Bahía Blanca | Domingo, 20 de julio

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El hombre que camina

--A veces voy por la calle con mi mujer y saludo a alguien, cuando ella me pregunta quién es yo no tengo ni idea del nombre, pero enseguida le digo: "ese come bife de chorizo con puré". Soy así: me olvido enseguida de los nombres, pero casi nunca me olvido de lo que pide la gente. El mozo Omar Rueda lleva casi 40 años caminando entre las mesas de un típico restaurante de nuestra ciudad: Víctor. Omar llegó a Chiclana 81 el 16 de diciembre de 1971 con la ayuda de su padre.




 --A veces voy por la calle con mi mujer y saludo a alguien, cuando ella me pregunta quién es yo no tengo ni idea del nombre, pero enseguida le digo: "ese come bife de chorizo con puré". Soy así: me olvido enseguida de los nombres, pero casi nunca me olvido de lo que pide la gente.


 El mozo Omar Rueda lleva casi 40 años caminando entre las mesas de un típico restaurante de nuestra ciudad: Víctor. Omar llegó a Chiclana 81 el 16 de diciembre de 1971 con la ayuda de su padre.


 Había empezado a estudiar en el Colegio La Piedad del barrio Noroeste: su ilusión era llegar a ser carpintero.


 Nació en Bordenave el 10 de octubre de 1956 y ahí se crió. Luego se vino a Bahía solo y fue pupilo en La Piedad hasta que la enfermedad de papá Francisco obligó a llevar el mango a casa y terminó con la ilusión de Omar.


 --Mi papá habló con Turi y José Costa --la familia que compró los dos restaurantes que había en el lugar allá por el 35 y que los terminó haciendo uno optando por uno de los dos nombres que ya tenían-- para que me dieran trabajo. Empecé de lavacopas. No tenía ni idea, pero fui aprendiendo. Siempre tuve mucha voluntad --dice Omar.


 Pasó el tiempo. Omar se fue haciendo parte del Víctor.


 --Fui creciendo con esto, encontré mi lugar y me siento cómodo.


 El día laboral de Omar empieza a las 11 y media. Es que, según dice, no le gusta andar corriendo a último momento.


 --Llego y empiezo a preparar las paneras, el queso roquefort con manteca que se sirve antes de la comida, las cucharas para el postre... todo lo que se pueda anticipar.


 A las 16 corta y a las 19.30 está de vuelta. La salida final será alrededor de las 2 del día siguiente. Aunque aclara que los sábados se puede extender un poco más.


 Y en esas casi 11 horas de trabajo Omar va y viene por el amplio salón del Víctor.


 --Para mí es fundamental estar bien físicamente así que siempre como liviano. Pero en una época, cuando era chico, llegué a pesar 100 kilos --dice este hombre flaco que debe andar por el metro 70 de estatura.


 --¿Y cómo hizo?


 --Es de la cabeza. Incluso una vez pensé que fumando iba a comer menos, entonces estaba con un cigarrillo en una mano y comiendo con la otra. Pero a los 22 años me decidí y empecé a caminar y a comer más verduras, cosas sanas y que no engorden.


 --La comida de restaurante ¿no lo tentó?


 --A veces me llevo algo y lo como en casa porque yo como recién cuando termino de hacer todo y soy de terminar bien las cosas, así que cuando puedo sentarme a comer ya se quieren ir todos a sus casas.


 Omar tiene otro secreto para moverse permanentemente en un trabajo en el que hay que caminar mucho.


 --La bicicleta te aliviana las piernas. Si no te dan las piernas no te da la cabeza... ¡Y pensar que algunos creen que es al revés!


 --¿Y qué más hace falta para ser un buen mozo?


 --Estar atento a las mesas es fundamental, que el plato esté bien en su cocción y en su temperatura. Los de la cocina me dicen que soy hincha pero yo les digo que el que pone la cara con el cliente soy yo.


 De tanto estar en el Víctor, este mozo tiene gente que le dice frases como: "Me acuerdo de cuando era chico y vos me ponías la sillita" o "Por acá pasé cuando me iba en viaje de bodas y vuelvo porque me gustó".


 Y de tanto estar en la gastronomía, Omar opina.


 --¿Sale a comer?


 --Sí, sí... pero la cosa está un poco deteriorada. Lo que pasa es que ahora se toma a cualquiera para trabajar de mozo. No hay preparación.


 --¿Cuál es la falla principal de los nuevos mozos?


 --Tardan en atender, no miran a la mesa o anotan hasta cuando se piden dos cafés.


 Omar dice que nunca anotó un pedido.


 --Y eso que he atendido mesas de 15 personas o más.


 --¿Me cuenta el secreto?


 --Es memoria visual y psicología con el cliente: cuando los veo indecisos les digo que pidan tal o cual cosa y siempre quedo bien. Por ejemplo: sé que a casi todas las mujeres les gusta el puré de manzanas, entonces busco alguna carne que combine y se los ofrezco.


 --¿Le gustaría que, como en otros países, la propina fuera el 10% de la cuenta?


 --Sería importante. Ya que se copian tantas cosas...


 Omar dice que la bandeja se dejó de usar porque no era práctica.


 --Acá la usábamos cuando se comía afuera. Me acuerdo lo que era esto cuando había más mesas afuera, no se podía estar en la vereda de la gente que había. Lo que pasa es que con el aire acondicionado cambió: cuando hace calor la gente prefiere estar adentro.


 --¿Y con la prohibición de fumar no se volvió a la calle?


 --No tanto. Con eso del cigarrillo yo empecé antes de la ordenanza.


 --¿Cómo?


 --Es que una vez una señora me pidió si le podía decir a un chico que tenía en la mesa de al lado que dejara de fumar porque recién había salido del hospital. Le dije y el pibe siguió fumando. Entonces la mujer terminó comiendo con un pañuelo en la boca. Desde ese día dije: "en mi sector no se fuma más, le guste a quien le guste". Y lo hice cumplir.


 Omar ya lleva casi 40 años en el Víctor...


 --Y creería que está todo bien para jubilarme acá.

MAXIMILIANO PALOU