Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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Entre hilvanes y costuras, una "Cadena de Amor" crece gracias a la solidaridad

Ellas no se conocen, pero las une un mismo fin: coser batas, barbijos, botas y cofias para regalar a los hospitales, salas médicas y comedores. El grupo ya lo integran más de 50 personas de las más variadas edades, entre ellas una nena de 9 años y una abuela de 83. Necesitan donaciones de dinero o de rollos de friselina para poder seguir adelante.

Trabajar por los demás, solidaridad que deja huella. Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Laura Gregorietti / lgregorietti@lanueva.com

   "Estamos emocionadas por tanta solidaridad, felices y agradecidas. Yo siempre digo que venimos a esta Tierra sin nada y así nos iremos, lo único que nos vamos a llevar es el afecto y todo lo bueno que pudimos hacer por los demás. Lo material, va y viene", contó Mónica Jauli, integrante de la agrupación que tiene poco más de un mes de vida.

   Cadena de Amor nació el pasado 2 de abril como parte de la inquietud de tres amigas que buscaban la manera de ayudar a los centros públicos de salud en los que escaseaban los insumos básicos de prevención para el Coronavirus.

   Lili Temperini de Belogini, Mónica Jauli e Itatí de los Santos crearon un grupo de WhatsApp y comenzaron a sumar personas que les gustara coser.

   "Las noticias de la falta de elementos básicos para los hospitales nos inspiró en una tarea que no imaginamos el alcance y la repercusión que tendría", dijo Lili.

   En un mes el grupo, que ya cuenta con 50 integrantes, confeccionó 460 batas, 973 pares de botas, 720 cofias y 707 barbijos. Hoy, a semanas de cumplir los dos meses de actividad, la totalidad de los insumos donados llega a los 3.100.

   Pero, para seguir adelante con esta tarea solidaria, el grupo necesita ayuda. Ya sea con la donación de friselina de 60 gramos, elástico chato finito, agujas para máquina de coser números 11 y 14 o dinero en efectivo para ellas poder hacer la compra. En los teléfonos 291-4264690  (Mónica Jauli) y 291-4496738 (Liliana Belogini) pueden solicitar más datos quienes puedan colaborar con alguno de estos elementos.

   Se ha sumado gente de todas las edades, y ya hemos entregado donaciones a comedores, merenderos, Centros Respiratorios, al Hospital Penna, Municipal, Ramón Carrillo de Monte Hermoso, Hospital Menor de Ingeniero White y ahora al Naval de Punta Alta, quienes en breve nos acercarán friselina para seguir trabajando. Nos sentimos bendecidas de poder ayudar y por todas las donaciones que nos brinda la gente, pero hay que seguir cosiendo porque todo esto es descartable, una puesta y a la basura. La demanda es muy grande", siguió Mónica.

   Firmes en su propósito solidario, armaron una página de Facebook y un perfil en Instagram donde postean videos, fotos y los pedidos armados a punto de salir a destino.

   "A días de armado el grupo, las ganas traspasaban las pantallas de nuestros celulares y las máquinas voladoras -como dice Mónica- comenzaron con sus puntadas en distintos sectores de la ciudad donde viven las voluntarias para darle forma a este proyecto. Solo con las publicaciones en redes sociales, nos donaron 2 mil pesos, conos de hijo, agujas, elásticos, cortes y retazos de friselina, lo teléfonos no paraban de sonar", comentó todavía asombrada Lili.

   Al trabajo de Mónica, quien a hace las veces de secretaria, ya que es quien controla los pedidos, movimientos de dinero, compra y donaciones, se suma la tarea desinteresada de 4 esposos de "cosedoras" del grupo que cortan insumos y ayudan con el transporte yendo a buscar donaciones o a entregar los pedidos.

Mónica Jauli lleva la organización del grupo: venta, donaciones y compras.

   Las experiencias que Cadena de Amor está teniendo en estos más de 50 días de vida son innumerables, emotivas e inolvidables.

   Las historias de vida de las voluntarias encajan perfecto con la tarea solidaria. No se conocen en persona, pero tienen un objetivo en común: trabajar para ayudar. Tienen en claro que lo poco o mucho que logren hacer dejará una huella en sus corazones.

   Entre las "cosedoras" voluntarias está la abuela Esther Orellano de Martínez. A sus 83 años, esta vecina de Villa Mitre, colabora con su máquina para darle forma a las cofias y botitas que se usan en los hospitales.

   "Aprendí a coser desde chica, mi mamá me mandaba a estudiar Corte y Confección porque quería que yo aprendiera a hacerme mi ropa. Gracias a esos conocimientos ahora puedo ayudar con esta tarea solidaria en la que me da una gran mano mi nuera también. Hemos cosido con friselina de todos los colores: verde, blanca, celeste, pero la negra es la que más trabajo me da", reconoció.

