Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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La agenda real en medio de los desafíos latentes

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

   Un rápido repaso por los últimos movimientos del Gobierno, en especial el detalle de las reuniones que ha mantenido el presidente Alberto Fernández o los contactos con factores de poder de varios miembros del gabinete, permiten afirmar que tras los fuegos de artificio que jalonaron la derrota de las elecciones, negadas primero con énfasis y de a poco ahora aceptadas hacia adentro de la administración, todo se estaría moviendo por carriles de cierta normalidad.

   No es que los cruces internos por los resultados de las elecciones y aquella obcecada negación del núcleo duro del Gobierno se hayan acallado. En algunos casos, aunque por otras cuestiones que no tienen que ver con las disputas poselectorales, se han potenciado. Las diferencias de los ministros Matías Kulfas y Jorge Domínguez con el secretario de Comercio, Roberto Feletti, por el congelamiento de algunos productos como la carne, o las críticas desde el cristicamporismo hacia el ministro Martín Guzmán por la forma de llevar adelante las tratativas con el Fondo Monetario, hasta fuertes cruces entre varias gobernaciones con la Cancillería y los Ministerios de Salud y de Seguridad por la demora en abrir cientos de pasos fronterizos que inexplicablemente permanecen cerrados tras el aflojamiento preelectoral de las medidas contra el Covid, están ahí, latentes.

   Aquel cambio tendría que ver con otros análisis que hacen en el riñón del Gobierno, donde de a poco se ha empezado a mirar con un prisma más ajustado a la realidad el panorama que viene por delante en los dos años que le quedan de mandato a Fernández. El Presidente aspira a ser reelecto y sabe que solo una buena gestión y la solución sino de todos de la mayoría de los problemas que padece la sociedad y que han tumbado al oficialismo en las encuestas que de manera temprana empiezan a soltar datos sobre intención de voto, lo hará posible.

   La nueva mirada del Gobierno respecto de la necesidad de ir a un acuerdo con el Fondo lo antes posible, tal como lo acaba de plantear el jefe de Gabinete, Juan Manzur, y lo repite el Presidente en aquellas reuniones en Olivos tanto con su equipo de colaboradores más estrechos como con empresarios y dirigentes sindicales, sería la primera avanzada, la verdadera cabeza de playa de ese plan que ahora intenta implementar para convertirse en un actor previsible para los inversores y para los gobiernos que pesan en las decisiones en el FMI, como los Estados Unidos.

   Las palabras de Manzur delante de importantes empresarios el jueves en un almuerzo del influyente Consejo Interamericano de Comercio y Producción (CICyP) no parecieron dejar dudas sobre el nuevo rumbo, o la nueva hoja de ruta tras el dictado de las urnas en las elecciones pasadas, que adoptará el Gobierno. El ministro coordinador reconoció que se trabaja en línea con lo que ahora también enarbola Guzmán, luego de algunos cabildeos políticos que confundieron.

   “Queremos un acuerdo sustentable con el Fondo que no impida el desarrollo de la Argentina”, dijo Manzur en lo que se interpretó como una definición casi obvia. La admisión, en todo caso y según las confesiones reservadas de algunos funcionarios, implicaría empezar a plantear en la escena política que el Gobierno sabe que para llegar a ese acuerdo deberá tragarse algunos sapos. Empezando por la reducción de los subsidios con el consiguiente aumento de tarifas y servicios públicos.

   Nadie bajo ningún concepto hablará nunca en el Gobierno de un ajuste, por muy acotado que pretendan plantearlo algunos economistas que comulgan con el oficialismo. Menos todavía cuando ya se ha visto en primeros borradores que esos movimientos afectarán otra vez a los sectores medios de la sociedad. Una porción clave del electorado que curiosamente -o no tanto, según las herejías de la economía y de la política- el Gobierno intentó seducir sin mucho éxito en las elecciones pasadas. “No es un ajuste, son correcciones necesarias”, dirá convencido uno de los funcionarios que asiste a esas conversaciones.

   El siguiente tema que el Presidente ha incorporado definitivamente a su agenda luego de los chispazos electorales es el tratamiento parlamentario del Presupuesto para el año que viene. Un tema no menor si se tiene en cuenta que aquí sí se registran internas entre los distintos sectores que conviven en el Frente de Todos. En realidad entre dos: lo que podría llamarse el “albertismo” y su correlato en el Congreso y La Cámpora. Dicen en pasillos oficiales que los seguidores de Máximo Kirchner “seguramente van a querer cascotear” el proyecto que ahora impulsa con vehemencia Martin Guzmán, y que “los pibes” suponen que lleva escondido al menos parte de aquel ajuste al que obligará el acuerdo con el Fondo Monetario.

   Mientras tanto y sin decirlo, todos miran cada día con atención las cuentas en las redes sociales de Cristina Fernández, que por ahora se mantiene en impenetrable silencio y que por caso no se pronunció, ni mandó a alguno de sus intérpretes a pronunciarse, tras la proclama de Fernández sobre su decisión de defender en una interna peronista su candidatura a la reelección.