Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Mayo: la gran revolución

Algunos autores, historiadores y periodistas han planteado o sugerido que la Revolución de Mayo no fue mucho más que un “golpe de mano” de un grupo de la elite ilustrada porteña que se hizo del poder aprovechando el vacío de poder generado en España. ¿Es así?

Ricardo de Titto / Especial para "La Nueva."

   Los argumentos que se esgrimen son variados. Desde los años de las primeras historias de Bartolomé Mitre se repitió una y otra vez que “el pueblo” llano –o “la plebe”, como se le decía entonces–, se mantuvo ajena a los acontecimientos. También, que esa elite criolla asumió y gobernó en nombre de Fernando VII y que eso mismo pone en evidencia que no querían cambiar las cosas de raíz. Otros, por fin –los que ven conspiraciones imperialistas por todos lados– resumen todo a que, como los británicos fueron en parte beneficiados con el cambio, los revolucionarios de mayo fueron poco menos que títeres de los ingleses.

   Soy de la opinión de que debemos considerar a la gesta de Mayo como una gran revolución, que modificó todos los aspectos de la vida del anterior virreinato, tanto en lo político, lo social, lo económico, los ideológico y hasta lo ético. Por donde abordemos la realidad hay un antes y un después de Mayo y eso solo sucede en momentos de cambios revolucionarios.

   Analicemos por partes para justificar mi definición. Fue una gran revolución política, sencillamente, porque en adelante nunca más gobernaran reyes en esta parte de América; fue el fin de la monarquía. No siempre se deduce que vi-rey es el alter ego del rey; o sea que Sobremonte y Cisneros, como antes Arredondo, Del Pino o Vértiz eran “reyes” a quienes se debía tratar como tales y dispensar los honores correspondientes. Como es sabido monarquía quiere decir gobierno de “uno”. Bien… los virreyes eran ese otro “uno” aposentado en Madrid, que es donde se tomaban las decisiones trascendentales enmarañados en una trama burocrática –militar, religiosa, administrativa y judicial– reservada a españoles peninsulares y muy rara vez ocupada mínima y transitoriamente por americanos. México, de “Nueva España”, Lima, del Perú y más tarde Santa Fe de Bogotá, de Nueva Granada y Buenos Aires, del Río de la Plata funcionaban como subsedes de Madrid. Los burócratas de la realeza hispánica –primero los Austria de la Casa de Habsburgo y luego los Borbones que todavía están en el reinado de España–deambulaban en su carrera por diversos destinos y constituían una enorme burocracia parasitaria dedicada a controlar América para saquear sus riquezas y sostener al imperio realista. Pero, más allá de los momentos de mayor absolutismo o mayor reformismo y liberalismo, todas esas decisiones se tomaban en las cortes madrileñas

   En Mayo eso terminó… y terminó para siempre: la Primera Junta inaugura el proceso de construcción republicana en Sudamérica que en su cono sur será, a los postres, varias repúblicas, pero jamás retorna al régimen monárquico: en la zona de influencia de Buenos Aires a Tucumán y Asunción sin retorno alguno, en los actuales Bolivia y Uruguay, tras muchas guerras hasta expulsar definitivamente a los realistas españoles en el antiguo Ato Perú y a los imperiales lusobrasileños, en la provincia oriental.

   En el terreno social el cambio fue drástico. La palabra “americanos” reemplazo a la de “españoles”. Y ese cambio, que venía incubándose desde las mismas invasiones inglesas cuando el principal regimiento fue el de “patricios” –los hijos de la patria– y Saavedra saludaba a los “americanos” con sus bandos, se consumó en la conformación de la Junta: sobre 9 miembros, solo dos peninsulares… y, por cierto, catalanes y un presidente nacido en Potosí. Hacia 1810 o 1811 los españoles europeos casi no salían a las calles de Buenos Aires porque eran insultados cuando no agredidos en la vía pública; muchos hijos nacidos acá se distanciaron de sus padres españoles y se puso de moda cambiar el apellido eliminando la preposición “de” o la contracción “del”, un resabio de la época feudal, que indicaba cierta pertenencia social y que se estiló para diferenciar a los individuos al "anotarlos e identificarlos" de forma correcta en los registros tributarios, nobiliarios y genealógicos… y así fue cómo Cornelio de Saavedra pasó a llamarse Cornelio Saavedra, lo mismo que Rivadavia, Pueyrredón, Lavalle y tantos otros que abandonaron su apellido original. Cuando se dice primer gobierno “patrio”, si se atiende a la idea de “patrias” que había entonces –Córdoba, Corrientes, Salta o Mendoza eran “patrias”– tal vez convendría mejor llamarlo “primer gobierno criollo o americano” que marcaría su origen social y geográfico distintivo. Por último, hasta en el plano religioso se observó que decenas de frailes, monjas y sacerdotes se sumaron a la causa revolucionaria hartos de la opresión a que los sometía la jerarquía eclesiástica romano-española que jamás les permitía ascender a puestos de relevancia. Y no enunciaré el conjunto de medidas adoptadas por la Asamblea del Año XIII relativo a esclavos, aborígenes y privilegios de los viejos “señores” de la etapa colonial.

