Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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La quietud del parque de Mayo en los tiempos del corona

Los humanos se han retirado, el silencio impera, la naturaleza ocupa cada lugar..

Texto: Mario Minervino / Fotos: Rodrigo García

   Retirado el hombre de los espacios públicos, la naturaleza recupera terreno y avanza sobre lo existente. Unos pocos días de lluvia son suficientes para que las malezas crezcan hasta en los lugares más inesperados. No necesitan tierra negra ni fertilizantes y hasta una superficie de hierro les sirve para crecer.

   Varios sitios del parque de Mayo ilustran esa situación. Las pasarelas que hasta hace pocos días eran cruzadas por cientos de niños aparecen abandonadas, con sus colores estridentes contrastando con el verde, el de fondo y el propio. Todo es silencio y quietud.

   Casi como una ironía, las fuentes funcionan sin hacer caso a la ausencia humana. El agua circula y su sonido se pierde hasta diluirse, sin nadie que lo perciba.

   Es el centenario paseo en los tiempos del coronavirus. Hombres, mujeres y niños están encerrados sus casas. Cuando el sol cae los loros ocupan los árboles, inundando con sus gritos el lugar. Con la noche vuelve el silencio. La epidemia pasará, como pasó el diluvio, la peste negra, la fiebre amarilla, Hiroshima y tantas otras calamidades. El parque volverá entonces a ser el parque. La forma de normalidad que conocemos como vida volverá entonces a imponer sus formas.