Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Preso del despecho, quiso “robarse” a su hija en la cárcel

En 1993, durante el horario de visita, un detenido llevó adelante una maniobra para separar a la nena de su madre.

 

Fotos: Rodrigo García-LN.

   Un hombre que estaba despechado, y purgaba una condena a 20 años de prisión por un homicidio, pergeñó un plan en el que involucró a terceros mediante engaños y consiguió despojar a su pequeña hija de la madre, durante una visita que ambas le realizaron en la cárcel de Villa Floresta.

   Aquel 6 de noviembre de 1993 la actividad en el penal se fue desarrollando normalmente hasta que, al momento de concluir el período de visitas, una mujer se enteró, por boca del propio exconcubino, que la pequeña de 3 años, hija de ambos, había sido retirada del lugar, sin mencionarle quién o quiénes se la habían llevado.

   Raquel del Rosario Morales, quien concurrió a la cárcel acompañada por su hermano Víctor, denunció en la Brigada de Investigaciones (actual DDI), que había ido a visitar a su pareja Miguel Ángel Bello para que “viera a su hija” Natalia Carolina, nacida el 10 de abril de 1990, en Cipolletti.

   Por el caso se inició una causa por sustracción de menor, bajo el Nº 68.204, en la que Morales detalló que “una vez en el patio (lugar donde se desarrollaba la visita), Bello tomó en sus brazos a la nena y se dirigió hacia la entrada del sector mencionado, quedándose la dicente en la parte posterior”.

   En el expediente, que consta de 73 fojas, la mujer afirmó que su pareja “volvió sin la nena y al preguntarle por ello le respondió que se había quedado jugando con unos caños que hay en la parte de acceso al patio”, pero un tiempo después le advirtió que a Natalia “la había hecho sacar de la unidad por unos conocidos de él, que también se encontraban de visita, desconociendo la denunciante qué persona pudo haberse llevado a la nena”.

   Ante ese comentario, la mujer aseguró que su hermano Víctor “se dirigió a ver si la hallaba y no la pudo encontrar”, y como Bello le había dicho que la menor se hallaría en un domicilio de Francia al 800, donde vivía un familiar del preso, los hermanos Morales se dirigieron al lugar, aunque la pequeña no estaba allí.

   De inmediato la mujer regresó a la cárcel para volver a ver a Bello, pedido al que accedió el director Ricardo Alberto Díaz, pero que no le sirvió para encontrar a su hija.

   Al momento de denunciar el caso, Raquel dijo tener miedo de que la pequeña fuera sacada de la ciudad.

   También refirió que el hombre le había advertido que si daba aviso a la policía “jamás vería a la nena”.

"Negociación"

   Antes de terminar el día, Raquel Morales amplió su denuncia para agregar que “en horas de la tarde su concubino la llamó telefónicamente a su trabajo refiriéndole que se quedara tranquila, que la nena estaba bien y que cuando fuera mañana a la visita le iba a devolver a su hija”.

   También le dijo que “el problema lo iban a arreglar entre la dicente y éste, que no se tenía que meter más nadie”, y que solo permitiría la intermediación de los tribunales.  

   A esa altura, la denunciante comentó que hacía más de un mes le había informado a Bello que “tenía una nueva pareja, y que éste refirió que aceptaría tal situación, pero que no le sacara a su hija”.

   Al día siguiente, Marta Susana Leiva, empleada con cuatro años y medio en la Oficina de Visitas, y quien hacia ocho meses que conocía a Raquel y a la niña, explicó que la nena “salió acompañada entre la muchedumbre que egresaba’”, y que delante de ella iban otros niños y una mujer, aunque no puede precisar de quién se trataba.

   A su turno, el prefecto Antonio Norberto Zulaica, quien era Jefe de turno el día del episodio, declaró que se entrevistó con Bello, quien le dijo querer que “se dé intervención a los magistrados, lo que le facilitará demostrar el ámbito deshonesto en el que convive su esposa y, por ende, la niña, a quien quiere evitar dicho mal”.

El hallazgo

   Paralelamente, investigaciones del gabinete de la comisaría Segunda posibilitaron llegar hasta Graciela Elsa Santuch, domiciliada en Castelli al 200, quien reconoció que tenía a la menor por pedido de Bello, pero aseguró que no había sido ella quien la retiró del penal.

   Comentó que concurrió a la cárcel para visitar a su marido, Juan Carlos Villarreal, y que en esas circunstancias le fueron entregados dos papeles, uno decía “a la persona que porte una esquela igual a esta que se le entregue a Natalia, Fdo. M.A. Bello”, y en el reverso “Chaco y Pampa-Mirta”, y otro con indicaciones del comportamiento y gustos de la niña.

   También se le dijo que debía ir a buscar a la nena a un domicilio de Pampa Central al 100, donde vivía Mirta Andrade, quien era esposa de otro interno y había sacado a la nena de la unidad.

 Explicaciones

   El 11 de noviembre de 1993, Andrade declaró en Tribunales y dijo que durante la visita “su concubino fue llamado por Bello para pedirle un favor, diciéndole concretamente si la deponente podía llevar a la nena, porque su señora estaba descompuesta y se sentía mal”, a lo que ella respondió que “no tenía inconveniente en llevarla, por cuanto ya se iba”.

   Dijo que Bello le entregó dos papeles y le aseguró que “alguien iba a pasar por la casa a buscarla (a la niña), y si no era la madre sería algún familiar, y que esa persona llevaría un papel igual al que le entregó”.

   Admitió que “comenzó a preocuparse cuando pasaban las horas y no venían a buscarla, porque ella no sabía dónde vivían, y a las 19.30 se hizo presente una señora a la que había visto en la cárcel, conocida como la mujer del 'Musta', quien traía un papel que decía 'entregar a Natalia' y firmaba Bello”.

   La imputada señaló que la menor lloraba y “no se quería despegar”, por lo que le dijo a la mujer que la llevaría al día siguiente a la cárcel, pero “no obstante ello, alzó a la nena en brazos y se subió a un vehículo blanco”.

   Luego de ello, Andrade dijo que llamó al jefe de visitas de la U4 y tomó conocimiento de que estaban buscando a la pequeña.

   Poco después declararon Bello y la pareja de la acusada, quienes ratificaron sus dichos y permitieron que recuperara la libertad.

   El 1 de agosto de 2000, el juez Raúl Guillermo López Camelo resolvió convertir en definitivo el sobreseimiento de Andrade.