Bahía Blanca | Domingo, 07 de diciembre

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Nulos conocimientos, falsas intenciones

Como parte de una declamada política de reactivar la industria nacional --víctima de la funesta combinación entre el contrabando a gran escala y el traslado de sectores enteros a Brasil durante la década pasada para aprovechar el "dumping social" de ese país-- (1), el gobierno ha dado señales de querer iniciar la construcción de una serie de embarcaciones de patrullaje marítimo para la Armada Nacional, trabajos que serían realizados en el Astillero Río Santiago. A ese efecto, los medios de prensa han mencionado que se concretaría una previsión presupuestaria superior a los cien millones de pesos. (2).




 Como parte de una declamada política de reactivar la industria nacional --víctima de la funesta combinación entre el contrabando a gran escala y el traslado de sectores enteros a Brasil durante la década pasada para aprovechar el "dumping social" de ese país-- (1), el gobierno ha dado señales de querer iniciar la construcción de una serie de embarcaciones de patrullaje marítimo para la Armada Nacional, trabajos que serían realizados en el Astillero Río Santiago. A ese efecto, los medios de prensa han mencionado que se concretaría una previsión presupuestaria superior a los cien millones de pesos. (2).




 Desde el gobierno se sugiere que con estas naves podría reforzarse el control de las pesquerías nacionales en el Atlántico, devastadas desde hace años por la pesca ilegal y los leoninos permisos otorgados a flotas congeladoras extranjeras durante los años '90.




 Estos conceptos, que sostendría el gobierno, se basan en premisas falsas y albergan intenciones ocultas, distintas a las que se expresan.




 En primer lugar, la situación planteada llevaría a pensar que nuestra Armada carece de unidades capaces de concretar ese tan necesario patrullaje. No es así. Nuestra Marina posee ocho corbetas, pertenecientes a dos clases distintas (de 1.200 y de 1.700 toneladas), de diseño francés las primeras y de diseño alemán las segundas, perfectamente adaptadas a la operación en el Mar Argentino, muy bien provistas de equipamiento electrónico de detección activa y pasiva y propulsadas por económicos motores diesel que les proporcionan buena velocidad y gran autonomía.




 Estas unidades languidecen en sus apostaderos de Puerto Belgrano y Mar del Plata, a consecuencia de la escasez de combustible y repuestos a que los infames presupuestos de defensa de los últimos años las han condenado. Con ello, no sólo no se logra impedir la depredación de nuestro mar, sino que también se resiente el adiestramiento de las tripulaciones, único activo militar que no puede recuperarse en poco tiempo, ni siquiera disponiendo de recursos económicos ilimitados. Estas unidades han capturado, en distintas oportunidades, a importante cantidad de pesqueros piratas.




 En segundo lugar, las denominadas "lanchas rápidas" no se adaptan a los rigores del Mar Argentino Austral. La Armada posee desde hace años dos magníficas embarcaciones rápidas de ataque (Fast Atack Craft) de construcción alemana, de más de 200 toneladas y casi 40 nudos de velocidad, y siempre han estado destacadas en Ushuaia para el patrullaje de los canales fueguinos, ya que su operación en el mar abierto presenta serias restricciones.




 Debe tenerse en cuenta que la pesca ilegal se produce en el límite de la Zona Económica Exclusiva, o sea a 200 millas de la costa, y que nuestros puertos patagónicos se hallan a grandes distancias entre sí (centenares de millas, en casi todos los casos). Una tormenta fuerte y repentina, muy común en nuestro mar austral, que sorprendiera a una de estas embarcaciones ligeras en el límite de su zona de patrullaje, podría poner en serio riesgo a la nave y a sus marinos.




 Algo similar ocurrió cuando, luego de la Segunda Guerra Mundial, fueron traídas al país varias lanchas rápidas torpederas norteamericanas del tipo PT, de casco de madera y motores nafteros, que terminaron desarrollando toda su vida de servicio en el Río de la Plata, operando desde la Base Naval Río Santiago (justo enfrente del astillero, ¡qué paradoja!).




 En tercer lugar, lo que se intenta en realidad es obtener nuevos "rehenes comerciales" para el Astillero Río Santiago. Es sabido que dicho astillero pertenece a la provincia de Buenos Aires, distrito político del ex presidente Duhalde y de varios ministros del actual gabinete, entre ellos el de Defensa. Este astillero todavía tiene sin terminar, desde hace más de diez años, una de las corbetas tipo Meko 140 de la Armada, similar a las que se encuentran actualmente en servicio.




 En un similar intento de mantener su subsidiada actividad, el mismo astillero consiguió, hace años y presiones políticas mediante, bloquear la repotenciación en astilleros europeos del portaaviones "25 de Mayo", núcleo principal de nuestro poder en el mar, para la cual estaba asegurada la financiación externa integral a largo plazo y con bajo interés.




 La nave fue trasladada a Río Santiago y entregada al astillero, donde rápida e intencionalmente se la incapacitó para navegar --no fuera el caso de que ante la inacción previsible la Armada reviera su decisión-- y penó durante años sin que los trabajos se concretaran --por falta de financiación, como era previsible-- hasta que, ante el hecho consumado, fue llevada a Puerto Belgrano a remolque y, finalmente, vendida para su desguace.




 Ante la posibilidad, cercana en el tiempo, de perder su último rehén naval (la corbeta casi terminada), la combinación de políticos y sindicalistas bonaerenses que manejan (¿manejan?) el astillero quiere embarcar al país y a la Armada en un gasto innecesario, además de inútil e inconveniente, con el reciente descubrimiento de que hay que defender nuestras devastadas pesquerías (hubieran podido darse cuenta antes, cuando Kirchner era gobernador de Santa Cruz).




 Con una fracción de lo que se pretende gastar en esas lanchitas de juguete, pueden ponerse a navegar inmediatamente todas nuestras unidades navales del tipo corbeta, que inclusive, en algunos casos, cuentan con facilidades para llevar helicópteros, lo que mejora las posibilidades de captura, y que, provistas de los medios indispensables que hoy les faltan, podrían barrer en pocas semanas nuestro mar de intrusos indeseables. Además, las tripulaciones tendrían posibilidad de actualizar su adiestramiento, que es la misión fundamental de toda fuerza militar en tiempo de paz.




 Quisiera particularmente llamar la atención sobre esta cuestión a los legisladores nacionales, diputados y senadores, pues me consta que entre ellos se cuentan muchos argentinos capaces y dignos, para que de una vez por todas asuman la responsabilidad central que el Congreso Nacional posee en cuestiones atinentes a la Defensa Nacional e impidan el desatino que algunos funcionarios, de nulos conocimientos y falsas intenciones, una vez más, intentan perpetrar.


Notas:
1. Para confirmación, ver solicitada de la Unión Industrial Argentina del 11 de julio de 2003, puntos 6 y 7, en "La Nación" de ese día, Pág. 3.
2. Gallo, Daniel, "Promueven la producción militar", en "La Nación", 7 de julio de 2003, Pág. 7.











 Manuel Carlos Giavedoni Pita es ingeniero y magister en Defensa Nacional y miembro de la Academia de Estrategia.