Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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El gobierno, en medio de sensaciones ambivalentes

   Había un cauto optimismo el viernes en despachos oficiales con los datos del mercado de esta semana. Se enumeraban allí la baja del dólar, los avances del acuerdo con el FMI que sellarían mañana en Nueva York Mauricio Macri y Cristine Lagarde, y otros aspectos como la exitosa recompra de LEBAC que tanto preocupaba a la dupla Dujovne-Caputo, el regreso de inversores o el aumento de los depósitos bancarios en dólares. Otro dato no menor fue la renovada muestra de confianza en que el gobierno encontrara la salida de parte de los Estados Unidos. 
Sería solo una parte de los vaivenes que hoy atosigan al oficialismo. Lo definió el jueves en medio de aquella bocanada de aire fresco en los mercados una fuente del ministerio del Interior. “Estamos bien en la macro, pero mal en la micro”.

   Tan simple definición encerraría lo que ya todo el mundo sabe, y que por caso la oposición buscaría ahora mismo aprovechar: que el gobierno ha logrado capear por ahora el temporal de los grandes números de la economía, y pareciera encaminarse hacia una estabilidad macro en el primer semestre de 2019, pero sigue fallando en todo lo que tiene que ver con la economía de entrecasa. Esa que golpea el bolsillo de los trabajadores. Los números oficiales del INDEC de esta semana que revelan que el desempleo alcanzó su peor marca desde 2006 a la fecha, con casi 300 mil nuevos desocupados y más de dos millones de personas buscando trabajo o estancados en el empleo informal, fueron un baldazo de hielo en las cabezas de los ministros del área política. Del mismo modo que lastimaron las nuevas cifras de la pobreza, que se ubica como en el arranque de 2016 por encima del 31 por ciento.

   Reconocen en despachos del macrismo que el gobierno podría sentirse aliviado si esos faltantes fuesen todos sus problemas al día de hoy, consumidos dos tercios del mandato y a casi un año de las elecciones presidenciales en las que Macri se jugará la reelección o su vuelta a casa.

Veamos. Por un lado, el propio ministro Frigerio habló sin eufemismos a la luz de la raquítica situación de una administración que ya se ha visto que sola no puede, y que va a necesitar de apoyos de otras fuerzas. Que para colmo son aquellas que, como se menciona, en mayor o menor grado buscan sacar partido de este mal momento del gobierno en la economía local. Cuando no directamente se afanan para que Macri no le encuentre la vuelta y se desbarranque, como es el caso del cristinismo duro y sus aliados de la izquierda, de los movimientos sociales y el sindicalismo que lidera Hugo Moyano, dueño del paro general del martes. “Vamos a negociar todo lo que sea necesario negociar”, dijo el ministro en dirección a los reclamos y las podas que la oposición le reclamará a Cambiemos para aprobarle el estratégico Presupuesto de 2019. Que es una de las llaves, no está mal recordarlo, que necesita la Casa Rosada para abrir la puerta del nuevo acuerdo, por unos 70.000 millones de dólares se dice ahora, con el Fondo Monetario.

   Cabría preguntarse, para abonar la flojedad de convicción del gobierno, o de sus urgencias en una escena que definitivamente no maneja ni controla, la razón por la cual se envió un proyecto de presupuesto al Congreso, que Dujovne defendió a capa y espada, si a la primera de cambio se acepta que se harán todas las correcciones que la oposición reclame. Un ejemplo cabal es lo que sucedió con el fondo sojero. El gobierno lo eliminó y desató la ira de gobernadores e intendentes. La decisión duró lo que un suspiro: ante el pataleo, Macri dio marcha atrás con un decreto que dispone una partida de 4.500 millones de pesos para compensar a los mandatarios y jefes comunales.

   Desde el costado político, hay una mirada oficial que navega entre la expectativa y la paradoja. Se reconoce por caso tal cual pinta el escenario electoral cuando recién arranca de lleno la campaña, que Macri y Cristina van camino de ser los protagonistas estelares de la batalla por la presidencia el año que viene. Es, vaya novedad, lo que ansía el oficialismo. En un cantito para la tribuna, Germán Garavano reclama celeridad a los jueces. Pero bajo cuerda lo último que quisieran es ver a la expresidente presa o inhibida de presentarse. Lo paradojal viene a la par: Macri atraviesa hoy su peor momento de gestión y las penurias ciudadanas tal parece que van a perdurar hasta bastante más allá del primer trimestre del año que viene. Conclusión: los dos adversarios sobre aquel ring imaginario de octubre de 2019, acarrean ahora mismo y cada uno por su lado sus propias penurias. Cómo salir de esa encerrona de Macri es, por ahora, una incógnita. Factores externos pero sobre todo internos deberían alinearse para que el sueño siga vigente. ¿Cristina? Puede salir disparada para el lado menos pensado.

   En segundo lugar, el gobierno deberá lidiar con una feroz campaña para lograr un derrape anticipado que motorizan Cristina, Moyano, el vaticanista Grabois, los movimientos sociales y estudiantiles de izquierda e infaltables destituyentes como D´Elía, Bonafini, Zaffaroni y el cómico Brieva.

   Se suma a ese escenario que por primera vez aparecen pasos concretos desde el peronismo no K para convertirse en alternativa el año que viene, a caballo y por la recuperada ancha avenida del medio, de las desventuras de los dos que hoy aparecen cortados del resto.