Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Se viene una nueva etapa, quedan interrogantes abiertos

La columna de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva.

    En el mensaje grabado a última hora de la noche de ayer en Olivos, el presidente Alberto Fernández buscó antes que todo fijar la película de los nuevos tiempos que a su juicio se avecinan. Que podrían encerrarse en dos o tres puntos claves.

   Primero: Cristina Fernández perdió la mayoría en el Senado después de 38 años de dominio peronista. Suficiente para adjudicarle el mote de madre de la nueva derrota del peronismo. Con un agravante. Que dos de los senadores “sueltos” de los cuatro con los que el peronismo deberá desde ahora negociar la mayoría son el rionegrino Weretilneck, convertido en fuerte crítico y dolido por el pésimo tratamiento que los Fernández (Alberto y Aníbal) le dieron a las agresiones violentas de los presuntos mapuches en su provincia. Y Alejandra Vigo, la esposa de Juan Schiaretti, que no hace falta decir que no acompañará al gobierno nacional como no lo acompaño hasta ahora, lo que le valió gruesas acusaciones de “separatismo” al gobernador por parte del presidente. 

   Segundo: el mensaje dio pruebas muy claras de que el presidente pretendería efectivamente ahora “albertizar” su gestión, sin que ello suponga cambios de gabinete o cambio de políticas en temas fundamentales, sino básicamente dejar en claro que gobernará los dos años que le quedan sin tanta dependencia, o sumisión, del cristinismo y su jefa.

    Tercero: el presidente llamó a un dialogo político y social con los partidos de la oposición y los restantes factores de poder de la sociedad. No es un dato menor, porque desnuda la debilidad del peronismo, llámese como se llame a nivel interno, acerca de que jamás negocia desde la victoria, y se ve obligado a hacerlo ahora desde la derrota.

   ¿Bancará Cristina esa suerte de claudicación? Era una de las preguntas más escuchadas anoche en los cuarteles del albertismo y del peronismo, donde creen que la vice ha quedado muy debilitada y parece más que difícil que ante la derrota, como se preanunciaba desde el cristinismo puro o La Cámpora, ella se radicalice. 

   Hubo gestos muy claros que embadurnaron esos análisis y buena parte del mensaje grabado casi como una cadena nacional por el presidente. Una forma de plantear en serio su mirada sobre la etapa que viene, lejos del discurso de barricada siempre impreciso y muchas veces para la tribuna que quiere escuchar lo que le vociferan desde el palco, como paso en el búnker del barrio de Chacarita.

   El primero: Alberto dijo con todas las letras tras emitir su voto en Puerto Madero que no tiene pensado hacer ningún cambio de gabinete. Se pareció mucho a una respuesta directa al cristinismo duro que decía que en diciembre se venía la segunda etapa de la “refundación” del gabinete. Segundo dato: en su mensaje desde Olivos, el presidente ratificó con todas las letras al ministro de Economía, Martín Guzmán, cuya cabeza dicen en el interior del gobierno, y se publicó incontables veces sin que nadie se animase a desmentirlo, pedía la propia Cristina.

   ¿Cómo contesto Cristina a esa toma de posición de no prever un cambio de ministros? Anunciando a las siete y media de la tarde que, oh sorpresa, los médicos le habían recomendado reposo por la intervención quirúrgica que le practicaron hace diez días. Que para mayores datos no le impidió, en cambio, asistir al acto del cierre de campaña el jueves en el Partido de Merlo. Había voces a ambos lados de la grieta interna que discrepaban. Cristina buscó con ese gesto dejar a Alberto en solitario en el palco de la derrota, más allá del repunte en provincia de Buenos Aires. En el albertismo decían al revés, que ella no fue para no ser señalada como la madre de una nueva derrota. Como en 2009, 2013, 2015 y 2017.

   El presidente anuncio sin embargo que Cristina y Sergio Massa están de acuerdo con su decisión de avanzar  en un acuerdo con la oposición, empresarios y sindicalistas, para proponer y enviar una ley al Congreso para plasmar un plan económico que incluya un acuerdo sustentable con el Fondo Monetario Internacional.

   Una vez más con ese gesto, el presidente pareció empezar a dar pequeñísimas señales de que plantea de una manera mucho más personal, sin dependencias odiosas, el armado de la estrategia para gestionar los dos años que le quedan de mandato. ¿Un albertismo sin la tutela de Cristina? Una pregunta que al menos al filo de esta madrugada no encontraba respuestas concretas, pero tampoco negativas, entre algunos integrantes del staff que acompaña a Alberto Fernández desde hace varias décadas.

   Un detalle que no pasó desapercibido: una de las primeras definiciones de Sergio Massa en el palco del búnker del barro de Chacarita, donde se vivió como una fiesta la remontada en Buenos Aires, al margen de la gran derrota nacional, fue la defensa de su propia quinta, sin mencionar al Senado. Dijo que desde el 10 de diciembre la Cámara de Diputados seguirá siendo la primera minoría con 119 bancas. 

   La elección despeja varios interrogantes y alumbra un  nuevo tiempo, de dos años, anunciado por el presidente. Las incógnitas sobre cómo sigue la dura interna en el Frente de Todos, quedo lejos de cerrarse. El gélido saludo de Máximo Kirchner al presidente que captaron las cámaras puede ser un fiel reflejo de lo que se viene.