   En Ingeniero White, Micol Elihuen Coronel, de 9 años y su mamá Marcela Coustes, de 47. Ambas "se pelean" por usar la máquina de coser.

   "Vivo en la casa de mi abuela con mis papás y aprendí a coser mirando a mi mamá, cuando hacía cosas para ayudar a los demás y me dieron ganas de colaborar a mi también. El único problema es que tenemos una sola máquina de coser y nos tenemos que turnar para hacer las cosas", contó Micol.

   Su mamá Marcela es empleada municipal y trabaja en la Casa del Niño. Pero, al ser paciente de riesgo y a causa del Coronavirus, se encuentra con licencia.

   "El problema es que soy una persona muy activa, de hacer cosas, me confecciono mis propios delantales para el trabajo, pero con este encierro y sin hacer nada, ya estaba sintiéndome enjaulada. Hasta que vi en el Facebook que estaban necesitando gente que supiera coser para esta tarea solidaria y ahí me sumé al grupo", destacó Marcela.

   Si bien trabajan con donaciones, ya les ha pasado que han tenido que poner un poco de plata cada una para comprar un rollo de friselina y así poder seguir haciendo las cosas porque "día a día se suman más lugares y salas médicas".

   "Las ganas de ayudar siempre están, el tema es que a veces la situación económica no colabora y no podés hacer todo lo que te gustaría. Mi mamá me enseñó desde muy chica a coser y es ella la que me ayuda ahora con los hilvanes y elásticos, ya que de un ojo no ve y le cuesta enhebrar las agujas, por ejemplo. Pero su ayuda siempre está, aunque sea cebándome unos mates", agregó emocionada.

   El día de Marcela comienza muy temprano para coser los pedidos y tenerlos listos al mediodía, momento en que su marido los entrega y vuelve con más material.

   "La vocación de servir a los demás se sintió desde siempre en mi casa, gracias a mi mamá. Nosotros vivíamos en Villa Rosario y siempre llegaba gente buscando comida y a veces, no teníamos ni para nosotros, pero cuando había, lo poco que se tenía se repartía".

   En Cadena de Amor también hay tiempo para los milagros.

   "Una de nuestras voluntarias, paciente oncológica, tiene una hija de 27 años, viuda, con tres niños a su cargo y sin recursos para alimentarlos. Le ofrecieron hacer trabajos de costura para generar algún ingreso pero no tenía máquina de coser, pasaron diez minutos del pedido y alguien con un corazón enorme le regaló una", agregó Lili.

   Otra abuela, Zulma, teje desde su cama cuadraditos para hacer una frazada.

Zulma tiene otra razón para seguir: teje cuadraditos para donar

   "Ella nos dijo que le dimos una razón para seguir, porque ella sabía que ese cuadrado iba a servir junto con otros para abrigar a alguien. Inés, con problemas de salud que al igual que Zulma, le impiden coser,  teje y corta los elásticos. Luego derivamos estos cuadrados a otro grupo que se encarga de unirlos para hacerlos mantas.", agregó Mónica.

   Cada donación recibida el grupo la describe como una "caricia al alma, una emoción difícil de describir".

   "Sabemos que cada bota, cofia, barbijo o bata que hacemos, está hecha con amor. Una señora anónima donó 5 mil pesos, una enfermera del Municipal nos donó 12 conos de hilo de blanco, 100 metros de elástico y trozos grandes de friselina mientras que un grupo de fieles de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos días de Villa Mitre, nos acercó 4 rollos de friselina de 50 metros cada uno, los empleados del Banco Patagonia también nos donaron un rollo de friselina y si bien no puedo mencionar a toda la gente que nos ha dado una mano, queremos que sepan que el agradecimiento a toda la comunidad de Bahía Blanca es infinito".

   Ellas repiten que por la cuarentena, el grupo no se conoce, pero que se entienden "como si fueran amigas de toda la vida".

   "Nos organizamos cada día mejor. Por ejemplo tenemos a Vero Apolo que en Villa Mitre reparte materiales, compra o hace trámites, es una mujer muy solidaria. Después nos ayudan Dorinda Linda Pérez, Lily y Carlos Valdebenito, Alejandro Zufiría, Angie Saavedra, Sarita y Mariana Parra, Paola Osorio, Sebastián Seynave, Analía Sassi, Gabriel Coronel y Jerónimo Ibarra. Siempre decimos que en este proyecto tenemos la ayuda de Dios, tenemos todas diferentes edades y hasta creencias religiosas, pero todas vamos adelante con un mismo fin", concluyó Lili.