Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Fruet: cuándo un grande se va

Había que verlo caminar por las calles a Atilio “Lito” Fruet para verificar que seguía siendo un ídolo. O un mito. O una leyenda. Que conservaba su fama a pesar de que había dejado de jugar al basquet 46 años antes.


Es cierto, los pibes quizá no sabían quién era. Porque tampoco su altura era la de un jugador de basquet de estos tiempos. Saben de Ginóbili, algo de Montenegro, un poco de Pepe Sánchez y Montechia. Pero Fruet jugó en los 60, allá lejos.


No es fácil para una ciudad resignar a sus emblemas, a sus referentes. Que se vayan físicamente. Que quede su recuerdo, su figura, la aspereza de su voz, su forma de caminar, sus canas, sus gestos, sus fotos. No es fácil ser un poco más pobre.


Fruet fue un jugador de basquet que dedicó el 90% de su juego al torneo local, a defender los colores de Independiente, de Olimpo, del seleccionado local. En tiempos en que no había Liga Nacional. Una semana al año el combinado ganaba el provincial y luego el nacional de básquet.


Después jugaba amistosos. “Amistosos” para los que llegaban. Los bahienses salían a la cancha para mostrar algo inesperado, único, mágico. Una conjunción de talentos en tiempo y espacio. No hay forma de entender si no la jerarquía y los logros, pero había tres en un podio de primeros, que se los nombraba en orden y con sonido: Fruet-Cabrera-De Lizaso.


Tres jugadores distintos, talentosos, briosos, creativos. Se complementaban de tal modo que era imposible pensar en una competencia entre ellos. Ninguno podía ser mejor que otro porque cada cual cumplía un rol distinto, que potenciaba y ayudaba al otro.


Lito Fruet era la enjundia, la potencia, la entrega. Con un metro 87 era rebotero, jugaba abajo del aro. Algo impensado hoy, que a veces ni siquiera se pelean los rebotes. Era cabrón, era líder, era referencia, era una persona maravillosa, extrovertida, pujante. 


Todos los Olimpia de Plata de la revistas El Gráfico en los que fue ternado se los quedó Cabrera. Pero eso a Lito no le movía un pelo. Él era tanto o más talentoso. 


Hay varias fotos. Aquella del doble con De Lizaso. Aquella discutiendo con algún árbitro. Pero hay una. Cuando se puso su nombre al nuevo estadio de Olimpo. 


Mirada limpia, un dejo de tristeza (o emoción), su brazo en alto, el puño. Me tengo que ir. Los amo a todos. Salud, Lito.