Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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El cámping, un modo de veranear y cuidar el bolsillo

Es una forma de tener un mayor contacto con la naturaleza y disfrutar de la tranquilidad, es cierto, pero también permite ahorrar como para disfrutar de la playa unos días más.

Fotos: Jano Rueda - La Nueva.

   Acampar no es para todo el mundo. Solo algunos elegidos dejan las comodidades de las paredes de ladrillos y las cambian por una carpa o una casilla para pasar unos días en contacto con la naturaleza.

   Es cierto, las tecnologías, los equipos y las comodidades actuales para disfrutar del cámping distan bastante de los de años atrás, pero la esencia permanece intacta: tranquilidad, cercanía con el medio ambiente y, por supuesto, ahorrar un poco de dinero para extender la estadía.

   El dorreguense Horacio De la Canal llegó Romina y la pequeña Emilia desde Plaza Huincul, en Neuquén. Lo hicieron bien provistos, con su minicasilla y su gazebo, aunque apenas podían se escapaban hacia la playa o al Parque de Agua.

 

   “Hace 35 años que vivo en la provincia de Neuquén, pero nos escapamos cuando podemos, y casi siempre en cámping. Aparte, vengo desde muy chiquito a Monte Hermoso”, cuenta.

   Acampar, reconocen, ofrece otra sensación, otro tipo de tranquilidad.

   “Esto es muy lindo, mucho más tranquilo, más familiar -dice Romina-. Aparte, podemos dejar todo abierto, porque nadie va a tocar nada. Hay mucha seguridad”.

 

   Desde Salliqueló llegaron Adriana Diez, Gustavo Salvetti y la pequeña Albertina, para disfrutar algunos días en casilla.

   “Es una experiencia nueva -señala él-. Estos nuevos equipos son  otra cosa y Albertina lo disfruta mucho. Está enloquecida con Monte Hermoso”.

   Su historia con el cámping empezó no hace mucho, cuando un hermano compró una casilla nueva y a él le picó el bicho de la curiosidad.

   “Al final, empezamos a armarnos todo el equipo. Aparte, el Cámping Americano nos gustó siempre y nos encontramos acá”, agrega.

 

   Jorge Detorrontegui, con Vale, Cande y Gaspar llegó de Guaymallén, en Mendoza, con casilla, combi, cuatriciclo y carpa; el kayak, aclara, esta vez no lo pudo traer.

   “Es la segunda vez que venimos a Monte Hermoso con la familia, aunque mi señora ya había venido cuando era chica, con sus padres. Dice que es impresionante cómo cambió todo en los últimos años”, asegura.

   Siempre viajan en tren de acampar, porque les gusta la idea de la aventura.

   “Hemos ido a hoteles -cuenta Vale-, pero disfrutar de esto tiene otro gusto. Lo lindo de la casilla es que se sale sin planes”.

 

   Pablo, por su parte, llegó desde La Pampa, de Miguel Riglos, con su familia y algunos amigos en su motorhome. Mientras se hace la hora de playa, aprovecha de una sobremesa bajo un gran toldo y una mesa larga.

   “Venimos todos los años. Siempre nos hacemos una escapada, porque estamos cerca”, comenta.