Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Una pincelada cargada de distintos verdes y que resulta inigualable

Quien alguna vez visitó la ciudad de Necochea seguramente no habrá dejado de recorrer y disfrutar de este espacio casi único en la Argentina y refugio en los días que no son de playa.

Si bien esta ciudad es un vértice privilegiado de la naturaleza, hay lugares donde la mano del hombre tuvo una gravitación fundamental. Uno de ellos es el Parque Miguel Lillo, el cual sirvió para forestar las indómitas dunas y médanos que predominaban en dirección al sudoeste, arribándose a la realidad actual luego de varias décadas de un laborioso trabajo humano.

Así es como Necochea cuenta con este verdadero pulmón verde que se constituye en uno de los principales atractivos en el amplio abanico de su oferta turística y así lo entienden quienes año tras año llegan a la ciudad para disfrutar sus vacaciones.

Sin embargo, no sólo los visitantes gozan a pleno del Parque Miguel Lillo, sino que cada vez son más los necochenses que lo valoran y lo utilizan los doce meses para recreación como para la realización de múltiples actividades aeróbicas.

Los inicios de este espacio verde se remontan a 1948, cuando fue creado el denominado Vivero y Estación Forestal, con 483 hectáreas que en la actualidad se transformaron en 641 hectáreas con la incorporación de las tierras del lote mar 5.

Su nacimiento se produjo sobre el primitivo núcleo del parque de la familia Díaz Vélez, donde hoy está la casona que sirve de albergue al Museo Histórico Regional Egisto Ratti.

Dependió del Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos Aires hasta 1979, cuando se produjo su transferencia a la Municipalidad de Necochea, a la órbita de la Dirección de Parques y Paseos Públicos.

El área próxima al centro turístico presenta la característica de parque urbano y es la de mayor demanda durante todo el año, principalmente, en las temporadas estivales.

Allí se encuentra el Anfiteatro Pedro Arozarena, con capacidad para 1500 espectadores, y que sirve de escenario para tradicionales realizaciones artísticas, como el festival infantil.

Otro de los atractivos en este sector es el museo que está en esa verdadera joya de la arquitectura colonial y que reúne aspectos llamativos, como el primer mapa invertido de la provincia de Buenos Aires que data de 1964, además de dos trajes de buzos completos; cuatro maquetas sobre la transformación que experimentó Necochea a través de los años; una colección de hueso tallado, única en Sudamérica, y una completa guía de la cronología que ha tenido la historia necochense. En la parte exterior, se halla la rotoplana que fuera del matutino local Ecos Diarios.

Un sector reservado para lo que dio la naturaleza

En el Museo de Ciencias Naturales se expone un rico material de la fauna y flora local, incluyendo la marina y vitrinas de paleontología y osteología, contándose además con parte de las piezas del Museo Bromatológico creado por el Dr. José Squadrone.

Se disfruta de las bicicletas acuáticas, o de los kartings que circulan por una pista frente a ese espejo de agua.

También pueden alquilarse bicicletas, caballos o cuatriciclos para recorrer los serpenteantes caminos entre las plantas.

En los fogones centenares de personas comparten asados los fines de semana o durante todos los días en épocas estivales.

Todo el sector en cuestión cuenta con la plantación más antigua del Parque Lillo y alcanza la superficie de 40 hectáreas. El área es de un alto valor paisajístico por la calidad y profusión de la plantación.

Luego se desarrolla la parte más arbolada y la “puerta” de este sector es el denominado circuito aeróbico, el cual fue es muy utilizado por aquellos que practican running, caminan o circulan en bicicleta, estando impedido el tránsito de los vehículos por estas calles que constituyen un hermoso paseo.