Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Inflación insoportable: la falta de apoyo político es la causa del fracaso

Dos de las experiencias recientes de estabilización, que tuvieron éxito en sus inicios, contaron con el aval tanto de los gobiernos de turno como de la sociedad, dice el economista Víctor Beker.

Fotos: archivo La Nueva.

Francisco Rinaldi / frinaldi@lanueva.com


   El número de inflación que ayer difundió el INDEC da miedo: 6 por ciento en apenas un mes y algo por encima del 100% cuando se la anualiza, es decir, cuando se la expresa en términos de año calendario, pero tomando en cuenta cada uno de los subperíodos en que se divide.

   “La inflación requiere de un conjunto de medidas macroeconómicas”, sorprendió, la semana pasada, con sus declaraciones el secretario Roberto Feletti, en obvia alusión al ministro de Economía, Martín Guzmán.

   Guzmán reafirmó que la política macroeconómica es la responsable de reducir la inflación. "Se necesita un programa económico que ya existe", pero "hace falta un apoyo político claro en lugar de llevar acciones que generan incertidumbre", declaró, en una suerte de devolución de gentilezas a Feletti.

   “Coincido en un todo con las declaraciones de Guzmán. El problema es que si hay un plan, sería bueno que los 44 millones de argentinos lo sepamos”, ironizó el economista Víctor Beker (foto. abajo), consultado por La Nueva.

   Recordó que dos de los planes antiinflacionarios de mayor éxito reciente (el Austral y la Convertibilidad), contaron con el apoyo político del Gobierno y de la población en general, al tiempo que fueron anunciados a la población, como una forma de generar compromiso con la estabilidad de precios.

   “El Plan Austral fue muy prolijo, con un abordaje integral del fenómeno inflacionario, que no se agotó en lo fiscal y lo monetario. A diferencia de lo que pasa hoy, en 1985, la economía estaba indexada en su totalidad (N de R: todos los contratos tenían claúsulas de ajuste por inflación), de modo que se hizo un gran trabajo previo para resolver esta cuestión”, señaló.

   La herramienta elegida fue la tabla de desagio, por medio de la cual, los contratos que estipulaban aumentos de precios a futuro si la inflación se aceleraba, descenderían si la misma bajaba.

   También se congelaron salarios, precios, tipo de cambio y tarifas, en un intento por atacar la llamada inflación inercial, en clara consonancia con el enfoque heterodoxo acerca de las causas detrás de la suba generalizada de precios, según la cual, la emisión de pesos para asistir a un sector público que gasta por encima de lo que recauda es apenas una de ellas y no la única, como asegura el ortodoxo.

   “La política de tratamiento drástico de la inflación, que el gobierno ha adoptado, procura actuar tanto sobre los efectos de inercia como sobre los desequilibrios estructurales que le dan lugar”, señaló al momento de anunciar el Plan Austral, un viernes 14 de junio de 1985, el ministro de Economía de Raúl Alfonsín Juan Vital Sourrouille.

   El resultado del plan no pudo ser mejor: la inflación pasó de estar por encima del 30% mensual a estar por debajo del 5% a pocas semanas de lanzado oficialmente, según recuerda en su cuenta de Twitter el economista Joaquín Waldman.

   Acotó que las presiones para salir del congelamiento que impuso al plan y la renuncia política a acelerar su levantamiento fueron los primeros avisos de que algo andaba mal.

   “El gobierno de Alfonsín le retiró el apoyo político al plan, quiso imponer una especie de “plan platita”. Y ahí se desencadenó la debacle posterior”, explicó Beker.

El 1 a 1  

   La Convertibilidad es otro ejemplo de plan antiinflacionario de buen funcionamiento inicial. Consistía en “atar” el peso al dólar en una relación 1 a 1.

  El aval legislativo al plan y la prohibición de financiar al fisco con emisión (Waldman explica que no fue explícito sino tácito, ya que se exigía cubrir el 100% del dinero bajo control del BCRA, la Base Monetaria, con reservas de dólares) le dio un importante respaldo y credibilidad.

   Al igual que con el Austral, el apoyo político y social tras tantos meses de hiper, fueron parte de sus ejes centrales.

  “La Convertibilidad funcionó hasta 1994. Pero tenía un vicio de origen que la hacia muy vulnerable a los shocks externos, que afectaron mucho a la actividad económica durante todo ese período. Como el gobierno de Menem no quería salir de la misma para evitar costos políticos, se extendió su duración con el pulmotor del endeudamiento externo. Hasta que en 2001, todo estalló”, recordó Beker, para finalizar.

   Ambas experiencias invitan a tomar nota acerca de cómo proceder para evitar que esta verdadera enfermedad deje de propagarse. Y allí es cuando la historia puede ser una excelente aliada para los que tienen que decidir. Incluso, para evitar y no repetir lo que salió mal, repìtiendo lo que funcionó.

   Pero si el hombre es el único animal que tropieza con la misma piedra dos veces, el nacido por estas tierras, tropieza, al menos, dos veces más.