Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Bajo ataque

Empezó transmitiéndose de animales a humanos y ahora de humanos a humanos. Parece fruto de un accidente de bioseguridad.

Corren tiempos -apreciación esquizofrénica, pues nosotros somos “tiempo encarnado”(Kierkegaard)- en que nos hemos vuelto todos “epidemiólogos” -de ansiosos- que es tan malo como al hablar sobre la pandemia hace un medico nutricionista, muy conocido él. Esta improvisación es una de las caras inocentes de la corrupción. Caminamos todos un poco por la cornisa de la paranoia y es fácil perder el pie. Tal como lo sentenciara el Principito, llegó una enfermedad esencial en nuestras vidas,  que “es invisible a los ojos”, y no se la pudo ver hasta que fue demasiado tarde. Mala nueva: los virus, no son seres vivos. Son maquinarias programadas para supervivencia; ni nacen, ni se alimentan, ni se reproducen. Son “parásitos obligados”. Subsisten solo dentro de una célula. En la política argentina, muchos viven a costilla del Estado: son los peronosporáceas.
Hay mas de 1.600 especies de virus. Algunos -como el herpes -producen la culebrilla, con formato de un reptil en movimiento, con mas de 45 millones de infectados en EE.UU. Ningún medicamento es capaz de matar un virus. ¿Los antivirales? Solo hacen más lenta su replicación. Así que  decidí hurgar sobre el origen del “coronavirus”. La más fácil, endosárselo a China. Sócrates aludía a su  “daimon”, o sea la voz interior que le imponía cuando callar, y del cual yo carezco. Creo si en “el búho de Minerva que sale al anochecer” -Hegel- para recién estudiar esta pandemia “cuando la realidad se ponga”. En el mientras tanto hay algo indudable: este virus es fruto de manipulación genética. O sea un arma de guerra bacteriológica en la que vienen invirtiendo las grandes potencias hace rato. Empezó como virus zoonótico, porque se transmite de animales a humanos y ahora de humanos a humanos. Pareciera más bien fruto de un accidente de bioseguridad. El arsenal en EE.UU. viene por 38 años consecutivos subsidiando el Institute Hopkins.  Ampliar con el informe publicado en Forbes el 12 de diciembre último: “Los expertos realizaron un simulacro diseñado y detallado cuidadosamente sobre una nueva enferrmedad viral -ficticia-, el síndrome pulmonar agudo por coronavirus”.
Financiaron la Fundación Gates, la Universidad Johns Hopkins y el Ministerio de Defensa de EE.UU., ”en interés de la seguridad nacional”. Mientras tanto, don Aldo Trump manda de nuevo miles de tropas a Siria, manda 30.000 tropas a Europa para fortalecer la OTAN y de paso bloquea Venezuela con flota aeronaval. En el portaaviones nuclear insigna “Delano Roosvelt” en alta mar, con más de 4.500 tripulantes, tienen cientos de infectados con el virus a bordo. El capitán mandó al Pentágono una misiva angustiante de cuatro carillas pidiendo autorización para desembarcar a tierra. Petición denegada. ¿Qué les hace a los truchones de la guerra, esa carnicería inexorable como invisible cuando tienen en su territorio más de 40 millones sin cobertura médica listos para morir, carecen hasta de ropas y barbijos para enfermeras y personal de salud? En Nueva York las morgues saturadas y los médicos mueren a raudales sin piedad. 
¿Hay una Buena Nueva? Sí. Tiene miles de años, pero es más actual que los pasquines de tirada nacional. Dice: ”Ve a tu casa, pueblo mío, y ¡pon cerrojo a tus puertas! Escóndete por un breve tiempo hasta que haya pasado el enojo del Señor” (Isaias 26:20).