Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Los planetas parecen alinearse

Un plano más amplio permite ver que el poder real, tal vez por primera vez desde que asumió hace dos años, está en manos del presidente.

Macri suele repetir en charlas informales que siempre se consideró un hombre de suerte. Que él aporto lo suyo, y por eso le gusta enfatizar en ocasiones una de sus frases de cabecera: "Hay que romperse el traste". Otra vez esa buena mano del destino parece haberlo alcanzado. Los planetas se le han alineado. Y justo a menos de un mes de las elecciones que podrían garantizarle gobernabilidad y gestión, no ya hasta que concluya su mandato, sino con la posibilidad de una reelección que lo mantenga en la Casa Rosada hasta 2023. Al margen de que enfatice que el país necesita 15 o 20 años más de este proceso de cambio -del que se considera fundador- para salir definitivamente del sistema pendular que condenó a los argentinos a los continuos cimbronazos durante medio siglo.

Los datos de la realidad parecieran darle la razón al presidente. El Gobierno atraviesa su mejor momento desde el aspecto económico. Cabría agregar que también ese buen pasar se referencia en los planos políticos y social. Con la siempre inestimable ayudita de sus enemigos que se empeñan en mostrar o decir cada día todo lo que la sociedad ya demostró que repudia. "¡Bingo!", diría esta semana un funcionario del primer piso de Balcarce 50 mientras miraba la escandalosa saga de "Pata" Medina.

De hecho lo dicen en el Gobierno pero también lo reflejan consultores y analistas. Existe una impresión muy afianzada en todo esos sectores -menos en el cristinismo duro, claro está- de que el oficialismo se encamina a ganar cómodamente las legislativas, que ampliará a nivel nacional la victoria de las PASO, y que también se quedará con el triunfo en Buenos Aires, donde todas las encuestas sostienen que Esteban Bullrich aventajará a Cristina por entre 2 y 5 %.

Harina de otro costal es que los propios habitantes del Instituto Patria, bunker del cristinismo, reconozcan que la elección no viene bien. O que dejen trascender livianamente la versión acerca de que Cristina les dijo: "Vamos a perder". ¿Estrategia, victimización, para condoler a algo más que al 34 % de fieles?

Parece nomás que es el mejor momento de Macri. De mínima se afianza ese panorama hacia octubre y un plano más amplio permite ver que el poder real, tal vez por primera vez desde que asumió, está en manos del presidente. Le garantiza por caso el suficiente aire político para aplicar después de octubre un plan gradual, no un "ajustazo", en temas que requieren retoques como tarifas, quita de subsidios y achique en general del gasto público.

Se lo permite aquel presente en el que hay mucho para enumerar, como los indicadores económicos: suba de la actividad general en casi cinco puntos en julio, baja de la pobreza que saca a 600.000 argentinos de ese estrato en el último semestre, además de suba del empleo registrado con un total de 210.000 nuevos puestos creados entre julio 2016 y julio 2017. Se agrega el aumento del consumo de productos básicos de la canasta en sectores bajos, y el boom de los créditos personales e hipotecarios.

El Gobierno mantiene además una buena relación con la CGT y la mayoría de los gremios que, como buenos peronistas, saben oler los momentos políticos. El horizonte luce despejado de paros o planes de lucha. Un ejercicio ése que también practican los gobernadores y senadores, que se disponen a una convivencia pacífica con el Gobierno después de octubre. Ellos a fin de cuentas saben que también tienen que hacer buena letra si pretenden recobrar el poder. Un supuesto que hoy pareciera descartado al menos en la instancia de 2019. Los movimientos sociales, salvo chispazos, firmaron la paz con Carolina Stanley hasta después de fin de año. La ministra sabe cómo llevarlos.

Siempre es bienvenida la ayuda de Cristina, que en cada reportaje o aparición dejaría caer puntos de intención de votos e imagen. Ella cree que gana terreno, pero la embarra cuando admite que en su Gobierno hubo corrupción.

El problema de la doctora no es solo el peronismo que ya no la quiere y buscara sacársela de encima. Según los analistas es la sociedad misma la que no le cree más nada. Se suma un escenario impensado para tiempos preelectorales en materia judicial. El Gobierno puede celebrar que, a tres semanas de las elecciones, tiene a De Vido sentado en el banquillo de los acusados; a la abogada exitosa con un procesamiento pendiendo sobre su cabeza; a Boudou camino al banquillo por la causa Ciccone y a Julio López rumbo al juicio oral por los bolsos con millones de dólares. La frutilla fue la obscena fortuna de "Pata" Medina, amasada durante los años del kirchnerismo.

Por si faltase algo, Elisa Carrió dijo lo que en estas crónicas se reflejó la semana pasada de fuentes seguras del Gobierno: que a Cristina y a los organismos de derechos humanos les conviene que Santiago Maldonado aparezca muerto, para cargárselo a Macri.