Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Ingenio y tecnología: trabajadores de Bahía se reinventan en la crisis

Algunos cambiaron de rubro, otros aprendieron sobre herramientas digitales. Aunque no significa el mismo ingreso, es una ayuda que les permite afrontar algunos gastos y mantener la cabeza ocupada.

Fotos: Rodrigo García y Pablo Presti-La Nueva.
imagen
layout="fixed-height">

Por Belén Uriarte / buriarte@lanueva.com
Audionota: Malena Ruppel (LU2)

 

   A fines de abril lanzaron en Bahía Blanca una plataforma para el comercio online, a la que accedieron 16.000 personas en el debut, y el 12 de mayo los comercios —excepto calzado e indumentaria, reclamado por el Municipio ante Provincia— volvieron al ruedo con el ingreso a la fase 4 de “reapertura progresiva”.

   Paralelamente, muchos locales bajaron sus persianas: algunos ya venían mal y otros no pudieron hacer frente a los gastos ante la falta de producción. De hecho en los últimos días se viralizó una lista con unos 100 cierres, aunque no todos por la crisis de la pandemia.

   Pese al contexto y en medio de la recesión económica, algunos trabajadores decidieron reinventarse con un poco de creatividad, ingenio y usando la tecnología.

   Tal es el caso de David Esparza, un hombre de 38 años que antes de la pandemia hacía servicio de sonido e iluminación para distintos eventos. Días antes de que se decrete la cuarentena total le cancelaron todos los encuentros hasta fin de año y decidió apostar por algo nuevo.

   —Ante la crisis siempre aflora la creatividad. Se me ocurrió usar el recurso del transporte para hacer fletes. Estoy muy contento por la buena respuesta de la gente.

      Para promocionar su servicio, David recurrió a famosas figuras animadas y usó una aplicación del celular para armar los diseños que luego compartió en todas las redes sociales. Le da resultado. La imagen que hace alusión a Don Barredora, un comercial en uno de los episodios de Los Simpson, se lleva todas las miradas.

   —Me envían audios cantando la canción de Don Barredora y se escuchan las carcajadas. Emocionalmente es muy lindo, en estos tiempos tan duros a mí me ayuda muchísimo.

   El hombre de los fletes cuenta que no gana lo mismo que con el otro empleo, dado que mucha gente “no tiene el recurso y solamente va a lo esencial”, pero lo ayuda a atravesar este momento. No lo hace solo: su pareja se encarga de la parte de publicidad. Juntos se entretienen, trabajan y también dan una mano.

   —Usamos el vehículo para llevar donaciones, eso fue muy lindo. Llegamos a lugares a los que la gente no puede ir porque no tiene el permiso. Yo tengo el permiso municipal y provincial para trasladar alimentos y otros bienes.

   Con una voz alegre que se deja escuchar a través del barbijo, David anima a otros trabajadores a actualizarse y apostar por las actividades necesarias en este contexto.

   —Aconsejo que más allá de que amen el rubro en el que estén (como me pasa a mí), emprendan algo que en este momento sea necesario. También que tengan diligencia porque después en la crisis, en la emergencia, uno actúa con la velocidad correcta pero fuera de tiempo. Que no se queden, que se renueven, que pidan consejos a jóvenes o amigos y aprendan a usar las plataformas y redes sociales para que su negocio no caiga.

   Marina Danei tiene 34 años y es dueña de dos gimnasios, que están ubicados en los barrios Villa Rosas y Santa Margarita. Uno lo atiende con su pareja y el otro está a cargo de  su hermano.

   La cuarentena trajo muchos cambios a su vida laboral. Como muchos entrenadores, comenzó dando clases online —por WhatsApp o Zoom— con los materiales que la gente tenía en su casa, luego sumó el alquiler de elementos para hacer los ejercicios y por último incorporó comidas saludables, como tortas proteicas, barritas energéticas y galletitas.

   —Las promocionás y la gente te compra. Con eso no salvás la situación pero es una forma de decir “me muevo un poco, hago algo”. Hay un montón de gente así: otro chico que tiene un gimnasio hace milanesas con la señora y las reparte para poder subsistir. 

   Marina dice que las clases virtuales no tienen el mismo rendimiento económico que el trabajo presencial y que sumando todas las actividades no alcanza para mantener los dos locales que alquilan y solventar los gastos diarios de su casa. Es simplemente una ayuda que deja al descubierto la solidaridad de la gente. 

   —Algunos que no han dejado de trabajar y cobran un sueldo quisieron aportar la cuota del gimnasio al que fueron siempre, pero no lo acepté porque si no trabajo no me gusta.

   La propietaria cuenta que no todas las personas asisten a sus gimnasios únicamente para hacer ejercicios; hay muchas que van para rehabilitar lesiones en la rodilla o después de someterse a la operación bariátrica —procedimiento quirúrgico para tratar la obesidad—. En estos últimos casos el trabajo a distancia se hace imposible porque se necesita un equipamiento específico.

