Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

¿Tropezar, caer o edificar?

   ¿Aparecen sin que se los llamen? ¿Los ocasionamos nosotros mismos? ¿Irrumpen? ¿Los predecimos?

   Ya sé que es el último domingo de febrero, y si bien ya estamos transitando el 2018, algunos calendarios “se activan en marzo”. Es entendible que aún se sienta en vacaciones, tampoco quiero estropear este día de descanso; créame, el tema de hoy es necesario abordarlo.

   ¡Problemas!

   ¿Muchos, pocos, algunos? ¿“Cero problemas”?

   Aunque se nieguen, se oculten, se disfracen, no conozco persona que no haya tenido un problema; aún cuando pareciera estar todo bajo control, cuando todo marcha por su cauce, surge algún inconveniente que hace añicos la tan anhelada armonía.

   Existen de “todos los tamaños”; económicos, sociales, políticos, culturales, vinculares, familiares, laborales, tantos problemas como personas hay, pues el ser humano es un ser de conflictos; seguramente los peores problemas son los que atañen a la salud.

   En ocasiones, no somos conscientes de tener un problema. A veces algo que parecía nimio, insignificante, cobra magnitudes impensadas; otras veces el inconveniente “se mueve” con tal discreción que permanece oculto, adormecido; y cuando no se lo reconoce, menos aún se lo aborda, se corre el riesgo de terminar en un círculo sin fin, enroscado y hasta ahogado en el problema.

   No sé si usted, mi querido lector, tiene una escala de problemas; yo suelo compararlos con una piedra. Los problemas intrascendentes o pasajeros se asemejan a “la piedra en el zapato”, basta con advertirla y quitarla para poder continuar la marcha. Luego, a mayor tamaño, más complejo será el abordaje y la solución.

   Tal como dice un proverbio, el problema no es la piedra, sino lo que se hace con ella; ya que se puede convertir en un proyectil que destruye o en la base de algo nuevo por construir.

   ¿Por qué tropezamos siempre con la misma piedra? ¿Carencia de recursos? ¿Repetición?

   Las conductas tienden a repetirse. Hábitos, creencias, expectativas, aprendizajes, como naipes, se mezclan y “se juegan” en cada acción, en cada situación, en cada problema. ¿Mismas cartas ante distintas jugadas?

   Según la Psicología, la repetición, máxime si es compulsiva, guía una serie de acciones que ocasiona daños variados. Formas automáticas de respuestas convertidas en estrategias para resolver los diferentes problemas de la vida cotidiana, nos tumban en una zona cómoda de la cual es difícil salir; aunque a veces sea un cómodo callejón sin salida.

   Todos estamos expuestos a problemas, si bien algunos tienen una habilidad especial para atraerlos, nadie está exento, están ahí, al alcance de la mano. Por eso lo primero es reconocerlos, visualizarlos, de forma tal de poder esquivar la piedra.

   Luego, con calma, será el momento de revisar actitudes, conocimientos, modelos de relación, hábitos, creencias, y animarse a cultivar variantes, pues atreverse “a lo incómodo” posibilita nuevos abordajes ante esas piedras que a veces no se pueden esquivar y solo resta afrontar y resolver.

   Se requiere valor, coraje, dejar a un lado las excusas para enfrentar el abanico de problemas. Disminuir la velocidad permite dimensionar el grado de responsabilidad, pues algunos conflictos surgen por negligencia ajena.

   Reclamar afecto o “autogestionarlo”, pedir abrazos que contengan o hasta mimarse uno mismo con experiencias gratificantes, confieren fortaleza para erguirse ante las adversidades.

   ¡Uf! Me surgió un problema, según mi escala “no es grave”; una piedra en el zapato de la que deberé ocuparme con la ilusión de que al quitarla pueda comenzar a construir… Me despido con afecto hasta el mes de abril.