Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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2019: ahora todos se pintan la cara

La columna semanal de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva.

   En la última reunión de mesa chica del Gobierno, uno de los pasajes más largos de lo que allí se habló tuvo que ver con un tema que ronda los comentarios de ministros, secretarios y gurúes, que flota en el ambiente del macrismo y de algunos de sus socios de Cambiemos, y que genera tantas dudas como ceños fruncidos: qué pasará con la reelección de Mauricio Macri en 2019.

   Y más todavía, si el oficialismo tiene un Plan B para enfrentar eventuales contingencias no deseadas, como la de que el ingeniero decida no presentarse, o lo haga pero con el panorama absolutamente incierto e impredecible de tener que afrontar una segunda vuelta.

   En esos conciliábulos se habló también del "nuevo escenario" en torno a la cuestión, que se ha plasmado de manera indisimulada desde hace varias semanas, más precisamente desde que empezaron los problemas del Gobierno con la corrida bancaria de finales de abril y la persistente caída de la imagen de Macri en casi todas las encuestas, de seguro que en las independientes.

   Se refieren quienes conocen los pormenores de lo que se conversa en el círculo más cerrado de decisiones del poder a la proliferación de candidaturas que van apareciendo en todo el arco opositor. Y cómo enfrentar ese temprano desafío. Una escena, dicen, impensada para los macristas de paladar negro hasta no hace mucho tiempo, antes de que empezaran los problemas de la economía, del dólar, la inflación, los salarios y los malos índices de pobreza e indigencia.

   "Ahora todos se pintan la cara", reflexionaba sobre el nuevo escenario un funcionario del equipo político del Gobierno. Es que ciertamente desde que empezaron las complicaciones, aquella idea que imperaba en el grueso de la oposición, empezando por el peronismo "racional", en los gobernadores, pero también en el massismo y hasta de algún modo en nichos del cristinismo, sostenía casi con resignación que Macri no debería sufrir complicaciones para conseguir la reelección el año que viene, y que el horizonte de todos ellos en su afán por volver al poder casi podía fijarse en cuatro años más adelante, en 2023.

   Todo cambió en poco más de dos meses, y la fiebre de candidaturas tempranas está a la vista. Y hasta hay quienes sostienen que la mayoría de ellas, algunas incipientes, saldrán a la luz con todas sus fuerzas una vez que se termine el Mundial de fútbol de Rusia.

   Hoy, para hacer un rápido paneo, ya son un hecho las precandidaturas de Agustín Rossi por el cristinismo a través de Unidad Ciudadana; también por el mismo andarivel aunque por ahora no con todas las ínfulas, seguramente a la espera de que la pelota deje de rodar en Rusia, la del diputado Axel Kicillof; Eduardo Duhalde lanzó días atrás la candidatura del exministro de Economía, Roberto Lavagna, con un añadido en este caso que no dejó de llamar la atención de la mesa chica de Macri: una reciente encuesta de imagen le otorga al economista un impensado cabeza a cabeza nada menos que con María Eugenia Vidal.

   Por el lado del Frente Renovador aseguran que Sergio Massa trabaja en las sombras para convertirse en candidato presidencial del peronismo no kirchnerista. A su turno desde el peronismo federal en el que abrevan los gobernadores, se insiste en que Juan Manuel Urtubey también se lanzaría después del Mundial. Y que no habría que descartar las aspiraciones de los cordobeses Juan Schiaretti y José Manuel de la Sota, con sus más y sus menos. Y hasta Margarita Stolbizer y el gobernador santafecino Miguel Lifschitz, exploran el camino de una candidatura presidencial del progresismo "no contaminado".

   Conclusión que no es ajena a los análisis de aquellas reuniones de Macri con su mesa chica: el apuro por sacar a la palestra todas esas aspiraciones es directamente proporcional a los análisis y encuestas que sostiene que el presidente ya no tiene atada la reelección el año que viene, ni mucho menos. Y que el temor a no poder conseguir un triunfo en primera vuelta los remite directamente a la temeraria incógnita de un balotaje.

   Es en ese tren de cosas en las que aparece de a poco, aunque nadie en el oficialismo lo va a rubricar públicamente, la posibilidad de Vidal como Plan B. La gobernadora, se sabe, dice y repite que ella no será candidata presidencial y que su misión es reelegir en Buenos Aires, donde también y a caballo de aquel mismo escenario aparecen como amenazas las figuras de Verónica Magario y Martín Insaurralde por el lado del cristinismo y del peronismo respectivamente.