Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

González al fondo: paredón, tamariscos y molinos

Caminar la ciudad, recorrer sus rincones, ensayar una mirada quieta y atenta. Eso permite descubrir otros paisajes y formas, tan propios como muchas veces desconocidos. 

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   “Caminando por las calles de la ciudad perdida, las de las casas bajas y el mucho cielo. No la ciudad con los edificios afrancesados en su centro, sino la de los suburbios, los arrabales que se desvanecen en la pampa”. Esteban Ierardo

   Calle Intendente Eduardo González (Estomba al 2200), una arteria que va modificando su paisaje a medida que se la camina, adoptando poco a poco un recorrido plagado de sorpresas, con llamativos componentes y elementos inéditos.

   A la altura de calle La Falda, la mano izquierda se vuelve completamente diferente, a partir de la presencia de un muro ladrillero que impacta por su altura y robustez, plagado de contrafuertes que refuerzan su carácter de fortaleza.

Es uno de los cierres laterales de la cárcel de Villa Floresta, edificio construido en 1908, en terrenos donados por el vecino Apolinar Bañuelos, un lugar por entonces desolado y alejado, detrás de un parque que todavía no se llamaba parque de Mayo.

   Unas cuadras más adelante la calle de tierra se angosta y la pared carcelaria es reemplazada por un cerco vivo muy especial: está formado por tamariscos, la mítica planta cuyas primeras semillas trajo Felipe Caronti a Bahía Blanca a mediados del siglo XIX y que tan bien supo adaptarse al duro clima bahiense, de vientos y poco agua, de soles ardientes y fuertes heladas.

   Y entre esos tamariscos y los patios de las casas aisladas y raleadas asoman varios molinos de viento. No de aspas blancas y de diseño como los que hoy generan energía en nuestra región., sino los viejos molidos con rueda de chapa, usados para el bombeo del agua profunda.

   Es un paisaje distinto, de la ciudad que se ha extendido. Espacios que se los suele mencionar como la periferia y que en la literatura aparecen como zona de arrabales, el suburbio y hasta las orillas, definiciones que se asocian con una descripción de Jorge Luis Borges de esa trama urbana: “Esas vagas, pobres y modestas regiones en que iba deshilachándose Buenos Aires hacia el norte, hacia el oeste y hacia el sur. Esas regiones de casas bajas, esas calles en cuyo fondo se sentía la gravitación, la presencia de la pampa; esas calles ya sin empedrar, a veces de altas veredas de ladrillo y por las que no era raro ver cruzar un jinete, ver muchos perros”.

   No es una Bahía Blanca lejana, ni siquiera escondida. Es acaso diferente, cautivadora en parte, sorprendente en otra. Es la ciudad que se descubre cuando se camina un poco más allá de cualquier límite preciso.

El nombre

   La calle Eduardo González rinde homenaje a quien fuera dos veces intendente electo de nuestra ciudad (en 1918 y en 1927). Nacido en Bragado (BA) se radicó en Bahía Blanca en 1905 para formar parte del estudio jurídico del abogado Valentín Vergara.

   Además del vínculo laboral, Vergara y González eran cuñados por partida doble: el primero estaba casado con Aurora González, hermana de Eduardo, y el segundo con Ángela Vergara, hermana de Valentín. Eduardo falleció el 14 de marzo de 1942, a los 63 años de edad.