Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Cuentapropistas: cuando la libertad le gana a la economía

Trabajar sin jefe tiene sus ventajas para quienes eligieron este camino. Pero en un país tan cambiante, todo puede costar más de lo pensado, sobre todo, en un contexto de crisis económica como el actual. 

Francisco Rinaldi

frinaldi@lanueva.com

Juan Manuel tiene 79 años. Desde hace casi 60, cuando obtuvo su matrícula de gasista de la primera categoría, se desempeña en forma independiente. 
Asegura que siente -y mucho- los duros avatares de la economía nacional, a punto tal que está obligado a seguir laboralmente activo para poder mantenerse. 
También que le cuesta mucho cobrar los trabajos que realiza, aunque valora la libertad que le da ser su propio jefe. 
      La historia de Juan Manuel es similar a la de muchos bahienses que se desempeñan como cuentapropistas, ese colectivo de trabajadores que no vive de un salario fijo y que la estadística oficial cifró en alrededor de 28.000 en nuestra ciudad al primer trimestre de este año. 
         El número de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC incluye a quienes se desempeñan en el sector informal de la economía bahiense, aunque resulta difícil de individualizar, ya que no se discrimina entre quienes contribuyen a los distintos regímenes tributarios (simplificado o monotributo y general) y de la Seguridad Social y quienes no. 
         Sin embargo, si se considera como una aproximación a la informalidad el bajo nivel educativo (hasta secundario incompleto como máximo) resulta que habría unos 12 mil trabajadores independientes en nuestra ciudad que se desempeñan “en negro”. 
          “Este colectivo social representa alrededor de un 20% del total de los trabajadores activos (la Población Económicamente Activa), y se mantiene relativamente estable desde el segundo trimestre de 2016”, explicó la doctora en Economía Valentina Viego, profesora del departamento de Economía de la UNS e investigadora del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales del Sur (IIESS).  
        Agregó que la categoría trabajador cuentapropista, según el INDEC, toma tanto a profesionales liberales (como médicos, contadores, abogados, etcétera), oficios (gasistas, plomeros, electricistas) y, como ya se mencionó, ocupados independientes informales.     
 

