Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Alberto, Axel, Horacio y las paradojas de la política

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

NA y Archivo La Nueva.

    Primera conclusión cantada, casi la crónica de una estrategia anunciada, de la peligrosa saga protagonizada por la Policía bonaerense: Alberto Fernández se convirtió en el salvador de Axel Kicillof a expensas de su examigo Horacio Rodríguez Larreta. Cómo le irá a cada uno, ahora que se acabaron las buenas ondas en estaciones electorales claves como la del año que viene y la más importante con parada en 2023, podría ser un relato de ciencia ficción, aunque no lo es.

    Sin ir más lejos, y para empezar, qué parte de las chances de Kicillof como probable candidato presidencial del cristinismo duro ha quedado en pie. Cuál es el Alberto Fernández  que surgirá después de verse obligado a ponerse al hombro la solución del conflicto ante la defección del gobernador. Y si, como ya especulaban algunos analistas, el gobierno nacional no habrá hecho otra cosa que “subirle el precio” a las aspiraciones que también tiene para aquella segunda instancia el alcalde porteño. La decisión de Larreta del jueves de al fin devolver uno de los tantos sopapos que recibió en estos tiempos para tumbarlo de la cima de las encuestas podría abonar esa presunción. 

   El “trío pandemia”, como alguna vez los bautizó la imaginería popular, fue protagonista entre lunes y jueves de una historia que tuvo el cuasi levantamiento armado de los efectivos policiales como eje central. Pero que, vaya primera paradoja de la política, estaba escrita desde mucho antes. 

   En todo caso, sin temor a errarle en el análisis, el conflicto salarial de la Bonaerense acaba de servir de pretexto para un paso que figuraba en las carpetas del Frente de Todos por lo menos desde una semana después del 10 de diciembre pasado, cuando el kirchnerismo retomó el poder.

   Breve repaso del archivo que suele ser irresistible y que ayuda a comprender la escena. Cristina Fernández lanzó la primera piedra el 15 de diciembre cuando desde La Matanza criticó los ingresos de los porteños y que tuviesen “luz y agua hasta en los helechos”. En marzo, Máximo Kirchner casi calcó las palabras de su madre para disparar desde Almirante Brown contra la opulencia de la ciudad a expensas del “pobre conurbano”. 

    Fue luego que el propio Kicillof utilizara la misma dialéctica y reclamara terminar “de una vez por todas” con esa inequidad entre ciudad rica y provincia pobre en el discurso de asunción. Y el presidente Fernández, hace unos días, hizo su aporte a la obsesión de su mentora al hablar de los porteños “opulentos” y de la pena que le daba comparar la ciudad con la pobreza que lastima al otro lado de la Avenida General Paz.

   Párrafo aparte, una disquisición que casi daría para un caso de diván: Cristina, Máximo, Axel y Alberto viven en barrios acomodados de la ciudad de los helechos y agapantos a la que tanto parecen odiar. Y tienden a compararla con la enorme pobreza de La Matanza, donde el peronismo gobernó durante los últimos 37 años.

   Conclusión: el reclamo policial fue la excusa perfecta. El kirchnerismo ya tenía planeado, y hasta se sabe que Cristina se lo había recordado en más de un almuerzo a Alberto mientras el presidente cultivaba su amistad con Horacio, sacarle parte de la Coparticipación Federal a la Ciudad. Que ahora algo de esos miles de millones de pesos vaya no sólo a los bolsillos de la Bonaerense para aumentarles un poco el salario sino también a mejorar una infraestructura para combatir el delito que avergonzaría al más escéptico, es un dato que habrá que ir corroborando en los hechos. Porque sería bueno recordar que los problemas de la “maldita policía” son casi tan viejos como la democracia recuperada.

    La decisión de Larreta de ir a la Corte Suprema por considerar inconstitucional el DNU de Fernández que le saca el 1 % de la coparticipación es un capitulo no menor de esta historia. Primero porque embreta a los supremos nada menos en momentos en que se debate la reforma judicial que la mayoría del cuerpo rechaza por considerar que, en algún punto, irán por ellos. Y que enciende otro foco de incendio en medio de la pandemia y el derrumbe de la economía. Un ministro de Juan Schiaretti, el único peronista en no firmar la solicitada en apoyo a Fernández, se preguntaba el viernes si no cabría esperar que necesitado de otro manotazo, el gobierno nacional le saque porcentajes de coparticipación a alguna provincia tal como hizo con la Ciudad.

   Quedan preguntas. Por caso, el rol de Kicillof, Berni y la cúpula de la policía bonaerense frente a la protesta. Algunos hacían hincapié en el fracaso que suponía para el gobernador y el ministro el hecho que la protesta de los uniformados -gravísima institucionalmente, de eso no hay dudas, y que deberá ser duramente sancionada- se haya hecho rodeando la Quinta presidencial de Olivos y no la gobernación platense. 

    Otra consecuencia, que bien mirada no debería sorprender, es la decisión de Alberto Fernández de finalmente romper los puentes, débiles, que lo conectaban con Larreta. Y de tal vez sepultar definitivamente, vaya a saberse si por (o contra) su voluntad, la imagen del presidente moderado y declarado enemigo de la grieta que prometió ser cuando llegó a la Casa Rosada.

    La interna en el gobierno bonaerense, dicen algunos observadores, quedó a resolver. De hecho se dejó saber que Berni y los altos mandos policiales seguirán en sus puestos, al menos por ahora. El argumento para disimular inoperancias es viejo como el problema policial. Nadie va a pedir renuncias ahora porque eso sería “entregarle alguna cabeza” a los amotinados de la Bonaerense.