Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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“Impuesto a la riqueza”

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   Salvo honrosas excepciones, los discursos redistributivos y solidarios de los representantes del sector público apuntan siempre a los recursos de los privados. También es un hecho que cada nuevo “aporte por única vez” en Argentina se ha eternizado en un impuesto. Ganancias fue creado en 1932 por dos años en virtud de una crisis y ahí sigue indemne y expansivo; lo mismo ocurrió con el llamado “impuesto al cheque” y demás. Otro hecho es que la necesidad de fondos para financiar a un Estado excesivo como el argentino, --el verdadero problema de fondo-- no va a desaparecer ni durante 2021 ni en los años por venir; más bien, a la luz de la historia, tenderá a profundizarse. Y un último hecho para apuntar es que no hay nada que cause más temor para cualquier inversor, empresario o productor que los aportes repentinos y las reglas de juego cambiantes.

   Ahora bien, ¿bastan estos argumentos, por reales que sean, para contradecir la idea de que es justo que quienes más tienen hagan un esfuerzo mayor para ayudar a campear una crisis económica y social casi sin precedentes? A la sombra del profundo drama que viven millones de argentinos, es claro que tal esfuerzo extra es lógico y moralmente deseable. De hecho da la sensación de que, a largo plazo, un sistema tributario justo debería ir en ese sentido, que paguen más quienes más tienen aunque, claro, no solo sumando impuestos a la riqueza, sino también quitándolos al consumo y el trabajo.