Tiempos duros
      Juan Manuel Palma, gasista, de 79 años, asegura que el momento actual no es el mejor para trabajar por cuenta propia.
          “Hoy es complejo fijar un precio para la mano de obra, porque no se ha reajustado en función de la inflación, pero nos tenemos que adaptar para seguir teniendo trabajo. Yo me desempeño en la construcción y, si bien hay actividad, también muchas obras paradas por falta de dinero”. 
      Gabriel Calachi, dedicado a tareas de plomería y gas, opina igual. “Tengo rechazos de presupuestos no por mano de obra, sino por los excesivos costos de los materiales. Habitualmente, yo paso la lista y la gente los compra con tarjeta o cuenta corriente en los comercios del rubro, y me está pasando que deciden suspender las obras por las dificultades para poder comprarlos o la incertidumbre general”, señaló. 
        ¿Y cuesta cobrar? “Horrores”, se sinceró Calachi. “Los plazos de pago se estiraron muchísimo y más de una vez me pagan parcialmente cuando finalizo mi tarea”, acotó. 
      Palma coincide. “Hay que ser insistente para poder cobrar. Muchas veces tengo que hacer malabares porque no me pagan todo. Es un momento muy difícil. Yo he vivido varios, pero pocos como el actual”. 
          Pero, a pesar de todo, el trabajo independiente tiene su lado positivo. Y eso es algo que, para quienes se inclinan por este camino, bien vale la pena, a pesar de no cobrar un aguinaldo o tener una jubilación famélica. 
          “No tengo horarios. Mi semana se termina el viernes y hasta el lunes no vuelvo a trabajar. Gracias a mi empleo, he podido hacer otras cosas que me gustan, como por ejemplo, dedicar tiempo al deporte, mi gran pasión”, dijo Palma, quien supo desempeñarse como presidente del Club Pueyrredón, director técnico de todas las divisiones del básquet de esa institución, y hasta como juez durante la edad dorada del baloncesto local. 
Por si fuera poco, es además uno de los fundadores de la Cámara local de Instaladores de Gas, entidad con 33 años de edad. 
      Calachi tuvo un trabajo como dependiente. Pero decidió cambiar. 
       “Tengo más libertad horaria y, al andar en la calle, he conocido muchísima gente. Además, nadie te puede echar. Yo he trabajado en relación de dependencia y es común que te resignen el contrato o que no encuentres comodidad en tu lugar de trabajo”, identificó como aspectos positivos.  
Impuestos y jubilación
       Existen dos regímenes tributarios para el trabajo independiente en nuestro país: el general (autónomos) y el simplificado (monotributo). 
            Con relación al primer régimen, los independientes deben tributar la cuarta categoría del impuesto a las Ganancias y, en caso de no ser profesionales con caja de jubilaciones propia, contribuir a la seguridad social como autónomo. 
         “Los autónomos son un grupo de trabajadores históricamente discriminados en Ganancias, porque tienen deducciones (N de R: se trata de los montos que la ley permite deducir a un contribuyente, de forma que pague un menor impuesto) que no se han modificado en los últimos tiempos”. 
       “De hecho, las deducciones que tienen permitidas por la ley los trabajadores dependientes son hasta dos o tres veces mayores que las de autónomos, de forma que, a niveles similares de ingresos, un trabajador independiente debería pagar Ganancias, mientras que un asalariado no”, explicó el tributarista bahiense y profesor de grado y posgrado de la UNS, el contador público y Máster en Derecho Tributario, Gustavo Etman.
Otro tema es la jubilación. 
     “Si se trata de profesionales, suelen tener caja de jubilaciones propia y aportan a la misma, de lo contrario, deben hacer sus aportes al régimen de trabajador autónomo, los que son determinados en función de su nivel de ingresos y su actividad”, aclaró Etman. 
        Y, como era de esperar, las distorsiones persisten. 
      “El problema con los autónomos que que cualquier integrante de una sociedad tiene que aportar lo mismo independientemente si se trata de una gran empresa o una ferretería de barrio, algo totalmente inconsistente”, señaló el profesional local. 
      La segunda alternativa es el monotributo. 
       A través del mismo, el trabajador unifica el componente impositivo -IVA y Ganancias- y el componente previsional -aportes jubilatorios y obra social- en una única cuota mensual. 
      Para adherir al mismo, se deben cumplir con determinados valores de parámetros como facturación anual, superficie de locales, energía eléctrica consumida y el monto de alquiler del local.
 

La evasión 
      La evasión fiscal suele ser una característica propia de este grupo de asalariados, aunque, según Etman, no siempre es así. 
       “Lo de la elevada evasión en este grupo de trabajadores es relativo y  depende del sector”. 
       “Hay actividades más vinculadas al consumidor final, donde las posibilidades de no emitir facturas son mayores,  pero en aquellas en las cuales hay relación directa con empresas, esas posibilidades son casi nulas”, aclaró el tributarista. 
      Pero la excusa para no tributar siempre suele estar, aunque, a juicio del profesional, la misma se magnifica notablemente cuando la  presión fiscal es muy elevada, como ocurre en nuestro país. 
       “Normalmente, a mayor presión, más estímulo para no tributar porque, obviamente, el premio por evadir es muy elevado. Y todo lo contrario pasa cuando hay una presión más baja”, señaló. 
      Más allá de toda particularidad, el tema de la evasión es cultural y los buenos ejemplos más que los castigos contribuirían a morigerarla.
       Y precisamente, en nuestro país, la ejemplaridad no abunda. 
      “Es que si los jueces se la pasan busando excusas para no pagar Ganancias, cuando somos el único país en el mundo en que no lo hacen, después es muy díficil pedorle al contribuyente que cumpla con todas sus olbigaciones”, finalizó Etman.