Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Jorge Boccanera: "Me gustan los poetas que trabajan de la mano del misterio, donde todo es conjetura"

Su libro Tráfico/Estiba reúne su obra poética y fue editado por el sello bahiense Hemisferio Derecho.

Fotos: Télam

   El libro Tráfico/Estiba reúne la obra poética del escritor bahiense Jorge Boccanera, quien a lo largo de su producción ha indagado acerca de la palabra y la escritura con temas que abordan lo amoroso y lo político atravesado por el tiempo dando como resultado una poesía rupturista, conmovedora y por momentos sarcástica.

   Boccanera escribió estas obras entre 1974 y 2016, bajo los títulos Los espantapájaros suicidas, Noticias de una mujer cualquiera, Música de fagot y piernas de Victoria, Poemas del tamaño de una naranja, Sordomuda, entre otros, y el apartado La poesía es un mal necesario que reúne letras de canciones, editados en 12 países latinoamericanos, así como en Francia, Italia y España.

   El escritor, que en febrero recibió el premio Honorífico de Poesía "Lezama Lima", de Casa de las Américas (Cuba) dialogó con Télam acerca de los acertijos de su obra, editada en esta ocasión por el sello bahiense Hemisferio Derecho.

   —Télam:¿Cómo surgió la idea de hacer una nueva antología de su obra y qué representa para usted?

   —Jorge Boccanera: Mis antologías han partido de los editores. En este caso de Diego Rosake, del sello Hemisferio Derecho, quien me lo propuso hace cinco años cuando fui a dar unas lecturas a mi terruño, Bahía Blanca. No siento a esta compilación como una más, ya que reúne todos mis libros de poesía publicados; resume el trabajo de varias décadas. Además, aparece en el lugar donde de chico comenzaba a atisbar los pliegues de la aventura: el puerto de Ingeniero White y su ambiente. El título, Tráfico/Estiba, y el barco que ilustra la portada —una pintura de Manuela Generali—, juegan en esa dirección.

   —T: Su poesía amorosa es pasional y metafísica, y tiene reminiscencias del Romanticismo como en el poema La noche. ¿Qué reflexión hace del lugar de la mujer en su poesía?

   —J.B: En muchos de mis textos aparece ese diálogo que va de la plenitud al desasosiego; el tema de esos poemas más que la pareja, es el amor que construyen o que quiebran. El detonante puede ser una mirada sostenida o un gesto de despedida, pero el eje es el amor. Respecto a la mujer, diría que trabajamos para el mismo equipo, o sea: compañeros. Y aunque soy tanguero, muy lejos estoy de verla con el recelo que se dispensa al adversario.

   —T: Otra característica de su poesía es la escritura desde lo visceral donde hay un desprendimiento de lo físico no solo en lo amoroso, sino también en cuanto a los lugares recorridos, como por ejemplo en Suramigo. ¿De qué manera la realidad lo fue atravesando para volcarla luego en la poesía?

   —J.B: Saber de qué modo lo atraviesa a uno la realidad sería como saber a ciencia cierta qué significa cada sueño. Me gustan los poetas que trabajan de la mano del misterio por senderos donde todo es conjetura, sospecha, más que aquellos textos sostenidos por las referencias culturales e históricas. En ese sentido creo que mi poesía se fue armando por un camino más intuitivo, digamos, guiado por el presentimiento, dejando las riendas a la posibilidad del vislumbre.

   —T: En la ruptura del lenguaje que caracteriza su obra, ¿en qué medida está o aparece la influencia de Juan Gelman?

   —J.B: Las influencias que ensanchan el espacio creativo son bienvenidas. La obra de un fuera de serie como Gelman, signada por una gran libertad expresiva, ha sido un referente ineludible para muchos de los que empezamos a publicar en los 70. Pero esos espacios que habilitó con sus búsquedas, ayudaron también a que cada uno transitara su propio camino. Tal vez sea el legado de las grandes voces: que cada uno maneje su instrumento.

   —T: En los 70 vivió una situación de exilio ¿De qué manera se reflejó esa experiencia en su producción poética y hasta dónde lo político lo acompaña cuando escribe?

   —J.B: Pesa mucho, te marca para siempre. En lo que escribo se manifiesta como una "otredad" que va más allá de la circunstancia social; un especie de extrañamiento constante. Quizá porque el poeta se descentra para escribir desde los márgenes. Respecto a lo político, te diría que en la escritura, junto a la fuerza de la imaginación, trabaja la conciencia.

   —T: ¿En qué período escribió canciones y cómo resultó esa experiencia?

   —J.B: El impulso de hacer canciones nunca aflojó. Las primeras fueron con Alejandro del Prado en los 70; la última es La ronda de la sola dedicada a la madre de Plaza de Mayo Olga Aredez, musicalizada por Pancho Cabral. Entre esos dos momentos hice unas cincuenta canciones con Litto Nebbia, Raúl Carnota, entre otros artistas. Qué cazador la grabó Silvio Rodríguez a inicios de los 80 para el disco Dejo constancia que hicimos con Del Prado, y marcó una amistad con Silvio que lleva cuarenta años. A ¿Será posible el sur? la musicalizó Nahuel Porcel de Peralta. Recuerdo que me llamó por teléfono un amigo y me dijo: "¡Che, te grabó Gardel!". Yo no sabía nada... la había grabado Mercedes Sosa.

   —T: En cuanto a las imágenes, así como las mujeres y el cuerpo de la mujer están muy presentes en tu obra, los trenes también aparecen constantemente. ¿Qué lugar ocupan en su vida?

   —J.B: Tal vez porque en el espacio de transfiguración que abre la poesía, el cuerpo me permite otras representaciones; analogías inesperadas, maneras de simbolizar y metaforizar. En cambio, el tren tiene algo de aventura, de circo ambulante, y quizá el traqueteo de los vagones de antaño le ponía letra a mi respiración. Hay muchos trenes en la poesía, comenzando por el grandioso Transiveriano de Blaice Cendrars. Hace años rearmaron el tren lastrero que manejaba el padre de Neruda y me invitaron a viajar por el sur de Chile en la locomotora a vapor. Me instalé junto al maquinista. Fue una experiencia inolvidable.

   —T: ¿Qué significa para usted haber recibido el premio José Lezama Lima?

   —J.B: Una alegría y un honor, por llevar el nombre de un escritor como Lezama Lima, maestro de la invención permanente, y porque lo da Casa de las Américas, que lleva sesenta años impulsando las letras, las artes y las ideas a nivel continental. Recibí la distinción gracias a la antología Ojos de la palabra editada en 2018 por la Universidad Nacional de Córdoba. (Télam)