Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Una gran encuesta nacional de cara a noviembre

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

NA y Archivo La Nueva.

   Hay dos escenarios previos sobre los que se puede plantear una aproximación a lo que ocurrirá hoy en las urnas. El primero remite a una mirada que suele ser compartida por oficialistas y opositores: que las PASO sirven como una gran encuesta nacional que permite analizar y hasta anticipar lo que puede ocurrir el 14 de noviembre cuando tendrá lugar esa suerte de “segunda vuelta” que serán las elecciones para renovar parcialmente ambas cámaras del Congreso. Mirada que comparten también no pocos observadores y consultores.

   La segunda aproximación a lo que suele ocurrir en estas primarias, y la de hoy no parece ser la excepción, es que pueden obrar como una suerte de plebiscito sobre la gestión. Es decir que los votantes concurrirán a las urnas para premiar o castigar al gobernante de turno. 

   Con las consecuencias históricas muy recientes que ese proceder de los ciudadanos puede obrar en la gestión. Hay un análisis muy extendido según el cual el votante “se saca la bronca” en las primarias, cuando no se vota gestión. 

   Para ponerlo en contexto, todos los pronósticos aseguran que habrá elecciones muy reñidas entre el oficialista Frente de Todos y Juntos por el Cambio, la principal oposición. Aunque se espera que haya como pocas veces en ocasiones anteriores un importante protagonismo de terceras fuerzas, en especial los libertarios que encarna el economista Javier Milei. En la misma línea es una incógnita la actuación que tendrá la corriente que lidera el exministro Florencio Randazzo.

   Los resultados que comenzarán a conocerse muy probablemente más cerca de esta medianoche, según las previsiones de las autoridades electorales en razón de los cuidados que impone la pandemia, servirán entonces de una gran encuesta. Primero, para saber si los sondeos se condicen con la realidad o si una vez más, como en las PASO de 2019, corroboran aquella impresión según la cual el ciudadano común oculta su voto hasta el momento de ingresar al cuarto oscuro.

   En segundo lugar, como queda dicho, las diferencias entre oficialistas y opositores marcarán el grado de expectativa que generará de inmediato el resultado de las elecciones de noviembre. En un caso, que no es menor, porque permitirá saber con mayores precisiones si el oficialismo queda en condiciones de alcanzar su objetivo central de este paso por las urnas que es adueñarse de la mayoría en la cámara de Diputados, y de hecho retener esa misma condición, hoy holgada, en el Senado. 

   No de ahora, el Gobierno ha reconocido que aspira a sumar seis o siete diputados más para manejar el quórum propio en la Cámara baja. Un objetivo que a priori, y según todos los sondeos, aparece bastante comprometido.

   De hecho, la Casa Rosada hizo infructuosos esfuerzos a lo largo de toda la campaña, y aún antes, para sumar apoyos claves como podrían ser los de provincias que influirán decididamente en el conteo final, como Santa Fe y Córdoba. Casi perdida la batalla en CABA, como presagian hasta en los campamentos del frentetodismo, la Casa Rosada se concentró en aquella tarea. No le fue bien. 

   En Santa Fe no hubo acuerdo para evitar dos listas que paradójicamente reivindican a Cristina Fernández, como las que patrocina el gobernador Omar Perotti y la que encabeza el exministro Agustín Rossi. Un paso que puede terminar beneficiando a terceras fueras como el socialismo santafesino y el radicalismo.

   En la provincia mediterránea, ya se sabe, Alberto Fernández buscó por todos los costados algún tipo de acuerdo con el “cordobesismo” de Juan Schiaretti, que probablemente tampoco le hubiese alcanzado para impedir el triunfo de Juntos por el Cambio por sobre el schiarettismo y el Frente de Todos que representan Caros Caserio y Adrián Gill.

   La madre de todas las batallas tendrá lugar, una vez más, en la provincia de Buenos Aires, donde de modo visible tanto el oficialismo como Juntos por el Cambio han aprontado todas sus armas. Para el Frente de Todos aparece aquí claramente aquella idea del escenario previo en el que se puede hablar de una elección en la que el ciudadano va a plebiscitar la gestión antes que pensar en el armado del Congreso a partir del 10 de diciembre.

   La impresión tanto en el gobierno de Axel Kicillof como en el Alberto Fernández, que ha abrazado con entusiasmo esa idea, es que el votante bonaerense plebiscitará ambas gestiones luego de casi dos años en los que la pandemia de Covid-19 trastocó todos los planes iniciales de ambas administraciones. 

   No en vano en su cierre de campaña del jueves pasado en Tecnópolis, al lado de Cristina Kirchner, Kicillof, Sergio Massa y Máximo Kirchner, el Presidente utilizó largos párrafos de su discurso para resaltar la tarea a su juicio exitosa con la que los dos gobiernos combatieron la grave emergencia sanitaria.

   Hay un tercer elemento que comenzaría a jugarse hoy y que se mantendrá hasta noviembre: qué coalición de gobierno surgirá a partir de mañana según sea el resultado de las urnas. Para redondear, una ajustada victoria del oficialismo apuraría cambios en el gabinete nacional y pondría en la lupa la gestión del propio Fernández. Una victoria cómoda contra Juntos por el Cambio, por el contrario, dispararía las aspiraciones del albertismo de instalar ahora mismo a su jefe como “candidato necesario” a la reelección en 2023.