Bahía Blanca | Domingo, 07 de diciembre

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"Soy la mamá del más chiquito que murió"

"Soy la mamá del más chiquito que murió; se llamaba Sebastián y tenía cinco años", alcanzó a decir Rosa Barreiro ante Néstor Kirchner, aferrándole una mano. La mujer, tras mucho forcejeo, había logrado apostarse frente al palco central. Para oírla, el presidente, visiblemente conmovido, inclinó la mitad de su espigado 1,87 metros por sobre la baranda.


 "Soy la mamá del más chiquito que murió; se llamaba Sebastián y tenía cinco años", alcanzó a decir Rosa Barreiro ante Néstor Kirchner, aferrándole una mano. La mujer, tras mucho forcejeo, había logrado apostarse frente al palco central.


 Para oírla, el presidente, visiblemente conmovido, inclinó la mitad de su espigado 1,87 metros por sobre la baranda.


 "No se preocupe, algunos dolores de cabeza tengo por decir lo que pienso; eso seguirá así", garantizó, con los ojos enrojecidos.


 Nunca antes el dolor y la bronca habían dejado colar algo de esperanza durante un acto por el aniversario del segundo y más cruento atentado del terrorismo internacional que sufrió el país.


 A las 9.53, Kirchner y la primera dama --vestida de negro y con anteojos del mismo tono-- escucharon la frase que, cada año, abre el recuerdo: "En este instante, hace nueve años asesinaron a nuestros padres, a nuestros hijos". A la sirena, siguió el minuto de silencio.


 Serio, prestó oídos a los discursos, hasta que no pudo evitar, en el último, una irónica sonrisa ante el sarcasmo con que Sergio Burstein --familiar de una de las víctimas-- aludía al ex presidente Menem.


 Después de las alocuciones, llegó el final no previsto por la custodia, el que muy pocos esperaban después de años de ausencias oficiales. "Presidente, ayúdenos", "díganos unas palabras", gritaba la gente, que se resistía a desalojar la calle Pasteur al 600.


 Kirchner firmaba autógrafos, guardaba en el bolsillo de su saco cuanto papelito le alcanzaban, saludaba y estrechaba manos.


 A Sofía Guterman, madre de una joven muerta en el ataque, la reconoció entre la multitud: es una de las más activas críticas de la causa.


 "Ayúdenos, por favor", clamaba mientras le pedía que pronunciara un discurso. "Antes, yo venía a este acto de aquel lado, como usted, ahora estoy acá, yo voy a hablar por los hechos y estaré, otra vez acá, el año que viene", pronosticó.


 La custodia se desesperaba por desalojar el palco y preservar el físico del presidente, que, sin inmutarse, seguía hablando con la gente. Después de casi una hora y otra vez entre aplausos y abrazos, Kirchner pudo caminar media cuadra hasta el edificio reconstruido y dar una breve conferencia de prensa.


 Tras ratificar que la causa AMIA es una vergüenza nacional y contestar cuatro preguntas, dejó la mutual judía, volvió a responder saludos callejeros y, mucho más tarde de lo previsto, partió en el primero de los nueve autos de su comitiva.