Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

El “Galileo” volvió con la misión cumplida de la Isla de los Estados

El velero, con ex combatientes a bordo, enfrentó un mar embravecido para rendir homenaje a los héroes de Malvinas.

Fotos: gentileza Nilo Navas

Por Pablo Andrés Álvarez / palvarez@lanueva.com 

   Pocas veces Nilo Navas sintió temor a bordo del velero “Galileo”, una embarcación de 11 metros de largo con la que ya desarrolló muchísimos viajes navegando a vela. 

   Bahiense de 57 años y sobreviviente del hundimiento del crucero ARA General Belgrano durante la guerra de Malvinas, Navas esta vez encabezó la “Expedición a Isla de los Estados”, donde por momentos sufrió por el resto de la tripulación y por posibles roturas en la nave, debido a los temporales que soportaron mientras buscaban homenajear a Luis Piedrabuena, a los caídos del Crucero General Belgrano y a la tripulación del submarino San Juan.

   Esta travesía de dos semanas supuso el doble desafío de hacerla a vela, “tal cual lo hacían los navegantes antiguos”, remarcó Navas. 

   “Por tal motivo, siempre estuvimos condicionados por el estado del tiempo, por los vientos y esperando por las mareas adecuadas para nuestro propósito”.

   Comenzaron el viaje en la madrugada del 6 de enero al zarpar desde Ushuaia, pero no se imaginaban vivir semejantes vicisitudes. 

   “Cumplimos con todos los objetivos que nos habíamos planteado. La navegación, como es característica de nuestra embarcación, fue a vela, pero en esta ocasión, tremendamente difícil”, reconoció Nilo, desde tierras fueguinas.

   La primera excursión fue en San Juan de Salvamento, donde visitaron el “faro del fin del mundo”, el más antiguo del sistema de faros de la Argentina (1884) y que aún está en servicio. 

   “Pusimos una placa para homenajear a Piedrabuena y visitamos el antiguo presidio y el cementerio, donde pudimos reconstruir la historia, cómo eran las construcciones y cómo vivía la gente allá por 1800”, contó Navas.

   Allí vivieron una situación muy emocionante al producirse el accionamiento de la luz de la linterna del faro.

   “Desde ese lugar, navegamos hacia Puerto Cook. En el refugio, donde Piedrabuena vivió junto a su esposa Julia Dufour, colocamos placas alusivas a él, a los héroes del Crucero General Belgrano” y del Submarino A.R.A San Juan”, señaló el también profesor de ciencias económicas. 

   Recorrieron el cementerio, que data de enero de 1900, donde divisaron las lápidas de jóvenes marinos y presidiarios. 

   En esa incursión, caminaron 1 kilómetro por la turba hasta llegar a Puerto Vancouver, donde luego de escalar una montaña, colocaron la cruz que llevaban a bordo para homenajear, de manera simbólica, a los caídos en el Belgrano.

   “En su cima clavamos una pesada cruz de lapacho que trajimos desde Buenos Aires, orientada hacia la posición geográfica exacta del hundimiento del Belgrano”.

   Isla Observatorio, Isla Año Nuevo y Puerto Parry también fueron escenarios de observación y disfrute para los marinos del “Galileo”, quienes permanecieron intercambiando experiencias y, momentos de camaradería con la gente del Puesto de la Armada Argentina que allí está desplegado.

   “Cuando pudimos zarpar de Parry, arrancamos para el sur, con el objetivo de llegar a la Bahía Franklin, pero realmente fue imposible por el viento, que alcanzaba los 70 nudos (alrededor de 130 kilómetros por hora) y que nos ponía en serio riesgo”.

   Prudentemente, decidieron emprender el cruce del Estrecho Le Maire, que separa Isla de los Estados con la Isla de Tierra del Fuego y la corriente fue favorable hasta la zona de Bahía Buen Suceso, donde las cosas comenzaron a complicarse desde el punto de vista meteorológico.

