Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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La falta de control alienta la colocación de afiches

Por ordenanza municipal, e incluso por leyes de rango provincial y nacional, está prohibida esa acción.

Fotos: Pablo Presti-La Nueva.

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   Una particular decisión urbana genera además una pésima e indebida conducta.

   Esa es, al menos, la sensación que se tiene con el aumento que está teniendo la práctica de colocar cercos preventivos rodeando inmuebles en la ciudad, sea construidos por el estado municipal, provincial o por particulares como respuesta al mal estado de los frentes de edificios o a obras en ejecución.

   Porque si esa intervención significa en muchos casos una severa afectación al paisaje urbano --intervención prohibida por ordenanza municipal-- no menos preocupante es advertir como esos cercos se convierten en escaparates publicitarios. 

   En estas vallas e comienzan a pegar afiches, de todos colores, tamaños y formas, unos sobre otros, grandes y chicos y se convierten en poco menos que un adefesio. 

   Ocurre --ejemplo contundente-- en el extenso cerco que rodea el frente y los laterales de la Escuela Nº 2, de Vieytes 51, y en el flamante cerco montado por la municipalidad en la primera cuadra de calle Chiclana, en ambos casos para prevenir accidentes por el posible desprendimiento de partes afectadas de los bienes.

No pegar

   Lo particular del caso es que por ordenanza municipal e incluso por leyes de rango provincial y nacional está prohibido destinar esos sitios a la colocación de cualquier tipo de publicidad. 

   Prohibido y factible de ser sancionado con multas que llegan a los 15 mil pesos, además de poder realizarse la intimación para el retiro de la papelería. 

   La sanción punitoria puede caer en el propietario del inmueble, en la agencia de publicidad, en caso de existir, en quienes promocionan productos o actividades o en los fabricantes o vendedores. 

Los caminos

   La respuesta a porqué se multiplica con tanta ligereza y facilidad esta práctica es la falta adecuada de control por parte de la comuna. 

   Ni siquiera se verifica la acción --en muchos casos efectiva-- de colocar un cartel que de cuenta de la prohibición de colocar carteles.

   Tampoco es simple establecer con precisión que sector, dentro del esquema municipal, debiera encargarse de controlar y sancionar esta actividad. 

   Realizada la consulta al municipio se obtuvieron respuestas de toda índole: "corresponde a Hacienda", "Lo hace Recaudación", "es tarea de Fiscalización", "está bajo el área de Planeamiento Urbano", "se deriva a Secretaría", y otras variables más. 

   Pero, además, hay un mecanismo que resulta cuanto menos inconveniente: una eventual inspección referida a la colocación de publicidad en sitios prohibidos --puede ser también una pared, un parada de ómnibus, postes-- se inicia a partir de recibirse una denuncia.

   Es decir que la posible intervención, por caso en el cerco armado en calle Chiclana depende de alguien que se presente en la comuna con su sugerencia de que se verifique esa acción contraria a las disposiciones vigentes.

   Mientras no se ajusten los esquemas, la impunidad y el maltrato por el espacio público seguirá ganando espacio y será una moneda corriente y de curso legal.