Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Temporalmente, la política manda sobre la economía

   Resulta harina de otro costal discutir si el gobierno acertó por una vez con una de las tantísimas estrategias que ensayó en estos dos largos años para tratar de imponerle la agenda a la oposición y a la sociedad misma. La mayoría de las cuales, a veces por circunstancias internas o externas, y otras por simples y ya famosos errores no forzados, no funcionaron. O lo hicieron a contramano de los deseos de los que manejan los laboratorios del poder. Vale el párrafo para quienes siempre sospechan que un rimbombante anuncio que gana las primeras planas y copa la escena política inexorablemente apunta a barrer bajo la alfombra otras cuestiones por lo general lesivas para el ciudadano de a pie. Lo que en la jerga de ahora y de siempre se conoce como "cortinas de humo". Intentar "distraer" al consumidor y al votante con temas que no estaban en los cálculos de nadie, o de muy pocos fuera del círculo cerrado de toma de decisiones, mientras mucha agua barrosa corre bajo los puentes.

   Sea como sea que esta vez hayan ocurrido las cosas, lo cierto es que el macrismo, para regocijo de sus socios fundadores y malgrado de la oposición peronista y de los tradicionales movimientos de izquierda, ha logrado que por algún tiempo la política vuelva a instalarse por encima de la economía. Dos de los temas que hoy aceleran los pulsos del debate público y levantan no pocas pasiones a un lado y otro de la grieta son la despenalización del aborto y ahora la reforma profunda de las Fuerzas Armadas para adecuarlas a los nuevos tiempos que requieren de su participación en temas como el terrorismo, el narcotráfico y los ciberataques.

   Apurado por el fracaso de la reforma previsional y el veto a la ley sobre congelamiento de tarifas, Macri decidió habilitar el debate parlamentario y de la sociedad en torno a la despenalización del aborto, una práctica sobre la que a la vez mostró su completo rechazo. El tema fue creciendo en medio de ese debate, con algunos costados impensados en aquel arranque como que consiguió perforar el propio frente interno de Cambiemos. Y tendrá su punto tal vez más alto el 8 de agosto cuando el proyecto de ley que viene con media sanción de la Cámara de Diputados se trate en el recinto del Senado. En el camino, aunque le sirvió para disimular los eternos faltantes por el lado de la economía, el presidente no pudo evitar las duras críticas de la Iglesia y del propio Francisco. Los duranbarbistas del gabinete sostendrán que "de eso se trataba" la instalación de tan espinosa controversia que atraviesa a la sociedad hasta partirla en dos.

   "Tarea cumplida", dirán los estrategas. Hoy es una de las dos grandes cuestiones no atadas directamente a la marcha de la economía, errante dicho sea de paso y con pésimas noticias a cuestas como la histórica caída de la actividad industrial en mayo, la pérdida de puestos de miles de empleo formales, la inflación disparada a proyecciones de 30/35 por ciento hacia fines de año y los gremios en pie de guerra por la reapertura de paritarias. La otra es como queda dicho la reforma de las FFAA.

   En medio de quienes sospechan que justamente el gobierno buscó y busca "distraer" a la opinión pública mientras aumenta la crisis en la economía familiar, y las consecuencias del enorme ajuste a que obliga el acuerdo con el FMI ha comenzado a erosionar la relación con los gobernadores propios y de la oposición, en despachos de la Casa Rosada sostienen que el del aborto legal es un debate que la sociedad se debía hace décadas. Y que Macri, pese a su oposición histórica, fue quien promovió que se discutiera en el Congreso.

   Lo mismo argumentan, para negar que todo no sea más que un engaña pichanga, en el caso de los militares. Dicen en aquellos escritorios que el debate sobre el rol de las fuerzas armadas en democracia no se dio, salvo espasmos, desde 1983. Afirman que el presidente viene trabajando la idea central de esta profunda reformulación "desde hace más de un año". Suena raro, para alimentar el pesimismo de los desconfiados, que de todos modos el plan haya sido subido a escena justo ahora. En especial si se repasa el resultado inicial de la jugada política. El kirchnerismo en pleno, la izquierda y los movimientos de derechos humanos, salieron desbocados a acusar a Macri de querer lanzar soldados a las calles para reprimir la protesta social. Según ellos, la represión militar "cierra el círculo" del acuerdo previo con el Fondo Monetario. Lo mismo que la despenalización del aborto, según el padre Pepe Di Paola.

   El macrismo duro celebra la instalación mediática del tema como también aquellas reacciones previsibles. "A (Agustín) Rossi le agarró un ataque de republicanismo", dicen ante la virulenta reacción del diputado. Enumeran: Macri modificó por decreto aquel otro decreto de Néstor Kirchner que le reservaba a los militares sólo su intervención en caso de una agresión armada de parte de otro Estado. E incorporó al nuevo mapa del conflicto interno flagelos como el terrorismo y el narcotráfico. "Macri no envió el decreto al Congreso pero Kirchner tampoco", les refrescan. Y la frutilla del postre: "si alguien hizo inteligencia interna con los militares fue Cristina a través del general Milani".

   Aborto y reforma militar. Dos cuestiones de la política que hoy sirven para disimular los maltragos que la economía, salvo levísimas señales de los últimos días, persiste en depararle al presidente.