Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Dormíamos mal antes de la pandemia; seguimos peor. ¿Qué hay que hacer?

“Desfasajes y acortamiento de la cantidad de horas de sueño y patologías asociados al ronquido son algunas de las consecuencias”, dijo el Dr. Juan José Rayer, especializado en neurología.

Nocturnidad y más hora de pantalla. / Fotos: Rodrigo García y Emmanuel Briane-La Nueva. y Archivo LN.
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Audionota: Danilo Belloni

Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com

   “Más allá de que no se pierdan horas de sueño, las consecuencias de la pandemia en el organismo están siendo muy importantes”.

   Para el Dr. Juan José Rayer (MP 2452), especialista jerarquizado en neurología, uno de los principales problemas en esta coyuntura es el desfasaje de sueño. “Eso afecta el rendimiento, y ni hablar si se corren las horas y se baja esa cantidad de sueño”, agregó.

   También dijo que el organismo tiene un mecanismo denominado ritmo circadiano, que está determinado por las horas de luz y que en base a eso se organizan todas las hormonas del organismo.

   “Uno debe respetar ese ciclo para que la secreción hormonal sea la adecuada. Por eso no somos animales nocturnos”, sostuvo.

Dr. Juan José Rayer, especialista jerarquizado en neurología.

   “La gente ha ido corriendo ese ritmo y, por ejemplo, se quedan mirando televisión hasta muy tarde y, en la mañana, se despiertan mucho más tarde de lo que corresponde”, añadió.

   También afirmó que no hay que forzar una biología humana que lleva miles de años actuando de esta manera.

   “No se puede propiciar un cambio en forma brusca en 30 años”, aseveró.

   —Dr. Rayer, ¿cuáles son las consecuencias?

   —Primero que baja el rendimiento de la persona. El horario adecuado tiene que ver con el pico de cortisol, sobre las 8 de la mañana, y hay otro segmento semejante, a las 4 de la tarde, en otro momento de cortisol.

   “Es distinto para cada edad. Un bebé tiene que dormir 18 horas; un niño, 12; un adolescente, 10 u 11; un adulto, 8 y un anciano 6 o 7. Entonces, dependiendo de la edad y dónde uno empieza a recortar horas de sueño, se empiezan a tener problemas como desconcentración, dolores de cabezas, exacerbación de las migrañas y demás”.

   —¿Qué otros temas están observando en las consultas?

   —Como todo el mundo en pandemia se puso a cocinar se han producido muchos casos de aumento de peso corporal. Eso está directamente relacionado con el incremento de los ronquidos.

   “El ronquido puede llevar a las apneas del sueño y las apneas a otros problemas, como obesidad, infarto de miocardia, resistencia a la insulina y accidentes cerebrovasculares, por citar algunos”.

   —¿La mayor conectividad está en el primer lugar?

   —Sí, claro. El cerebro se relaciona con la luz solar; no es como una tecla de luz, que la puedo manejar, que la apago y luego me voy a dormir, sino que requiere de un proceso para lograr el sueño.

   “Ahora, cuando estuviste mirando televisión hasta última hora de la noche y cuando apagaste la tevé quisiste dormir, probablemente estés un tiempo despierto y desarrolles un insomnio de conciliación; es decir, una dificultad para lograrlo en relación a la alta exposición de luces de pantalla.

   “Por eso nosotros les recomendamos a los pacientes que las dos últimas horas, cerca del horario en que uno debería ir a dormir, la exposición a las pantallas, a los celulares y a la televisión debería reducirse al máximo posible porque el cerebro está desfasado”.

   —¿Con la alimentación sucede lo mismo?

   —No exactamente. Lo ideal ahí es no comer demasiado. Volvemos a lo mismo: si uno cena pesado, el aparato digestivo lleva a cierto insomnio.

   “En ese sentido, la conducta alimentaria, que en este último tiempo por la pandemia ha sido bastante desorganizada, hace que el sueño sea más liviano e incómodo.

   “El ronquido, por ejemplo, es un sueño de muy mala calidad. Es bastante superficial y el paciente, que siendo adulto necesita unas 8 horas para pagar la deuda de sueño, en el caso de quien ronca necesitará más horas para completar ese déficit.

   “Al ser un sueño de menor calidad, no muy profundo, se sentirá con más cansancio durante el día”.