   En el plano económico se registra también un definitivo antes y después. Antes de la revolución… ¿dónde iban las riquezas del Potosí, los saldos de las exportaciones de cueros o yerba…? ¡Pues a engrosar las arcas del rey y a alimentar a decenas de miles de parásitos de la burocracia monárquica! ¿Y cuál fue el destino después de Mayo –recuérdese que en Potosí se tomaron las arcas reales–? Que ese metálico sirviera para abastecer a los ejércitos independentistas, como el Ejército Auxiliar del Norte con Belgrano, el que sitió Montevideo con Rondeau, Artigas y Alvear, y el de los Andes liderado por San Martín, Las Heras y tantos otros. Por otro lado, se puso definitivo final al aberrante monopolio comercial español que mantenía a sus colonias bajo sujeción y control de los puertos peninsulares. ¿Que Inglaterra salió beneficiada de ellos? En efecto… y no podía ser de otro modo ya que era el principal imperio del mundo, había desarrollado una poderosa revolución industrial y, en especial desde Trafalgar en 1805, era la “reina de los mares”

   La ideología dominante en todo el período colonial-virreinal era la de que el rey era el “soberano”. Aunque las reformas borbónicas del siglo XVIII había dinamizado una serie de perspectivas “contractualistas” –las del padre Suárez, entre otras– fue con Juan J. Rousseau que el mundo ideológico da un brinco: el enunciado del “contrato social” subvertía los principios hasta entonces “indiscutidos” y daban pie a regímenes democráticos y republicanos. Esa fue la gran discusión en el Cabildo Abierto del 22 de mayo en el que los revolucionarios, imbuidos de “iluminismo”, hicieron valer el concepto de “retroversión de la soberanía”: con un rey cautivo y sin representantes directos… el soberano pasa a ser el pueblo y el pueblo debe delegar su representatividad en una Junta. Soberanía popular y “congreso” –tal la denominación del Cabildo Abierto”– son lo opuesto al Antiguo Régimen. La revolución de Mayo se nutre entonces también delos principios dela revolución francesa y de los que dieron origen a los Estados Unidos en Norteamérica poco antes. Nunca más “soberano” se asociará a monarquía por estas tierras.

   Finalmente, en el plano ético y moral, otros valores comenzaron a construirse en Mayo: ser soldado de la nueva “patria” pasó a ser algo muy respetado y estimado; los jóvenes de buenas familias porteñas se enorgullecían –a los 14 años– de sumarse a los ejércitos patriotas o a los Granaderos o las milicias. La mujer, aunque muy débilmente –la cultura siempre es más lenta que la revoluciones y las guerras– comienza a entrar en escena: participa de algunas reuniones en salones, colabora organizando donaciones para los ejércitos, hace de espía solapada, como Macacha Güemes en Salta, y hasta se anima a guerrear al español como la brava Juana Azurduy de las republiquetas altoperuanas. Los indios, los negros, los mestizos de variada laya empiezan a encontrar nuevos espacios sociales y son valorados de otro modo; una nueva “moral” republicana comienza a expresarse en términos hasta entonces desconocidos, como el de “ciudadanos”.

   Un último detalle que quisiera subrayar. ¿Fueron acaso las jornadas del 22 al 25 un movimiento circunscripto a una élite? ¡¡Vaya error!! Los 400 o 500 paisanos –del “país”– que acompañaron las idas y venidas en el Cabildo, reunidos en grupos en la Plaza de la Victoria no eran pocos: proporcionalmente a la población de la época… resultan más que los que se movilizaron a ese mismo lugar el 17 de octubre de 1945… Y por si fuera poco, como muchos de ellos no sabían escribir, en el acta que firman los vecinos que respalda la formación de la Primera Junta consta que French y Beruti… firman por seiscientos más… sus “chisperos”. Para los curiosos, ese documento se exhibe normalmente en el Museo Histórico Nacional.

   No soy de los que gustan de las leyendas épicas. Pero me resulta indudable que Mayo establece un antes y un después en nuestra historia y, como tal, es una inmensa revolución que debe llenarnos de orgullo como americanos.