Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Cuando la terapia es necesaria

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   El arquero de la Selección Argentina  dijo abiertamente que luego de que le convirtieran dos goles tuvo que hablar mucho con su psicólogo. Tal vez vos, sos de los que decidiste establecer este recorrido, arduo pero beneficioso.

   Personas con historias diferentes pero enlazadas por  la misma valentía y el coraje que requiere desnudarse y, del otro lado el profesional que guarda y cuida cual tesoro las vivencias de cada protagonista bajo el “secreto profesional”.

   ¿Cuándo es el momento de ir al psicólogo? ¿Hay preguntas que interpelan de tal manera que solo son respondidas en un proceso terapéutico? ¿Hacer terapia es casi como desnudar-se? 

   Más allá de las distintas teorías psicológicas, una persona, una pareja, una familia o una institución deciden acudir a “la consulta” cuando el sufrimiento que se experimenta tiene tal magnitud, interroga con tanta fuerza y persistencia de manera tan arbitraria, que lo que se busca es terminar con esa situación, que “ese sentimiento”, esa sensación termine y alcanzar cierto estado de alivio.

   Específicamente surge el pedido de ayuda cuando la  persona, la pareja o el grupo advierten que solo no se puede y se requiere de otro experto en el tema que arroje una luz, que auxilie, es como un mapa que tiene cientos de caminos y laberintos indescifrables.

   Angustias, miedos, inseguridades, tristezas, decepciones, indecisión, éstos y tantos otros como personas hay, son los motivos más frecuentes y harto suficientes para hacer una consulta.

   Preguntas tales como: ¿por qué siempre mis historias terminan igual? ¿Por qué siempre equivoco el camino? ¿Por qué no puedo hacer tal cosa? ¿Soy yo o son los otros? ¿Podrá un psicólogo ayudarme? Son los interrogantes iniciales que pueden conducir a la consulta y al posterior tratamiento. Así libreta en mano, sentado al lado del diván o frente a frente, el profesional, simple y magistralmente escucha y estimula para que las palabras, los gestos y los  silencios emerjan y se sucedan semana tras semana.

   Buscar un cambio desde lo superficial hasta lo profundo; encontrar  “otro” con basamento científico que ayude a mirar “desde afuera” y objetividad profesional; con la garantía que lo dicho queda en absoluta reserva; son elementos universales que hacen al proceso terapéutico.

   Casi como un insulto se escucha “andá al psicólogo que estás loco”, lejos de dicha expresión, se requiere de valentía para ir a “desnudar-se”,  porque verdaderamente transitar por la vida desprovisto de respuestas es doloroso;  “des-nudar-se” implica involucrarse en esos “nudos” interiores que inmovilizan pero habilitan preguntas.

   Para decepción inicial, el psicólogo no tiene las respuestas ni mucho menos dice lo que uno quiere escuchar, sino que analizar causas y consecuencias, advertir señales de alerta, vislumbrar proyectos inaccesibles se traducen en ingeniosas y oportunas preguntas para que  quien consulta emprenda un camino de asociación de sentimientos y pensamientos, encontrando así  la respuesta liberadora y las herramientas “a medida” para resolver los problemas.

   Promuevo y celebro esos espacios personales y únicos, si tuviste el valor de desvestir el alma experimentado un dolor en ocasiones desgarrador, y luego de un tiempo el proceso de mutación se torna reconfortante, significa que el esfuerzo ha valido; y si “ese que nunca falta” y que nunca se interroga a sí mismo, te dice: “¡ese psicólogo te dejó peor que antes!” estás autorizado a recomendarle un terapeuta.