¿Dónde podría golpear Al Qaeda?
Los atentados en Marruecos, en esa mítica ciudad cinematográfica llamada Casablanca, tienen una perspectiva, un encuadre y un pathos particulares. Los atentados de Marruecos han sido básicamente antijudíos --5.000 de ellos viven con absoluta normalidad en el reino de Marruecos y hasta ahora estaban más seguros que en los propios territorios--. Pero esa perspectiva nítidamente tranquilizadora ha terminado.
Los atentados, pulcramente sincronizados, tuvieron como blanco el café judío, la biblioteca, las sedes diplomáticas, todos elementos bastante claros en la selección de los blancos y que, paradójicamente, ponen de relieve el carácter inevitablemente lumpen de los ejecutores. Lumpen porque ignoraban que era sábado y ese sábado no había judíos en las calles marroquíes y, por lo tanto, los muertos fueron musulmanes marroquíes, despedazados por bombas y granadas de fragmentación dirigidas contra judíos que se encontraban encerrados, recoletamente, en sus casas. Sábado, día de reflexión y de retiro.
Los atentados en Marruecos fueron perpetrados por el grupo de chicos de esas especies de villas miseria que se encuentran en la periferia de las ciudades del país. Es un grupo llamado Assirat Moustaqnien, constituido por jóvenes semianalfabetos que han logrado su formación contracultural contra Occidente en el Islam, que no sólo los ha alfabetizado. Los ha enfilado contra los blancos occidentales, proporcionándoles los rudimentos de una cultura fuerte, violenta, verdadero artefacto contracultural del imperialismo europeo y ahora americano, al que visualizan como al enemigo, infinitamente prolongado mediante una genealogía histórica en el tiempo, inevitablemente cimentada en las Cruzadas.
Un hecho llama la atención, sin embargo: esos jóvenes carecen de la experiencia militar, del saber hacer, de la devoción a la eficiencia militar que demuestra el terrorismo bien entrenado. Esto hace presumir que su entrenamiento básico no se hizo en Casablanca, sino probablemente en algún país árabe vacío y de difícil control, y uno no puede dejar de pensar en el Sudán, dominado por el desierto, o en la propia Jordania.
Ocurre que si reflexionamos con un criterio ahorrativo y descartando hipótesis mágicas, la necesaria pulcritud, la pureza casi administrativa y hasta el anonimato del lanzamiento de bombas descartan que el entrenamiento se haya hecho en Marruecos. Todo hace pensar, entonces, que otros países árabes están funcionando como escuelitas. De ahí a pensar que Al Qaeda no se encuentra muy lejos es un simple ejercicio de lógica antiterrorista bastante codificada. Casi de manual.
En Chechenia, que acaba de rechazar la paz y la amnistía rusa de la misma forma en que los kurdos hicieron el mismo rechazo a Saddam Hussein en 1981 --y tal vez con la misma lógica de riesgosa apuesta hacia el futuro--, está claro que se vive en una situación diferente. Una situación militar previamente establecida, donde la normalidad está hecha de tanques, municiones y bombas que conforman un paisaje de cotidianeidad, en el cual ya no se puede hablar de mercado negro sino, simplemente, de mercado libre.
Pero lo novedoso en Chechenia es lo metodológico y sin demasiadas teorizaciones intelectuales. Por algún motivo de aprovechamiento del recurso humano, la guerrilla ha resuelto combinar los atentados suicidas mediante el uso de mujeres. Esto tiene un efecto paralizante sobre la tropa y un efecto de martirologio multiplicador dentro de la sociedad islámica local. Sería el equivalente, pero en un plano superior, de la Intifada desarrollada por adolescentes o niños en los territorios ocupados. También se sabe que los grupos chechenos están por el momento divididos, lo cual hace pensar como un curso de acción razonable la multiplicación en espejos esmerilados de este tipo de atentados, para galvanizar el frente interno y unificar a los grupos bajo un comando centralizado.
Finalmente, debemos considerar las amenazas de Al-Zawhuiri contra Noruega, que han sorprendido, pero luego se ha podido establecer que allí reside el mullah Krekar, quien se encuentra detenido con un pedido de expulsión por haber desarrollado operaciones de proselitismo en territorio sueco. No se puede dejar de notar, tampoco, la cercanía con el Báltico y, por ende, una forma sutil de desarrollar operaciones sobre Rusia a partir de la situación de paz que existe en los territorios de la liga hanseática. Y todo esto refuerza la convicción de que, efectivamente, Chechenia es el frente de resistencia oculto del golfo Pérsico.
Conviene anticipar el demonio que desvela a todos los servicios de inteligencia occidentales. ¿Cuál será la próxima operación de Al Qaeda que conjugue la capacidad mortífera y el nivel de acción sociológica disuasivo que provocaron los atentados del 11 de septiembre?
Probablemente, la respuesta se encuentre más en la cultura clásica que en la metodología militar. Quizás de este lado del espejo no hemos logrado analizar los elementos positivos y los inesperados efectos no deseados de la aterradora y, a la vez, extraordinariamente sutil operación terrorista de las Torres Gemelas. Y ese efecto no deseado --por lo no buscado--es que, si bien el comando árabe buscaba la espectacularidad y la masacre, seguía razonando, pese a sus millones, en términos naturales, casi respiratorios, fuera del capitalismo. Y en ese aspecto la gran sorpresa para la gente de Al Qaeda fue que el ataque al símbolo del capitalismo había producido una pérdida capitalista real y que, además del inevitable giro hacia el estado policial autoprotector de la sociedad americana, como ya había sucedido décadas antes en pequeños países sudamericanos, se hacía necesario mensurar la pérdida económica concreta, además de las dos guerras subsecuentes: Afganistán e Irak.
Tal vez ello se deba a que la red había logrado calibrar el daño psicológico, de pérdida de prestigio --esencial para una cultura islámica--, pero no había medido en todas sus consecuencias el profundo impacto económico que puso en marcha la recesión posterior a los atentados, y la extrema vulnerabilidad que provocaría en el sistema de las transacciones mundiales.
Si esto es así, en términos de lógica pura, el próximo atentado que debe preocuparnos es aquel que conjugue la espectacularidad con la posibilidad de amplificar el daño económico en términos razonablemente iguales al atentado contra las Torres Gemelas.
Los otros atentados, incluso aquellos que acompañaran a la poco creíble hoja de ruta, son meros accidentes de tránsito. Un precio algo melancólico que en términos de racionalidad podemos aceptar y pagar.
Para poder seguir apostando.
Edgardo Arrivillaga es director y editor de la revista digital "Harrymagazine".