Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

Día de la Madre: "Quien apunta al cielo, siempre da en el blanco"

El escritor José Narosky le dedicó un aforismo a la Madre Teresa en vísperas del Día de la Madre, porque dice que toda "toda mujer es madre, aunque no tenga hijos".

  José Narosky / Especial para agencia NA

 

   Considero que en el Día de la Madre, hay un homenaje  sobradamente merecido: a la Madre Teresa de Calcuta, una madre sin  hijos, pero a la vez, con millones de hijos.

   Fue uno de esos seres, que hicieron el bien por necesidad  vital.

   Esta mujer, de 44 kilos de peso, de 1,55 metros de estatura,  físicamente muy frágil y enfermiza, demostró al mundo que seres de  pequeña talla, pueden proyectar sombras gigantescas.

   Se llamaba Agnes Gonxha (“pequeña flor” o “pequeña rosa” en albanés) Bojaxhiu pero millones de personas de todo el  planeta la conocieron con un seudónimo: Madre Teresa.

   Había nacido en 1910, el año del centenario de nuestra gesta de Mayo, en Uskub (actualmente Skopje o Skopie) una ciudad multicultural del Imperio Otomano. Skopje es actualmente la capital de Macedonia, pero pertenecía entonces a Albania.

   Una mujer muy especial que murió en septiembre de 1997: tenía  87 años cumplidos una semana antes.

   Y pocos días después se resolvió en las Naciones Unidas, que el  día de su nacimiento, 26 de agosto, quedaba establecido como Día  Mundial de la Solidaridad. Nada más justo.

   Ella eligió para ejercer su apostolado religioso la  ciudad de Calcuta, en la India, ciudad que había conocido cuando  llegó allí para ejercer su noviciado, siendo una jovencita de 18  años.

   Y eligió radicarse en Calcuta, porque en esa ciudad de siete  millones de habitantes, las estadísticas decían que cuatro de cada  diez criaturas, morían allí antes de cumplir un año; y que siete  de cada diez, jamás conocieron una escuela.

   Además, se veían permanentemente en las calles de esa ciudad  carros tirados por mulas que recogían cadáveres sin sepultar ni  identificar.

   Entonces pensó -seguramente con otras palabras- siendo casi  adolescente que: "Una pequeña ayuda puede valer más que un gran  consejo". Y que debía dar, a esos infelices, a los que la lepra y la tuberculosis les ganaban batallas diarias, amor verdadero en lo  material y en lo espiritual. Y se radicó a los 19 años, en 1929, en Calcuta en la República  de la India.

   Y una anécdota que la define. Transcurría 1979. Tenía ya 69 años. Había recibido esa mañana  lluviosa de octubre, un telegrama de Suecia.

   Se anotició de que le habían otorgado el Premio Nobel de la  Paz, con una recompensa de casi 200.000 dólares. Dejó el telegrama sobre una mesa y recomenzó su recorrido diario por los barrios más pobres de la ciudad, llevando pan y leche para los desposeídos.

   Pero la noticia del premio había corrido como reguero de  pólvora; ¡Era ganadora nada menos que del Premio Nobel! Ya periodistas de varios países la comenzaron a buscar por la  ciudad.

   Por fin, la localizaron en una calle de los suburbios realizando su noble tarea habitual. Vestía su gastada túnica de siempre y viejas zapatillas. Es que los grandes espíritus necesitan muy pocas cosas. Y de esas cosas, necesitan poco.

   Y la primera pregunta, superficial, pueril de un periodista:  -"¿Cómo se siente con este premio?".

   -"¡Ah muy bien!" y agregó: "creo que tengo asegurado el pan y la leche para mis pobres, por muchos meses."

   La Madre Teresa falleció una semana después de cumplir 87 años. Su gastado físico, había soportado tres operaciones cardíacas. 

   Pero en la noche del 5 de septiembre de 1997, Dios decidió llevarse consigo a esta mujer "que sintió como propio el dolor  ajeno y que por eso quizá le dolió menos el propio". 

   Y quiero dedicarle un aforismo a este ser humano que utilizó una de las armas más poderosas que existen y que no necesitan comprarse: la comprensión. Esa comprensión que los argentinos pudieron palpar en las dos visitas que realizó a nuestro país en 1979 y en 1982.

   Y para Teresa de Calcuta, mi modesto homenaje en forma de aforismo, relacionado con su noble condición humana. "Quien apunta al cielo siempre da en el blanco".