   —¿No es una frase hecha: ‘voy a recuperar las horas de sueño’?

   —No es una deuda igual a la cantidad de horas que uno perdió. Por ejemplo, si esta noche no duermo tendría una deuda de 8 horas, pero en realidad con que al otro día duerma las 8 que me correspondían y unas 3 o 4 más ya las pagué.

   “Pero no es una buena idea privar al cerebro de horas de sueño. Los médicos, que estamos acostumbrados a cubrir guardias, sabemos que no está bien para la concentración, ni para el corazón, privarlo del sueño”.

   —¿La siesta suma o resta?

   —Nosotros recomendamos una pequeña siesta, en general, para las personas mayores, pero que no sea de más de media hora o 40 minutos. De lo contrario, pagaría deudas de sueño en un horario donde no debería estar durmiendo.

   “Tengo que priorizar mi sueño al horario nocturno. Si me duermo un siestón (sic) de tres horas, probablemente en la noche estaré con insomnio. Distinto es el caso de quien tiene horarios laborales rotativos, o algo semejante, que las paga cuando puede”.

   —¿Cuánto se incrementó la problemática del sueño como consecuencia de la pandemia?

    Las preocupaciones de los adultos mayores ha provocado que un insomnio secundario pase a ser un trastorno de ansiedad.

    “Vemos que hay muchas más consultas por insomnio de conciliación y de mantenimiento. El de conciliación es el que cuesta empezar el sueño y el de mantenimiento es aquel que hace que el paciente se despierta en la noche. Se ve bastante en relación a la ansiedad del encierro, sobre todo en los adultos mayores”.

   —¿Es por cuestiones laborales, económicas o sociales?

   —Por todas. Al adulto mayor que tiene hijos y nietos, y que no los puede ver, se le genera un estrés y una angustia muy grandes, más allá que a los adultos jóvenes se les ha generado un problema con el trabajo. Pero el que peor lo vive es el adulto mayor.

   —¿Cuál es el grado de afectación en los niños?

   —El tema de no tener una regularidad, como la tienen en el período escolar, lleva a que tiendan a estar muchísimas horas expuestos a la tecnología, a las tablets, a las computadoras y a la Play Station.

   “Esas horas frente a la pantalla generan nerviosismo, desconcentración, irritabilidad y conspira con el inicio del sueño. Si se acuestan tarde y, encima, tienen los Zooms a la mañana, a esa edad ya empiezan con la deuda de sueño, con todo lo que ello implica”.

   —¿Se pueden mensurar las consecuencias por la pandemia?

   —En medicina se necesita tiempo para analizar las estadísticas. Lo mismo hemos visto para las vacunas, que se requiere de un período especial e inevitable. Habrá que esperar, en todos los casos, y también respecto del sueño. ¿Cuánto? No lo sé, pero al menos uno o dos años.

   “Tengamos en cuenta que la pandemia aún no terminó y no sabemos cómo impactó en la vida de las personas y cuánto lo hará a futuro, porque cuanto más se extienda la alteración más difícil será regresar a la etapa previa del ser humano.

   “Cuando se alude a la nueva normalidad, bueno, justamente es eso”.

Para tener en cuenta y no fracasar en el intento

—“Es importante poner horarios para la mayoría de las actividades que uno desarrolla”.

—“Hay que tratar de reducir la exposición a las pantallas en las últimas dos horas antes de dormir”.

—“Se deben evitar ingestas de comidas en las últimas horas. También el consumo de alcohol. Hay una creencia que esto es bueno y ayuda a dormir, pero lo que produce es un insomnio de mantenimiento y provoca que la persona se despierte”.

—“Hay que mantener un horario regular para acostarse y para levantarse”.

—“Mantener una actividad física es fundamental. Que no sea extenuante, ni tampoco cerca del horario de dormir. Esto contribuye a la calidad del sueño”.

—“Hay que tratar de no abusar de estimulantes como el café. Si lo hago que sea a la mañana, pero hay que evitarlo en otro horario. Algunas personas son sensibles al mate y eso también les genera insomnio. Otro tanto sucede con el consumo de cigarrillo”.

—“También hay que estar atento al tema de los ronquidos. Si uno tiene un trastorno de sueño relacionado con esto, debería consultar al médico para tratarlo”. (Textual del Dr. Juan José Rayer.)