Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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A la búsqueda de garantizar la gobernabilidad del día después

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

   Quienes lo frecuentaron en los últimos días dicen que escucharon al presidente Alberto Fernández preocupado por garantizar la gobernabilidad del día después de las elecciones legislativas. “Alberto antes que ninguna otra estrategia piensa en su propia supervivencia, cualquiera sea el resultado, porque después todavía le queda por delante dos años para gobernar”, sostiene uno de esos confidentes que lo frecuenta a diario.

   En medio de los acontecimientos políticos y económicos de esta semana, algunos funcionarios tratan de ahondar en esa preocupación presidencial y se animan a una comparación con otro hecho que acaba de suceder. Es el caso de Horacio Rodríguez Larreta, que planteó al hablar en el coloquio de IDEA su visión de una Argentina que en 2023 debería ser gobernadas por una coalición “que represente al 70 % del sistema” de manera de garantizar la gobernabilidad del país y su estabilidad en el tiempo. Claro, nota al pie, el jefe de Gobierno porteño estaba apalancando su propia aspiración presidencial, un dato que nadie a estas alturas osaría desmentir.

   La coincidencia estaría para esos funcionarios en este dato: Larreta plantea la necesidad de dotar de gobernabilidad al sistema dentro de dos años. Alberto Fernández lo necesita el día después de las elecciones del 14 de noviembre. En especial si comenzaría a vislumbrarse un escenario en el que la oposición no sólo mantendría su victoria de las PASO del 12 de septiembre, sino que ampliaría esos números.

   En el Instituto Patria, por caso, le acercaron una encuesta propia a Cristina Fernández en la que las distancias entre Diego Santilli y Victoria Tolosa Paz se alargarían en lugar de achicarse. Es decir que ni siquiera se estaría dando el supuesto de “perder por poco”, o de casi un empate técnico, que alentaban la semana pasada algunos entusiastas que hasta prometían festejar en ese caso.

   En ese tren de cosas, el Presidente sabe que el día después de las elecciones deberá comenzar a transitar sus dos últimos años de gestión en medio de un panorama cuanto menos complicado. Alberto, dicen a su lado, reniega del mote de “pato rengo” que empezaron a endilgarle algunos políticos de la oposición ante la suposición de la existencia de un mandatario débil, más de lo que ya lo sería ahora, acechado no solo por factores externos sino por la propia dinámica de la interna del Frente de Todos, por llamarla de un modo benevolente.

   Por las dudas, los hombres más razonables que lo rodean se apuran a aclarar que detrás de esa pulsión por garantizar la gobernabilidad del país en los dos años que restan, probablemente sin mayoría en ambas, no anida ninguna aspiración reeleccionista.

   El Presidente solo piensa por ahora en que el país se recupere después de las elecciones cualquiera sea el resultado. Y por esa razón es que al margen de todo lo que lo rodea, lo que incluye empellones de sus aliados cristinistas o pelotazos en contra que pueden costar caro como la última incontinencia verbal de Aníbal Fernández, busca acuerdos con distintos factores de poder alrededor de cuatro o cinco temas que le garanticen aquella gobernabilidad buscada y necesitada.

   En ese cometido se inscriben el almuerzo con una decena de empresarios líderes, los contactos que mantuvo con los caciques de la CGT , del mismo modo que a través dos de sus ministros más importantes, como Gabriel Katopodis y Jorge Ferraresi, busca garantizar el aporte de los intendentes, en especial los del conurbano bonaerense, y por extensión también hacia los líderes de los movimientos sociales afines, a los efectos de garantizar una paz social. Un tema que en algunos despachos de hombres de negocios, en especial si se confirmara en las elecciones la derrota de las PASO, genera preocupación.

   El ministro de Agricultura, Jorge Domínguez, ha prometido que sellara una paz aunque sea elemental con la Mesa de Enlace, y que el campo a su vez se ha comprometido a acompañar la gobernabilidad. Martín Guzmán por su lado es el responsable de abrochar un buen acuerdo con el FMI, paso crucial si los hay si se tiene en cuenta que el Gobierno debería pagar en marzo de 2022 unos US$ 18.000 millones del préstamo que el organismo le concedió a Mauricio Macri. Para algunos observadores un compromiso de difícil  cumplimiento en el actual escenario.

   El Presidente aspira además a sellar un pacto con los gobernadores del PJ, aún con aquellos que no lo apoyan o se muestran prescindentes, como el cordobés Juan Schiaretti. “Es fundamental que apoyen esta etapa que viene para garantizar gobernabilidad, a ellos también les interesa para mantener la paz social en sus provincias”, dicen en la Casa Rosada.

   El cuadro se completa con un fuerte acercamiento hacia el PJ no kirchnerista, que Fernández empezó a trabajar a través de los sondeos que ya ha mantenido Manzur con varios de los dirigentes del Consejo Nacional peronista. En este caso, claro, para cavar  trincheras por si recrudece la interna o el pase de facturas en caso de una nueva derrota.