   Señala que las autoridades municipales están trabajando para determinar si se puede aprobar el protocolo presentado por los propietarios de unos 80 gimnasios, quienes recientemente conformaron una Cámara para estar más organizados. El escrito propone abrir las puertas respetando dos metros de distancia entre las personas en turnos de 45 minutos o una hora, sin compartir elementos y con la correspondiente desinfección después de cada clase. Además establece tomar la temperatura a quienes asistan para evitar que una persona con fiebre acceda al gimnasio.

   —El Municipio se está movimiento bastante para llegar a Nación y empezar a abrir con el protocolo que nosotros planteamos. De todas maneras creo que vamos a tener que seguir con el trabajo virtual porque no vamos a poder trabajar con el mismo volumen de gente que veníamos teniendo.

   Marina comenta que también accedió al crédito bancario de Nación “para seguir viviendo”. Es una forma de afrontar el presente mientras aguarda por la reapertura que le permita juntar el dinero necesario para pagar las deudas que se van generando.

   —Alquilamos los dos locales: el más caro es el de Villa Rosas y pudimos llegar a un acuerdo con el propietario y la inmobiliaria, es como que todos se solidarizan un poco, pero la deuda se genera y a tiempo, en cuotas o como sea hay que pagarla igual.

   Por eso su espera es una espera activa. Constantemente se reinventa para poder llegar a fin de mes pero sobre todo para mantener la cabeza ocupada.

   —Más allá de la necesidad económica se trata de hacer algo porque otra cara de la pandemia es la depresión, los bajones que te agarran por la incertidumbre.

   Emilio Ottaviani (32) es otro trabajador que implementó algunos cambios ante la crisis. Es dueño de un bar ubicado en la segunda cuadra de Belgrano y como los ingresos cayeron notablemente —mantienen el servicio de delivery pero no es igual—, empezó a vender café al paso.

   Con una estructura de madera, un par de jarras y los elementos de protección requeridos —barbijo, máscara, guantes y desinfección—, ofrece un café de filtro a todas aquellas personas que pasan por esa cuadra después de alguna compra o trámite. Mientras la gente disfruta de una bebida calentita en las frescas mañanas de mayo, Emilio junta unos pesos para afrontar los gastos del local.

   —Los gastronómicos estamos muy complicados, es el rubro que va a salir último de esta situación. Por lo tanto hay que reinventarse y salir a buscar el peso como se pueda. Sostener un bar de este tipo no es sencillo.

   El dueño del bar dice que trabaja con un socio y un cocinero. Antes de la pandemia, tenía más trabajadores pero no pudo mantenerlos una vez cumplido el período de prueba.

   De 8 a 14 funciona la venta de café, de la que se encargan Emilio y su socio; y a partir de las 18 comienza el despliegue en la cocina del bar para hacer delivery. Todo suma aunque no alcanza: el propietario cuenta que tuvo que acudir a un crédito para afrontar este período de escasa actividad. 

   —La gente igual da una mano terrible, pasa y se toma un café. Eso ayuda, está bueno [...] En estos momentos hay que ser ingenioso, siempre y cuando se respeten las normas. Reinventarse no está mal, muchos le han buscado la vuelta.

   Emilio cuenta que también tienen una radio online para seguir en contacto con la gente que los bancó desde el principio. Y confía en que el rubro gastronómico pueda reabrir de a poco, respetando el distanciamiento y las normas vigentes para evitar contagios.

   Roberto Sayas (48), conocido como Totó, no cambió de actividad pero sí apeló a las redes sociales. Su lavadero tiene cuentas de Facebook e Instagram y ahí promociona su trabajo con la ayuda de su pareja y de sus hijas.

   Es dueño del lavadero ubicado en Brandsen al 200 desde hace 8 años y se vio muy afectado por la inactividad: cuenta que cuando comenzó la pandemia perdió la voz y tuvo fuerte dolor de garganta; le dijeron que era estrés.

   Desde hace unas semanas, y con la habilitación correspondiente, Roberto pudo levantar el portón del lavadero, donde la actividad —como en la mayoría de los rubros— cayó considerablemente.

   —La gente no apuesta mucho a lavar porque hay otras prioridades, pero estamos arrancando de a poco. De hacer un piso diario de 30/35 autos hoy estamos en 6/7, a veces 12. Por ahí el fin de semana levanta un poco, pero es muy poco para lo que es el gasto fijo como el alquiler, los empleados… 

   Explica que en coordinación con la Cámara de Lavaderos va a implementar ofertas para que el servicio sea más tentador. Con las promociones y la difusión por redes, Roberto confía en que “vamos a levantar de vuelta esto”.