Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Oportunismo de Macri y desconcierto peronista

   Mauricio Macri consiguió instalar en la escena una agenda que ahora mismo envidiarían los mejor pintados del progresismo vernáculo de todo pelaje. Empezando por el peronismo más racional y su variante enancada en el kirchnerismo-cristinismo. Antes de avanzar convendría detenerse en un dato curioso de lo que ocurrido en los últimos días,  que tuvo su expresión máxima en las celebraciones del Día de la Mujer. A Macri por un lado, y al peronismo en su amplia expresión por el otro, los persiguen dos obsesiones. Mientras los herederos del general se devanan los sesos preguntándose cómo no se les ocurrió justo a ellos, los campeones del progresismo, y como salir de la encerrona en la que los metió “un hombre de la derecha”, al presidente le quita el sueño conseguir que el ciudadano de a pie deje de creer que el que está sentado en el sillón de la Casa Rosada es un empresario que solo gobierna para los ricos.

   “¿Cómo pueden decir que gobierna para los ricos de un hombre que no solo mantuvo sino que aumentó los planes sociales, que habilitó un debate que el peronismo escondió durante  catorce años sobre el aborto, que mandó al Congreso un proyecto de igualdad de género, que denuncia a las mafias sindicales que se enriquecen con los aportes de los trabajadores, o se pelea con los empresarios que no se la juegan por el país y solo piensan en mantener y mejorar sus propias quintitas?”. La pregunta fue hecha casi textualmente por un altísimo funcionario de la Jefatura de Gabinete en medio del trajín de los últimos días. El párrafo viene casi calcado de lo que alguna vez en estos días de cambio de agenda y desde que dirigió su mensaje a la Asamblea Legislativa, el primero de marzo, le han escuchado hablando en primera persona al propio Macri.

   En todo caso habría que concederles a los que desconfían por naturaleza de las bondades de las políticas presidenciales de última horneada, que el gobierno está necesitado de repechar la cuesta en los sondeos de opinión y de ponerse las pilas para ofrecer más soluciones que promesas a un electorado que ha empezado a mirarlo de reojo. Para parafrasear a otro hombre del gobierno, Macri está necesitado de reinventarse como el abanderado del progresismo y dejar con la boca abierta y la guardia baja a quienes se proclaman los hacedores de la cultura nacional y popular.

   Su gran jugada, exageran quienes lo tratan a diario y militan en el macrismo duro, fue la de presentarse en doble faz ante los que miraron su movimiento en torno a la corrosiva cuestión de la despenalización del aborto. Macri habilitó el debate de un proyecto de ley en el Congreso, pero no escondió y por el contrario reafirmó su condición de absoluto antiabortista. Se mostró como un presidente, machacan, que no puede desconocer que gobierna para todos los ciudadanos, aún en una cuestión en la que no está de acuerdo. Y le abrochó por si faltase algo el cierre por la positiva de una cuestión que había comenzado a merodear los primeros escarceos entre militantes y detractores de la despenalización: mandó a decir desde su mesa chica que no vetará la ley, en caso de que sea sancionada por ambas cámaras del Parlamento.

   ¿Punto para Macri? Está por verse, salvo aquella perplejidad que pareció ganar a sus adversarios mientras al mismo tiempo comprobaban que tradicionales enemigos del gobierno e impugnadores de todo lo que haga el presidente, hasta de lo malo, no tuvieron más remedio que expresar su acompañamiento, crítico pero acompañamiento al fin, a la decisión de darle vía libre al debate que se abre ahora en el Congreso.

   Es cierto que Macri viene de dar otros pasos como se señala al comienzo y que corroboran numerosos análisis de los últimos días. Si bien se mira, el presidente decidió ponerse duro con el sindicalismo que expresan Moyano y Barrionuevo, mandó al ministro Cabrera a tratar de “llorones” a los empresarios que se niegan a invertir o que claramente buscan encorsetarlo, como creen en el gobierno que ocurre con la corriente de dirigentes de la rama industrial que se recuestan en el massista y expresidente de la UIA, José Ignacio de Mendiguren. También, cabría no olvidarlo, con su decisión de abrir el debate sobre el aborto provocó la furia del papa Francisco. Aunque desde la Conferencia Episcopal mandaron un mensaje conciliador a la Casa Rosada: los obispos van a batallar con fuerza contra la despenalización, y para empezar pedirán en los próximos días reuniones con todos los gobernadores, aunque “comprenden” el momento político elegido por el presidente para subir tan tremendo tema  a escena. Casi podría escucharse a uno de esos representantes de Dios decir que Macri hace “fulbito para la tribuna” mientras el tema sirve para tapar otros faltantes, y a sabiendas de que será muy difícil conseguir  los votos necesarios para sancionar la ley.

   Por si faltase algo acaba de proclamarse como el impulsor de la igualdad salarial de hombres y mujeres, de mejores licencias y otros beneficios para unos y otros en casos de maternidad , extensión de licencia por trámites de adopción o en casos de víctimas de violencia.

   ¿Se puede hablar de “la nueva agenda” de Macri? Razonablemente no. En todo caso estaba ahí para que los políticos, o un presidente oportunista, la tome y a lleve como bandera. O como pantalla. De hecho, hace una semana que desaparecieron de los titulares los problemas éticos que atraviesan Luis Caputo y Gustavo Arribas.