Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Hugo Schaposchnik se dará el gusto: "Sabía que en algún momento iba a tener otra oportunidad"

Coqui aceptó la invitación de la familia Soto y volverá a acelerar tras más de 18 años. Y cuidado si se muestra competitivo, porque ya recibió una oferta. 

Fotos: Emmanuel Briane y Archivo- La Nueva.

Por Tomás Arribas / tarribas@lanueva.com

   Su estilo y personalidad, dentro y fuera de pista, le permitieron dejar una huella imborrable y marcar una era en la categoría. En su caso, como el de tantos en la historia, no fue necesario colgarse la corona del campeonato para tal propósito.

   La oportuna convocatoria del Club Midgistas del Sur para esta tarde/noche posibilitará la vuelta competitiva de Hugo Miguel Schaposchnik, “Coqui” para los memoriosos seguidores y fanáticos de la actividad mecánica.

   No han sido pocas las ocasiones que el subcampeón de la temporada 1990/91 amagó con el regreso al derrape (“el año que viene vuelvo”, supo decir durante varios años), pero recién ahora se alinearon los planetas para poder saldar esa deuda. ¿Solo para esta ocasión?

   “La idea es dar unas vueltas, ver qué pasa y cómo me siento arriba del auto. En las pocas vueltas que di en el salitral me encontré con un auto súper cómodo, confiable y dócil, por sobre todo”, contó Coqui, quien tripulará la unidad del debutante Alejo Duelle, atendida en el taller de los hermanos Saldamando, tras la invitación de la familia Soto. 

   “Existe la posibilidad de un traslado con la misma empresa y volver a radicarme en la ciudad. Si andamos bien el viernes (por hoy) veremos si se puede concretar algo. Más de una vez estuve ahí de volver, pero por falta de tiempo siempre se me hizo imposible”, agregó Schaposchnik, desde años radicado también en Neuquén por trabajo.

   Marzo de 2004, última acelerada de Coqui dentro del Héctor Evaristo Plano, escenario que lo vio pintar el N°7 como mejor resultado (Estival 2001/02).

   Tras aquel abrupto retiro, luego de culminar 37° en el campeonato, el piloto bahiense, cuyo debut en la especialidad se produjo en 1987 en Tiro Federal, nunca más volvió a experimentar la sensación del derrape controlado en un circuito.

   —¿Qué te pareció este auto en relación al último que manejaste?

   —Son cosas totalmente distintas, especialmente en la distribución de los pesos en la suspensión. Este auto te copia y corrige el tránsito si tenés ondulaciones o agarrás un pozo. Lo sentí mucho más dócil de lo que yo supe maneja la última vez. Si bien el último chasis que corrí me lo atendía Fernando (Saldamando), esto es otro Midget. Me dejó asombrado lo fácil que es de manejar.

   “Y ni hablar de la tremenda potencia que tiene, tanto la aceleración como doblando. A la hora de derrapar casi no necesitás volantear, que el auto se va cruza casi solo. Tiene otras cosas que yo no las sabía y que Fernando me explicó. Puede hacer de todo un auto así”, expresó sorprendido.

   —¿Te imaginaste cómo será la vuelta?

   —No sé qué pasará. Solo te digo que tengo unas ganas bárbaras de subirme y que quiero ver dónde estoy parado. Sé que hace 18 años que no corro una carrera y que probablemente no esté al ritmo de los que compiten. O tal vez sí, no lo sé. Veré en pista qué se puede hacer. Lo que más deseo es que podamos brindar buen espectáculo.

   “Uno de acelerar y manejar no se olvida. Pero hay pilotos que están permanentemente arriba del auto, probando y corriendo. Y mi realidad es que hace décadas que no giro. En el salitral di unas vueltas y me sentí muy cómodo, pero eso no es parámetro”, aclaró.

   —¿Cuánto esperaste este momento?

   —Desde que me bajé no veía la hora de volver a subirme. Pero yo íntimamente sabía que iba a tener otra oportunidad en algún momento. Quisiera cerrar la etapa volviendo a correr y afrontando un campeonato. Me muero de ganas de hacerlo otra vez y mi familia me quiere ver.

   “Me quedé sorprendido de la cantidad de gente que me llamó y se alegró con este carrera. Hasta viejas publicidades que, en caso de embalarme, me ofrecieron su apoyo para encarar algo”, explicó.

   —Está claro qué pasa si andás bien...

   —Sí, me voy a motivar mucho y voy a encarar el regreso. Si me trasladan del trabajo a Bahía, que está encaminado, diría que es un hecho. Hasta ya tengo el apoyo publicitario para hacerlo. Y no hay mucho que pensar, iría al taller de Fernando y armaría un auto. Tengo una amistad muy grande con él, su padre y Martín. Y esa amistad vale más que un montón de cosas.

   “La idea es ir para adelante pero no hacer locuras. Quiero acelerar, obviamente, pero pensando en divertirme y haciendo lo mejor que pueda. El auto es de primera, lo probé para comprobarlo y ver cómo me sentía. Sé que girando le agarraré la mano y andaré rápido. Creo que la experiencia siempre, en mayor o menor medida, se hace notar. Hay que ver cuánto”, apuntó Schaposchnik, ganador de 10 finales veraniegas.

Aguerrido, veloz y carismático

   De una u otra manera, Coqui siempre logró llamar la atención en cada acelerada. Ya sea por triunfos, altercados o accidentes. Ese rubro, lamentablemente, lo tuvo alquilado durante mucho tiempo y con violentísimos episodios.

   El temperamento y carisma causó que muchos se vean reflejados e identificados con Coqui, quien poco tiempo tardó en explotar conductivamente (triunfó en su segundo campeonato), siendo uno de los principales exponentes de la joven camada de aquella época.

   “Creo que el cariño de la gente en este momento responde a que hicimos las cosas bastante bien en esos años. Era una época que despertaba amor u odio entre nosotros, no había término medio. Pero en mi caso siempre mantuve el mismo perfil y fui fiel a mis convicciones”, explicó Hugo.

   “Fui muy aguerrido en pista, pero creo que todos lo éramos en esa aquella época. Y con los años como que no quedó otra que ir cambiando de estilo y bajar un poco las revoluciones. No me gustaba que me peguen donde me podían lastimar, y viceversa. En ese sentido creo que teníamos bastantes códigos, aunque nunca faltaban los roces”, detalló.

Coqui, con las secuelas de su terrible accidente en 1996 en Dublin.

 

   —¿El cuerpo te pasa factura a esta altura?

   —¡Uffff, ni te cuento! Cuando te levantás a la mañana te duele todo. Los golpes se sienten en todos lados, el cuerpo me pasa factura a cada rato. A ver, laburo, juego a la pelota y demás, no tengo problema. Pero los golpes se sienten. Creo que el peor accidente fue el de Dublin (NdR: séptima fecha del Estival 1996/97), aunque el de Tiro, cuando me fracturé el huesito dulce, también fue bravo.

   —¿Qué significa el Midget en tu vida?

   —El Midget fue lo que me enseñó a creer en la gente y a tener una conducta; me permitió hacer muchísimos amigos y ser alguien en la vida. Aunque haya sido subcampeón creo que me gané el respeto de la categoría y del público. Me dio muchísimo, realmente. Hoy me encantaría tener a mi padre al lado viéndome correr otra vez. Antes de fallecer, me había prometido que íbamos a armar el auto otra vez. No lo tengo a él ni a mi madre, pero sí estarán mis hijos y mi nieta, que nunca me vieron correr.