Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Apareció el optimismo, pero queda mucho por remar…

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

NA y Archivo La Nueva.

   Al promediar la semana, es cierto que en un país como la Argentina en el que todo es de una levedad insoportable y lo que parece bueno ahora puede no serlo dentro de un puñado de días, hubo por primera vez en once meses caras de optimismo en el Gobierno. 

   No se trató de una postura para la foto sino de auténtico estado de ánimo interno entre el presidente y sus principales funcionarios frente a datos concretos que empezaron a verificarse en los hechos como el repliegue del dólar marginal que redondeó siete días consecutivos a la baja, y sumó una caída de casi el 30 % desde que a mediados de octubre rozó los 200 pesos por unidad.

   Hubo otros dos hechos que lograron que el Gobierno empezara a mirar el desafío enorme que tiene hacia adelante con otra cara. No hay ninguna duda, salvo mínimos matices, que el fallo de la Corte Suprema de Justicia sobre la situación de los jueces Bertuzzi, Bruglia y Castelli constituyó un guiño, pero también -se interpreta- un mimo para Cristina Fernández. 

   Y, más allá de lo inconsistente de la decisión de los jueces supremos en el fallo del martes, porque deja todo en un limbo, a la espera de que pase el tiempo, un gesto que invitaría por ahora a deponer trincheras entre el alto tribunal y el cristinismo duro.

   Tercer dato que cambió notoriamente el clima en los despachos de la Casa Rosada: el anuncio del presidente de la compra de 10 millones de dosis de vacunas rusas contra el coronavirus, que podrían empezar a utilizarse hacia fines de año en primer lugar entre personas de riesgo y sectores considerados esenciales. 

   A lo que se sumó  la baja en los números de contagiados diarios por Covid, que se registra en términos sostenibles respecto de la idea de algunos infectólogos oficiales en el sentido de que bien podría estar llegando el momento del pico de la pandemia, que algunos ubican entre fines de octubre y la primera semana de noviembre. 

   Varios días por debajo de la línea de los 13.000 contagios y el claro amesetamiento con curvas descendentes que se registran en CABA y la Provincia de Bueno Aires, con mejoras también en la situación sanitaria de todo el interior, elevaron aquellos espíritus a niveles desconocidos hasta ahora. 

   Un combo perfecto a juicio de tres o cuatro voceros habituales del Gobierno que no solo encontró razón en esas mejores caras que comenzaron  a verse el jueves, sino en una llamativa frase que dejó caer Alberto Fernández durante un acto en Avellaneda con el intendente Jorge Ferraresi, el ministro Wado De Pedro y el gobernador Axel Kicillof. “Vamos que ahora tenemos un horizonte, más felices que nunca por empezar a construir la Argentina que nos merecemos”, dijo en tono épico.

   Más importante todavía que esos hechos positivos palpables que permiten al Gobierno elevar la mirada por primera vez en muchas semanas, lo es el hecho en sí mismo de que las tres cuestiones forman parte de la “agenda positiva” que el Ejecutivo ha comenzado a desplegar en sus conversaciones con empresarios, gobernadores, dirigentes sindicales,  intendentes y también con inversores de aquí y el exterior. 

   Esto es que un nuevo panorama -que, por cierto, nada tiene que ver con un plan sino con la fortuna de juntar una serie de hechos favorables- pueda comenzar a amalgamar, a darle formas, a la idea sobre el  país que el presidente Fernández imagina a fines de diciembre o principios de 2021.

   De hecho, en medio de la llegada de esas noticias que lograron cambiar el ánimo surgieron voces desde el propio Gobierno que le otorgaron un nuevo matiz a la idea de que el país necesita algo más que buenas intenciones y dos o tres políticas de corto plazo para salir de la peor pandemia social y económica de su historia. 

   En boca de un influyente asesor presidencial que lo frecuenta a diario tanto en Olivos como en Balcarce 50. “Esto es el comienzo y debe ser sustentable en el tiempo, pero el verdadero desafío del Gobierno para plasmar ese futuro al que alude el presidente es primero que todo ir a un arreglo con el Fondo Monetario, si es posible antes de fin de año. Y en segundo lugar conseguir un acuerdo político con todas las fuerzas del capital y el trabajo, más la Iglesia y los movimientos sociales, todos sentados a una misma mes”, dice el hombre que milita desde toda la vida en el peronismo porteño, donde conoció a Alberto.

   Acordar con el Fondo Monetario Internacional para zafar de la herencia de 41,000 millones de dólares dejada por el gobierno de Mauricio Macri es un objetivo que el Ministerio de Economía pretendería convertir, además, en la salida hacia una extensión del crédito por unos 5.000 millones de dólares que deberían apuntalar los primeros meses del año que viene. Es la meta que se escucha en el Palacio de Hacienda. 

   Acordar y pedirle plata al organismo multilateral de crédito puede sonar a herejía en algunos despachos del Instituto Patria y en La Cámpora o la izquierda de Grabois y compañía, pero es a eso a lo que le apunta el presidente ahora mismo, reanimado y fortalecido por un puñado de buenas noticias. 

   El acuerdo político vendría justamente a sellar esa nueva política que podría alumbrar un nuevo escenario para el oficialismo a las puertas de un año clave desde lo  electoral como 2021.