Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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El relanzamiento o, al menos, poner el carro en movimiento

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva.

   El mensaje que dará hoy el presidente Alberto Fernández ante la Asamblea Legislativa del Congreso excede largamente la anécdota de ser su debut en una apertura de sesiones ordinarias del Parlamento. Va mucho más allá de eso. 

   De los lineamientos, pero también de los modos y las formas de la palabra presidencial, bien puede depender el futuro de la administración entre un acomodamiento hacia carriles de país normal, o el regreso a viejas tensiones que como en casos anteriores marcan a fuego el resto de la gestión. 

   Mauricio Macri es un referente siempre bienvenido a esos análisis: su errada decisión de ignorar la herencia recibida para no repartir malas ondas, hirió sin remedio sus cuatro años de mandato.

   La Asamblea tal vez se convierta, impensadamente, en un termómetro del estado de la relación entre el oficialismo y la oposición, en especial de Juntos por el Cambio y una cohabitación que ahora parece estar en riesgo.  Es lo que ocurrió después del escándalo del jueves en la cámara de Diputados donde el Frente de Todos consiguió con algún faltante ético media sanción a la ley que modifica la jubilación de jueces y fiscales. 

   Es muy probable que el presidente haga centro hoy en tres o cuatro temas claves con los que pretende identificar su gestión de aquí en adelante, en esa suerte de “relanzamiento” del que hablan sus colaboradores luego de dos meses desde el arranque de su mandato en el que por decisión propia o hasta por imposiciones internas de la coalición peronista que lo encumbró en el poder, primaron los tonos grises.

   No hay ninguna duda que esa lista la encabeza la renegociación de la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional  y los tenedores privados de bonos argentinos. 

   Fernández ya marcó a fuego la fecha del 31 de marzo para liquidar ese pleito al menos en lo que hace a la extensión de plazos de pago de capital e intereses y eventuales quitas con los fondos de inversión, un paso éste último que recién empezó a cocinarse y cuyo final es incierto. En especial porque la mayoría de las acreencias están amparadas por legislación extranjera. 

   La meta de fin de marzo en sí misma ya es una espina en el zapato del presidente que hasta recibió reparos de su propia tropa. 

   Puede ocurrir, con la consiguiente cuota de decepción de quienes esperan un final adecuado de ese pleito para empezar a pensar en movilizar la economía interna, que los plazos se extienden bastante más allá del último día del primer trimestre.  

   “Alberto ha puesto toda la expectativa en que a fin de marzo algo va a pasar, y puede ocurrir que en procesos largos en el mundo como son las renegociaciones, eso suene a los trimestres del macrismo”, analiza un consultor que comulga con el oficialismo. 

   El presidente va a contramano de ese y otros observadores y muy probablemente lo dirá hoy ante la Asamblea cuando plantee sus metas: no hay economía posible de arrancar para salir de la tremenda crisis recibida si antes no se acuerda con el Fondo y los tenedores privados.

   El problema, al margen de la enunciación descontada de otras de sus políticas a futuro como es el proyecto de despenalización del aborto o la profunda reforma en marcha que ataca los privilegios de la familia judicial, y el anuncio de la vuelta de las retenciones al campo con la amenaza de repetición de la guerra de 2008 que ello encierra, radica en que muy probablemente Alberto tenga poco para decir, o para prometer, en términos de la economía de entrecasa, ya golpeada por medidas impopulares como el recorte a los jubilados, el freno a las paritarias a cambio de sumas fijas o la ausencia de planes concretos para atacar ese verdadero flagelo argentino que es la inflación.

   El presidente, hay que decirlo, ha dedicado hasta ahora sus mejores esfuerzos a su obsesión por renegociar la deuda, a emparchar la economía con medidas transitorias en especial en el campo social, y bastante tiempo a tapar los agujeros que le provocan sus incontinencias verbales, como el reciente recule frente a los organismos de derechos humanos. Cuando no a resistir una y otra vez los embates internos que provienen del cristinismo puro y duro que no le acepta livianamente algunas de sus políticas.

   Hoy deberá pasar el examen  de un gobierno que según sus propios integrantes, al amparo de la conversación privada, “está parado, no arranca” y solo administra lo mejor que puede el conflicto interno con Cristina Fernández, siempre agazapada. 

   Lo sabe en aquel caso el Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, que una y otra vez despide los reproches de ministros y secretarios de Estado que reclaman “empezar a gestionar” con un latiguillo a medida de la emergencia: “No hay plata”.

    Para los más entusiastas del albertismo, el mensaje de hoy a la Asamblea Legislativa debería ser el puntapié inicial para el “relanzamiento” de la gestión a la que los propios y los ajenos consideran víctima de parálisis aguda. 

   También una señal contundente a favor de su independencia política que tanto y tantos le reclaman. 

   Esa suerte de “ahora viene lo mejor” que el presidente le daría como impronta central al mensaje ante diputados y senadores tiene su contraparte en los que dentro del gobierno, y pese a que tienen todas las pilas puestas en apuntalar ese despegue, se esperanzan con que, al menos a modo de señal, Alberto ponga el carro en movimiento…