Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Pandemia, economía y gobernadores, claves en el esquema de poder de 2021

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva en Casa Rosada. 

    El escenario, solo cabría refrescarlo, ya está planteado, o al menos bosquejado con bastante precisión. Las elecciones parlamentarias de octubre próximo serán claves para saber hasta dónde el oficialista Frente de Todos puede sostener su poder. Y si las riñas internas que lo afectan ahora mismo podrá influir o no, y en caso de hacerlo de qué manera, en la cristalización de ese objetivo central que el oficialismo busca y buscará coronar por todos los medios, reyertas o mini grietas internas al margen.

     Ese, vale insistir, es un panorama en el que coinciden todos los analistas. Con un presupuesto primario si se quiere de arranque: si el cristinismo pierda esas elecciones todo se complicará hacia adelante en términos de las perspectivas para las presidenciales de 2023. Salvo excepciones, la historia política reciente de los argentinos así lo refleja.  Si por el contrario el espacio que lidera políticamente y con la propiedad sobre los votos la vicepresidente Cristina Fernández sale airoso frente al seguro desafío que le propondrá la oposición de Juntos por el Cambio, el panorama se aclarará y en todo caso quedaría casi como única incógnita saber quién encabezará la fórmula con la que el Frente de Todos intentará la reelección.

     Sobre ese último punto y tal cual están dadas las cosas ahora mismo en la interna de poder del oficialismo, cabría sostener la hipótesis de los analistas y observadores que creen que Alberto Fernández es un presidente de transición y que por lo tanto no será candidato a un segundo turno en 2023. Una condición que según se dice en el Instituto Patria él mismo no desconocía desde que fue invitado a encabezar la fórmula junto a Cristina. El albertismo puro ni confirma ni desmiente. Calla. Respecto de lo segundo, descartado presuntamente Alberto, hoy las chances de esa candidatura son, por apetencias y aspiraciones de la lideresa, más para Axel Kicillof que para Máximo Kirchner, quien por su cuerda aspiraría a probar primero como candidato o gobernador de la provincia de Buenos Aires.

     Dicho esto, habría que sostener dos líneas de análisis que abundan en los comentarios de observadores políticos y económicos respecto de aquel futuro escenario. La primera es casi cantada, y tiene que ver con la pandemia de coronavirus. La posibilidad de la llegada de un gran rebrote durante el verano, y que esa extensión trágica del peor fantasma que se abatió sobre los argentinos en 2020 termine de complicar aún más la economía. Y en todo caso, lo que para funcionarios del gobierno no es menor, comprometer las fuertes señales de recuperación de la actividad general vía sectores industriales o de la constricción, que triplico sus despachos de cemento desde noviembre pasado, que se habían comenzado a registrar.

     A propósito, no por nada la vicepresidente se ocupó en aquel sonado discurso de La Plata de reclamar al gobierno de Alberto la necesidad de que el año que viene la política económica se asiente básicamente sobre el alineamiento de salarios, precios, inflación y jubilaciones. Nada menos. Un horizonte difícil de plasmar en hechos según primeras miradas en el Palacio de Hacienda, en especial si aquellos rebrotes se confirman. Pero que habría que cumplir para consolidar las chances de triunfo en octubre próximo.

     La segunda línea de aquel análisis, que no es por cierto la parte menor de esas puestas en escena sobre las mesas de arena, es el rol que jugarán el año que viene los gobernadores peronistas. Y, como llegado el caso en política todo sirve, también al menos algunos de los que militan en la oposición de Juntos por el Cambio. El perfil dialoguista que han mostrado el jujeño Gerardo Morales y el correntino Gustavo Valdés son tomados en cuenta por los estrategas oficiales. 

     Una clave para entender ese juego es la pregunta que, por caso, se hacía esta semana un funcionario político. ¿Cómo jugarán los gobernadores? Y en especial, mirada curiosa pero no tanto, hacía dónde moverá sus fichas el cordobés Juan Schiaretti. Los mandatarios provinciales, todos, aportan votos, territorio, aparato, y esos son los datos que en la Casa Rosada miran para intentar desentrañar ahora mismo ese intríngulis. Schiaretti ya avisó por carriles reservados que está dispuesto a abrir sus listas del invencible Hacemos por Córdoba a dirigentes del cristinismo, de La Cámpora y del peronismo no schiarettista en general. 

     Esa es una promesa que de manera recurrente han hecho los gobernadores en la Casa Rosada. Y tiene una razón fundamental de ser, por aquello de que a algunos de ellos podrá gustarle más o menos el liderazgo de Cristina, pero de tontos no tienen un pelo. Las provincias arrancarán el año endeudadas, con problemas de recaudación y hasta con incógnitas sobre el sostenimiento de sus cajas de jubilaciones, como sería el propio caso de Córdoba.

      Queda claro: la Casa Rosada continuará auxiliando a las arcas provinciales, como ya lo hizo en números cercanos a los 700.000 millones de pesos por todo concepto en 2020. Pero va de suyo que pedirá algo a cambio. Que no es otra cosa que un alineamiento liso y llano con el gobierno nacional a la hora del armado de listas para las elecciones que vienen.