Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Para los analistas locales, la hiper es un riesgo que sólo el Gobierno puede disipar

Tres economistas bahienses fueron consultados acerca de si puede repetirse la historia que nuestro país vivió allá por 1989. 

Francisco Rinaldi

frinaldi@lanueva.com

     La Real Academia define como contingencia o proximidad de un daño al vocablo riesgo. En acepciones menos académicas, es algo que tiene posibilidad de ocurriencia, aunque bien puede no suceder. 

    La economía nacional conoce como pocas de esto, particularmente en materia de desbordes inflacionarios, algo casi siempre repetido desde los cincuenta a esta parte. 

     En estos días de pandemia e incertidumbre generalizada, con una mayor emisión de pesos a futuro ante la necesidad de asistencia pública por la cuarentena, el riesgo de inflaciones por encima del 50 por ciento mensuales (Argentina hoy tiene esa cifra en un año) existe, aunque de la política económica que el Gobierno adopte en la transición de la pandemia dependerá que esa contingencia se disipe. O no. 

     "No me gusta lanzar pronósticos y menos en contextos como este, pero me parece que estamos más cerca de una inflación entre lo que la literatura denomina muy alta o altísima que de una hiper, aunque convengamos que si se hace lo necesario, sin dudas va a llegar", dice el docente de la UNS Carlos Dabus, un estudioso de los procesos inflacionarios que vivió nuestro país. 

     Y aclara. "Una hiperinflación es un crecimiento de los precios a ritmos del 50 por ciento mensual, lo que arroja niveles anuales siderales. Yo creo que por ahora, estamos lejos de eso".
Su colega, Jorge Pazzi, coincide. Pero aclara: "que no vea la hiper cerca no significa que no vaya a ver una aceleración inflacionaria, que va a venir por la emisión futura,  ante la falta de ingresos fiscales por la cuarentena". 

     Y explicó: "hablo de emisión a futuro porque recientemente, el exceso de pesos, que fue de casi 600.000 millones, fue absorbido por el Banco Central en casi ese monto, de forma que quedó igual que siempre".     "Además, las hiper tienen como característica la existencia de un precio que arrastra a los demás. Por ejemplo, si el dólar aumenta de manera brutal, los precios se ajustan a ese ritmo y así es como se produce. Pero eso, al menos por ahora, no está sucediendo". 

     Por otro lado, agregó Pazzi, los precios regulados (servicios públicos y energía) están bajo control y los sindicatos están mucho más pendientes de mantener los empleos que en las paritarias, lo que despeja el riesgo de la hiper, al menos en lo inmediato.

     El economista y asesor privado Mauro Trellini  ve el mismo riesgo, aunque algo más cercano. 

    "Si. Y agrego devaluación de la moneda. Estos riesgos aumentan en la medida que se retrase la normalización de la economía, ya que la oferta de pesos (por la emisión) va a ser mayor a la demanda de pesos (N de R: cantidad de pesos que la gente desea mantener),  que sigue en caída por la menor necesidad para transaccionar, producto de mermas  en la producción de bienes y servicios. Además, tenés un posible aumento de la velocidad del dinero (N de R: la gente se desprende más rápido de sus tenencias de dinero y los "expulsa" a moneda fuerte) por la necesidad de resguardar los ahorros, lo que alimenta la desconfianza y se realimentan expectativas de caída del valor del peso".

    ¿Cómo evitarlo ?

    Si el riesgo, en mayor o menor medida, existe, la pregunta es que se puede hacer desde quienes conducen la política económica para minimizarlo. 

     Y aquí la recomendación de la teoría económica es bastante clara: la sobreemisión de pesos debe retirarse, de manera de evitar que esos pesos sobrantes se vayan al dólar, suban su precio en forma desmedida y con éste, arrastren a la inflación al desborde de la hiper. 

    Para hacerlo, el Gobierno debería hacer dos cosas: por un lado, "tentar" a quienes tienen pesos en su poder para que no los larguen y se vayan al dólar. 

    Lo otro sería bajar el gasto y el déficit, una vez que la cuarentena finalice. 

    Para lo primero hará falta un instrumento que ofrezca un incentivo para retener esos pesos, como un bono que pague un interés. 

    Para lo segundo, una vieja deuda: bajar el déficit fiscal, ya que sin déficit, no hay emisión.  

     De otra forma, sobreviene el círculo vicioso de déficit fiscal infinanciable, emisión desbordada, expulsión de pesos sobrantes (cada vez más rápido), aumento incontrolable del dólar e hiperinflación, una película que los argentinos ya vimos a finales de los años 80.

    "Yo lo primero lo veo difícil, porque el mercado de pesos y la confianza tanto en el BCRA como en el Tesoro está deteriorada". 

     "Se necesitaría una tasa de interés alta (superior inflación estimada) para lograrlo... pero eso entra en cortocircuito con el pensamiento erróneo del Gobierno, desde donde creen que  la inversión se recupera solamente con bajas tasas, pero donde la falta de expectativas en el sector privado detona cualquier incentivo", manifiesta Trellini.

     "Vamos hacia niveles muy altos de emisión. En la medida que sirvan para recomponer los ingresos de la gente, en forma transitoria, y después se vaya a una situación de normalidad, el riesgo se disipa". 

    "Ahora, si entramos en el déficit permanente y eso no se corrige, sobreviene el descontrol y nos acercamos peligrosamente a la hiper. Por eso, mucho va a depender de lo que se haga en esta transición", adviere Pazzi. 

    Pero la inconducta fiscal argentina demuestra que ordenar los números no es nuestro fuerte. Y aquí, las restricciones políticas y sociales están a la orden del día. 

    "No es un tema sencillo de resolver, un ajuste fuerte es complicado en términos sociales". 

    "Los gobiernos últimamente han escapado de hacer esos ajustes, no es un problema nuevo". 

    "Pero voy más allá: yo entiendo que existen razones muchísimo más profundas para evitar que resolvamos esta vieja cuestión, y tienen que ver con que creemos  que somos un país rico. Y si bien es verdad que lo fuimos hasta la década del 30, hoy dejamos de serlo". 

    "Entonces, no caemos en la cuenta de que no nos   sobran recursos como pensamos y gastamos de más", dice Dabus. 
     "El mito del país rico -agrega- no es más que eso, un mito". 

     A caer en la realidad entonces. Ojalá que, esta vez, no duela tanto.