatrices de las Siete Maravillas

Realizadas en Cobre, las figuras fueron colocadas en 1970, retiradas años después y perdidas para siempre.

Mario Minervino / mminervino@ñanueva.com

   Aparecen. Una y otra vez. No hay enduido, ni revoque, ni revestimiento que pueda con ellas. Ahí están. En la medianera sobre calle Zelarrayán del edificio que hace esquina con Rodríguez. Son huellas, el testimonio de algo que estuvo y ya no está.

   En septiembre de 1970, cuando se inauguró la obra, se la denominó “El edificio de las maravillas”, precisamente porque su hacedor, el empresario Alberto J. Trellini, que ocupaba con su casa de electrodomésticos la planta baja, decidió hacer una suerte de obsequio a la ciudad generando una propuesta de arte sobre la fachada.

El edificio de las Siete maravillas, 1970

   Cada uno de sus pisos tenía una escultura realizada en cobre por el artista Fortunato Jorge, representando a las siete maravillas del mundo antiguo.

   En el más alto, el Coloso de Rodas. Luego, en orden descendente, el Mausoleo de Halicarnaso, las pirámides de Egipto; el Faro de Alejandría, el Templo de Artemisa, la estatua de Zeus y, por último, los Jardines colgantes de Babilonia.

   Cada placa fue fijada al muro con tarugos y tornillos, decisión que no resultó la más adecuada, ya que con el tiempo el propio movimiento del cobre fue aflojando esas fijaciones.

   Lejos de decidir el consorcio de propietarios estudiar otro sistema para aseguran la estabilidad de cada elemento, decidió retirar cada figura.

   Nunca más volvieron al lugar. Cuándo tiempo después el autor de la obra preguntó sobre su destino, nadie supo decirle donde estaban o cual había sido su suerte. Se habían perdido, o vendido, o extraviado.

   A cuatro décadas de su retiro y pese a que el frente se pintó un par de veces, una y otra vez el lugar donde estaban amuradas vuelven a aparecer. Son las cicatrices que no terminan de curar. Las que dan cuenta de que en el sitio hubo algo que ya no está.

Las huellas en el primer piso

   Mientras en el mundo queda apenas una de esas maravillas (las pirámides de Egipto), en el edificio de Zelarrayán y Rodríguez no queda ninguna. Sólo esas heridas en la pared, que reniegan a ser olvidadas.

Rodríguez y Zelarrayán, hoy