Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Coronavirus y población: perspectiva geográfica

La directora del Centro de Estudios Geográficos "Florentino Ameghino" compartió su segundo trabajo sobre el tema de la pandemia.

Foto: Archivo La Nueva.

Por la doctora Diana Durán

   Un enfoque imprescindible sobre la pandemia de COVID–19 es plantear su vínculo con las características de la población.

   Si se piensa en el binomio “geografía–coronavirus” interesan: la población absoluta (valores totales de la población confirmada, recuperada o fallecida en las distintas localidades, jurisdicciones y regiones) y la distribución en el territorio (las áreas afectadas y los “vacíos demográficos” de coronavirus); la estructura por edad y sexo, pero especialmente por edad, -pensando en el foco que han puesto en “ancianos”, “abuelos”, “viejos”, “adultos mayores”, todos ellos términos descalificantes en relación a la connotación que se les ha dado respecto a la enfermedad; y la movilidad de la población (sea por cambio de domicilio o por turismo y demás factores de traslado) causa principal de la difusión de la enfermedad.

   También es necesario tener en cuenta el concepto de transición demográfica que relaciona los que nacen (natalidad) y los que mueren (mortalidad) a través del tiempo y, además, indica cómo se ha pasado históricamente de una etapa de altas tasas de mortalidad y natalidad, a otra con un fuerte crecimiento de la población y luego, en esta época, a tasas bajas de mortalidad y natalidad. Por supuesto, esto difiere según las características de los territorios que se analicen.

   El modelo de la transición epidemiológica, se relaciona con la salud de la población, con el propósito de explicar las etapas que fueron cumpliendo los países occidentales hasta alcanzar una instancia final de baja mortalidad, generada por la derrota de las grandes epidemias y los consecuentes cambios en las patologías predominantes. (Pickenhayn, 2003) ¿Seguirán predominando las cardiopatías, enfermedades crónicas degenerativas y accidentes cerebro vasculares por sobre las enfermedades infecciosas cuando se evalúe esta pandemia? Indica la OMS que las enfermedades infecciosas emergentes (sobre todo aquellas transmitidas por vectores) y reemergentes (las bacterias resistentes a antibióticos) representan una amenaza real y presente a nivel global.  

Acusados por la edad

   Los mayores de sesenta años seremos los más vulnerables, pero se ha caído en generalizaciones falaces al sugerir una relación directa y unívoca entre la edad de la población y las posibilidades de sufrir COVID–19.

   Es posible señalar que, ni a todos los países que tienen una gran población de mayores de 65 años los afecta de igual manera el COVID-19, ni a los países con población mayoritariamente menor de 65 años los deja de afectar. La mayor parte de los países de Europa Occidental y Mediterránea tienen más del 20% de población superior a 65 años y más de 80 años de esperanza de vida. Pero existen situaciones muy variables en esos países. El ejemplo de Alemania es notable, pues su baja letalidad (cociente de fallecimientos en relación a las personas que se han contagiado de una enfermedad) contrasta con el hecho de ser un país muy envejecido. En cambio, en España, otro país de alto envejecimiento de la población, las personas de 60 y más años incluyen algo más del 50% de los casos detectados, algo más dos tercios de los hospitalizados y en unidades intensivas, y más del 95% de los fallecidos. (Rodríguez Rodríguez, 2020)

   Se ha caído en temibles excesos con respecto al tema de la edad hasta el límite de que un vicegobernador de Texas, Estados Unidos, declarara que los “abuelos deberían sacrificarse y dejarse morir para salvar la economía”. Un extremo absurdo, pero entre esa salvaje opinión y otras de muchos políticos que llegan al extremo de “encerrar” a los mayores, enclaustrándolos quién sabe hasta cuándo, hay una gran variedad de posturas contrarias a toda racionalidad y eticidad.

   Josefina Gómez Mendoza, profesora emérita de la Universidad Autónoma de Madrid, señaló en un artículo: “Soy población de riesgo, no solo por la edad, sino por mi historial médico, no pasaría el más mínimo triage en una urgencia médica, como se encargaron de recordarme mis más afines”. También argumenta que es “patente el escándalo de la mortandad en las residencias de mayores”, lo que no puede ligarse tanto a la edad como a que “la vida de las personas ancianas y enfermas es prescindible”.

   La edad es, en definitiva, un criterio más, junto con la morbilidad (cantidad de personas que enferman en un lugar y un período de tiempo determinados en relación con el total de la población), la gravedad de la enfermedad, el compromiso de otros órganos vitales y la reversibilidad, es decir, teniendo en cuenta la edad biológica (relacionada con la actividad física, la alimentación, el estado de salud, el estrés, el descanso nocturno e incluso la genética) y no solo la edad cronológica (los años que hemos vivido desde nuestro nacimiento).

   Además de la edad, es necesario tener en cuenta los distintos contextos culturales, los modos de vida, las estructuras familiares, las condiciones sanitarias generales, los sistemas ambientales y socio económicos para la toma de medidas de políticas públicas en relación a los diagnósticos que se plantean.

   Por último, consideramos que no solo se necesitan infectólogos y sanitaristas para “salir” de la pandemia, sino en realidad se requieren equipos multidisciplinarios de sociólogos, geógrafos, filósofos, economistas, psicólogos, entre otros cientistas sociales. No parece que esto suceda…