Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

La larga noche en la que Bahía Blanca fue, por algunas horas, Ingeniero White

Por primera vez un incidente en el Polo trascendió los límites de la localidad portuaria y generó temor en toda la ciudad. Durante algunas horas, luego de la explosión en Dow, “Todos fuimos White”.

Adrián Luciani / aluciani@lanueva.com


   La fuerte explosión del viernes en Dow no hizo más que extender al resto de Bahía Blanca lo que, en menor escala, Ingeniero White vive casi a diario.

   Por primera vez el temblor trascendió los límites de la localidad portuaria y llenó de angustia a sectores ubicados a más de 20 kilómetros de distancia.

   Incluso en Punta Alta y Cabildo la población alcanzó a percibir que algo grave había pasado.

   Fueron dos horas donde la falta de información oficial y la difusión de datos y fotos falsas contribuyeron a aumentar el temor  y generar una psicosis colectiva que se volcó de inmediato a las redes sociales.

   Aunque obviamente en menor escala, este tipo de situaciones son las que deben afrontar periódicamente los whitenses desde hace muchas décadas, incluso antes de que se instalara el Polo Petroquímico.

   En esa larga lista de siniestros industriales, de los cuales Bahía Blanca estuvo exenta, aparecen los casos del incendio del tanque de YPF el 29 de junio de 1969, a escasos metros de la estación Garro.

   La tragedia del silo 5, en marzo de 1985, posee un no deseado lugar de privilegio en esa nómina negra.

   Más cercano en el tiempo, el escape de cloro y su nube amarilla, el domingo 20 de agosto de 2000, constituyó el incidente más grave y el que mayores cicatrices aún hoy sigue generando en la psiquis de los whitenses.

   En aquella jornada el viento y dispersó la nube tóxica hacia zonas no urbanizadas.

   Luego de siniestro en Solval Indupa, a los pocos días se produjo otro hecho conmocionante en Profertil con un escape de amoníaco.

   Estos dos últimos incidentes marcaron a fuego el ADN de la localidad de 12 mil habitantes.

   Desde entonces, más allá de las explicaciones que en su momento se dieron y de los anuncios de mejoras en materia de seguridad, White perdió su paz y difícilmente pueda recobrarla.

   Hechos como los del jueves no hacen más que reavivar un fantasma que sobrevuela la costa.

   Aunque en menor escala, los barrios asentados en las inmediaciones del sector industrial conviven de manera crónica con hechos que perturban su calidad de vida.

   Humo, malos olores y llamas son parte del paisaje cotidiano o al menos registran una frecuencia no deseada.

Empatía con White

   La terrible explosión del viernes sacó de la cama a miles de bahienses y  lo que vino después sirvió para generar empatía.

   De manera consciente o inconsciente, “Todos fuimos White” por unas horas.

   Hasta los más lejanos vecinos que residen en la zona alta de Bahía sufrieron algo de lo que se sufre en el sur o se angustiaron frente a lo que podía estar pasando en la salitrosa y muchas veces lejana costa del estuario.

CEOS lejos del Polo

   Sin embargo, donde seguramente la situación no fue dimensionada en su totalidad es en los directorios de las grandes compañías.

   A diferencia de lo que sucedía a comienzos del siglo pasado, cuando los gerentes máximos de las enormes empresas ferroviarias residían en la ciudad o a escasas cuadras de los talleres (por ejemplo Coleman y Harding Green), ahora hay que viajar 700 kilómetros para tomar contacto con alguno de ellos.

   Este incidente necesariamente exigirá acciones y no solo empatía o preocupación, sobre todo cuando la ciudad está a las puertas de una  nueva etapa de desarrollo industrial.

   En ese marco, hoy vuelve a estar más claro que nunca que no se puede seguir tentando a la suerte.