El superávit es la clave del acuerdo
Todos los indicios muestran que el nuevo acuerdo con el FMI está mucho más cerca de lo que se hubiese esperado hace apenas un par de meses. El número dos del Tesoro estadunidense, John Taylor, se mostró confiado en que se llegará a tiempo, esto es antes de septiembre, para llegar a un nuevo entendimiento. Y en el mismo sentido se manifestó el ministro de Economía, Roberto Lavagna, que espera refinanciar automáticamente el vencimiento de 3.200 millones que se avecina con el organismo el 9 de septiembre.
Los temas estructurales que se incluirán en el nuevo programa incluyen cuestiones ya muy conocidas: reestructuración de la deuda, nuevo pacto fiscal, reforma impositiva y readecuación gradual de tarifas. Sobre estas cuestiones ya está trabajando en forma permanente, y continuarán hasta la tercera semana de agosto, un grupo de técnicos del Fondo en distintas áreas del ministerio de Economía y el Banco Central.
Pero la cuestión más espinosa para cerrar el acuerdo pasa por el nivel de superávit fiscal que comprometerá el gobierno argentino para los próximos tres años de gestión. "Este año comprometimos, y cumplimos, con un superávit de 2,5% del PBI. Es el nivel más alto de los últimos veinte años y difícilmente podamos superar este nivel", observaron desde el Palacio de Hacienda.
Claro que el FMI está cambiando su cara, pero su esencia es la misma. Por eso continúa reclamando un mayor esfuerzo fiscal. Concretamente, los técnicos del organismo consideran que el gobierno debería estirar la cifra de superávit hasta 4%, niveles similares a los que maneja Brasil.
Será la gran discusión de las próximas semanas. A mayor superávit y perspectivas más altas de crecimiento, menor será la quita que deberían soportar los acreedores que quieren volver a cobrar.
La razón de ser del superávit es, justamente, aplicarlo al pago de los intereses de la deuda. La posición del equipo económico es distinta: quieren que los fondos sirvan para darle impulso a una economía que a menos de un año del inicio de la recuperación está mostrando signos de cansancio.
Las discusiones, por lo tanto, girarán en torno al esfuerzo en materia de recaudación que está dispuesto a hacer el gobierno para aumentar los ingresos. Existe un factor que juega en contra: la inflación, las retenciones y la negativa a avanzar con el ajuste por inflación jugaron a favor para las cuentas del 2002 y la primera parte del 2003, pero ya no tendrán el mismo efecto positivo de ahora en más.
Desde el punto de vista político, el presidente de la Nación, Néstor Kirchner, trabajó en Europa para conseguir el respaldo de los principales países que participan en el directorio del organismo: Gran Bretaña, Alemania y Francia. Obtuvo en las distintas reuniones de esta gira gestos de apoyo fundamentales que allanen el camino a un nuevo programa de tres años de plazo.
El santacruceño aprendió la lección de lo ocurrido a Eduardo Duhalde cuando viajó a Europa el año pasado, cuando se animó a plantear la posibilidad de seguir sin el paraguas del FMI. Kirchner no ahorró críticas por la actuación del organismo durante los 90 y su responsabilidad por la crisis argentina, pero en ningún momento puso en duda la necesidad de establecer un programa de largo plazo, aunque repitiendo que es preciso establecer condiciones benignas que permitan al país continuar creciendo.
En paralelo, también se buscará acelerar la renegociación de la deuda, otro de los pilares del acuerdo. El secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen, emprenderá la semana próxima una nueva gira por Europa y Japón. El objetivo será sondear los límites de la quita de capital que estarán dispuestos a aceptar los acreedores en la reestructuración. Un enorme desafío que definirá si la Argentina podrá reinsertarse en el mundo o, por el contrario, continúa aislado más tiempo.
Pablo Wende/"La Nueva Provincia"