   “Tuvimos que fondear en Puerto Español, en la Bahía Aguirre. Allí, durante la noche se levantó un fuerte viento que superaban los 60 nudos (120 km/h). Debimos zarpar a la una de la madrugada, ya que el ancla no podía soportar la fuerza del viento y comenzó a garrear (acción que realiza el ancla de una embarcación cuando se desliza y no se sujeta en el fondo, por acción de fuertes vientos o fuertes marejadas). Fue una maniobra muy complicada, porque estábamos muy cerca de la costa”. 

   Y reconoció: “Fue uno de los momentos más difíciles que me ha tocado vivir”. 

   Pero lo peor, desde el punto de vista meteorológico, todavía no había llegado. En las aguas del Canal Beagle, el azote de los vientos y el oleaje hicieron perder un fondeo (conjunto de ancla y cadena completa), un motor del bote neumático de a bordo, parte de la palamenta y otros objetos. 

   “El velero y la tripulación se comportaron impecables. Fue un castigo enorme, que supimos sobrellevar”, reconoció Navas.

   Finalmente, volvieron el miércoles 20 a Ushuaia, tal cual lo planeado, acompañados por un barco brasilero que los fue a esperar 60 millas aguas adentro. 

   Así cerró una increíble travesía histórica y cultural, que recorrió los principales puntos históricos de este archipiélago en los mares del sur argentino. 

   “Más allá de los problemas que tuvimos, la expedición como un éxito total. Pudimos recorrer la isla y observar los accidentes costeros que llevan el nombre de los héroes del Belgrano, que era un desafío que teníamos dentro de la Isla de los Estados”, remarcó Navas. 

   El crucero hundido en 1982 tiene una especial presencia, ya que desde mediados de los 90, diversos accidentes geográficos de la isla llevan los nombres de los 323 tripulantes fallecidos ese domingo 2 de mayo de 1982. 

   Para Navas fue emocionante ver que, al entrar a Puerto Cook, la punta que asoma a babor lleva el nombre de Juan Carlos Bollo, el cabo que dormía arriba de su litera en el Belgrano, amigos inseparables del barrio, y que quedó para siempre en las aguas del Atlántico Sur.

   Precisamente, tras el duro castigo, llegó el momento de repensar el futuro.

   “La embarcación está muy lejos de los puertos de Bahía o de Mar del Plata, donde se consiguen los repuestos que necesitamos. El plan era ir a Perú, pero tras esta navegación estoy pensando en un año de reparaciones generales antes de iniciar la vuelta a Sudamérica”, cerró Navas.

El resto

   Quien estuvo al mando del timón fue el capitán de navío en actividad Andrés Alcides Antonini. 

   De la expedición, además de Navas, tomaron parte otros dos veteranos de Malvinas: Juan Roberto Vera, cabo principal del Belgrano y Roberto Augusto Ulloa, oficial del Destructor Bouchard, uno de los buques que acudió al rescate de los sobrevivientes del crucero. 

   Completaron el grupo Facundo Andrés Antonini, hijo del capitán; Mario Ernesto Monserrat, Jorge Jerónimo Patoco, Bautista Ulloa, Alvaro Diez y Leandro Fernández.

El velero

   No es el primer viaje de importancia que realiza el Galileo, perteneciente a la  Fundación Malvinas Argentinas. Con sus antiguos dueños, en 2008, Navas navegó a las islas Malvinas y éste fue el tercer viaje que hizo a la isla de los Estados.

   Navas y su equipo comenzaron uniendo Mar del Plata con Puerto Madryn; otro año fueron -ida y vuelta- de esa ciudad balnearia hasta Ushuaia; terminarían internándose en la Antártida, visitando las bases argentinas, las islas Shetland, una base española y les quedó llegar a Esperanza, ya que una barrera de hielo le impidió el paso.

   Al velero -que ya lleva navegados alrededor de 22.000 kilómetros- le toca un tiempo de descanso que servirá para repararlo y ponerlo a punto para la próxima expedición que Navas ya tiene en mente, que es la de recrear la campaña anfibia de José de San Martín, que lo llevó desde Chile al Perú.

   En el viaje que hizo a la Isla de los Estados en 2017, en el faro de San Juan de Salvamento inauguró la biblioteca “Héroes de Malvinas”, con libros sobre historia argentina, sobre temas de soberanía, que fueron donados en diversos puntos del país.