Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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La hora del regreso al país real

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva.

   Dicen quienes lo vieron subirse al avión el miércoles por la noche para descansar durante el fin de semana en Villa La Angostura, "su lugar en el mundo", como suele definirlo, que Mauricio Macri se llevó sabores mezclados. Primaron los amargos sobre los más placenteros. En este caso los rebotes de la satisfacción que a esa altura le perduraba por los éxitos en materia diplomática y de seguridad que jalonaron los tres días de reuniones de presidentes y jefes de gobierno del G-20 en Buenos Aires.

   Aquellos, el presidente busca atenuarlos durante esas jornadas de descanso junto a la siempre reparadora presencia de Juliana Awada y Antonia Macri. Se verá en las próximas horas si lo ha conseguido. Es que si hay que escuchar a uno de los ministros importantes del gabinete, durante aquellas horas en las que se disipaban las mieles de la cumbre global y las imágenes de la Argentina real volvían a inundar los televisores de los despachos y las redes sociales, Macri "caminaba por las paredes".

   El ministro lo había visto un par de horas antes por temas de seguimiento de su cartera. Ya había explotado en los medios el último exabrupto de Elisa Carrió, esta vez contra el protocolo de Patricia Bullrich que le otorga facultades extras a las fuerzas federales para enfrentar a los delincuentes. Un procedimiento que la oposición no tardó en calificar de "la vuelta de la mano dura", mientras el ministro de Justicia, Germán Garavano, la llamó "mano justa".

   "¿Era necesario justo ahora?", se preguntaban en los aposentos presidenciales al tanto del pésimo estado de humor de su jefe. No faltaron expresiones en la misma dirección en los despachos de la Jefatura de Gabinete, donde todavía festejaban el resonante éxito del G-20. El clima a esa altura contra Lilita, un sentimiento que hay que decir perdura ahora mismo en buena parte de la primera plana del macrismo, era de decidido fastidio. En especial por su recurrencia en no plantear primero sus disidencias hacia adentro, antes de hacerlas públicas.

   "Nos criticó ella más que toda la oposición junta", dijo aquel ministro que le escuchó despotricar a Macri. Aunque aseguran que al presidente el malestar con su socia política le viene de más lejos: todavía está dolido por aquel ataque contra el ministro Germán Garavano, y este nuevo misil contra Bullrich no hace más que echar nafta a la hoguera. "No vamos a romper, ni ella lo quiere ni Mauricio tampoco, pero Carrió cruzó una raya y será difícil la convivencia a partir de ahora", aseguran en despachos de Balcarce 50. ¿De qué hablan? Del final de aquella catarata de tuits de la diputada: "y no me importa lo que opine Macri", fue el último envío.

   La sangre, auguran una vez más los pacifistas del macrismo, no llegará al río. Lo supo José Torello cuando regresó de una misión exploratoria a Exaltación de la Cruz en momentos en que, por primera vez en estos tres años, se dudaba del futuro de la coalición Cambiemos tal como se la conoció hasta ahora.

   Una prueba de esa no ruptura que pronosticaban algunos levantiscos que no quieren nada a Carrió, o que están hartos de su petardeo mezclado con obsesión por el protagonismo, fue lo que vino después. Ocurrió en medio de ese valle de pasiones en que suele convertirse la relación presidente-diputada. Aunque en el gobierno aseguran que Macri nunca atacó a Lilita y le tiene "una paciencia infinita". Antes de su retiro espiritual en el sur el presidente dejó ordenes de "conciliar" para que el daño no sea mayor y no darle pasto a las fieras de adentro y de afuera.

   Ese acuerdo se vio en el Parlamento, donde Carrió entregó varios signos de su enojo. No fue a la sesión donde se ratificó a Emilio Monzó, y expresó su rechazo a los proyectos de financiamiento de las campañas y de endurecimiento de penas a los barra bravas. Además reclamó que el Protocolo de seguridad salga a través de una ley. Macri, conciliador, cedió en el caso del proyecto para financiar las campañas y lo mandó directamente a marzo. Pero no negoció el de los barras, aunque hay dudas sobre su trámite antes de fin de año. Y tampoco planea convertir en proyecto el decreto sobre el protocolo Bullrich, a quien volvió a respaldar mal que le pese a Lilita.

    De regreso al país cotidiano, el presidente no solo deberá lidiar con Lilita. Los radicales, la otra pata de la coalición, siguen sin solucionar sus propios reclamos de protagonismo. La cena del martes por la noche en una exclusiva parrilla de Palermo entre ambas cúpulas encabezadas por Peña y Alfredo Cornejo apenas si pudo "sellar la paz" hasta fin de diciembre. No sea de contribuir desde adentro al clima que suele acompañar este mes tradicional, aunque Carolina Stanley y hasta María Eugenia Vidal aseguren que la tranquilidad hasta el arranque de las vacaciones está garantizada. La UCR avisó entre achuras y vino mendocino que en marzo o abril quiere discutir "en serio" el tema de las candidaturas, y advirtió que no es negociable su negativa a permitir que los macristas les copen las listas allí donde ellos gobiernan, caso Jujuy, Corrientes y la propia Mendoza.

   Si ambos incidentes ponen en dudas el futuro de Cambiemos, la entronización de la "rosca política" que hizo Monzó, y que directamente detestan Macri y Peña, fue el moño. Peor: el desprecio por la política a través de las redes sociales que hizo el legislador fue un palo directo al presidente y su alter ego. La frutilla del postre: hay fuertes indicios de que Rogelio Frigerio acompañará a Monzó en su anunciado abandono de la coalición a fines del año que viene.