Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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La supremacía de la sumisión

"La sumisión de diversas capas de la población los lleva a vivir en una pobreza vergonzosa y extrema en lugares donde carecen de las mínimas condiciones de subsistencia". Escribe Ernesto Tolcachier.

   La actualidad me ofrece ejemplos de un accionar extraño a nuestras tradiciones, donde un sector de la población se  muestra indiferente a  la propagación de un dogma anacrónico e imbécil  para apoyar un intento de democracia apóstrofe y feudal. Cada tanto  afloran materiales que contradicen abiertamente el Art. 14 de la Constitución en cuanto a que garantiza a todos los habitantes “usar y disponer de de su propiedad”, y el 17, que proclama que “la propiedad es inviolable”. 

   Alberdi escribió una y otra vez que había que estar en guardia de la reglamentación de derechos que podían alterar su espíritu. En esa línea argumental escribió en su Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853 que “no bastaba reconocer la propiedad como derecho inviolable: ella puede ser respetada en su principio, y desconocida y atacada en lo que tiene de mas precioso en el uso y disponibilidad de sus ventajas". 

   Creo que ha llegado el momento de oponerse a la arrogancia, la soberbia y el espíritu confrontativo  por el cual  este gobierno utiliza métodos antirrepublicanos.
La sumisión de diversas capas de la población los lleva a la resignación de vivir en la pobreza vergonzosa y extrema en lugares de carencias de mínimas condiciones de subsistencia y con el auxilio de planes insuficientes de salud y alimentos, sin los servicios necesarios de una vida saludable y digna. Condiciones de vida en servidumbre extrema de una capa de un 50% de la población sin posibilidad alguna de evasión por la supremacía de un sistema  anacrónico y demagógico. 

   Otras franjas de población, calificadas de clase media, han vista reducida esta condición a las de clase media baja y hasta clase baja, por el castigo y la pena de este método de infalible caída de su condición social. Estudiosos de esa  trayectoria son los que nos ilustran   retratados primero por Alexis de Tocqueville y luego por Friederich. Hayek, en su planificación económica de tipo colectivista, donde el Estado por medio de sus representantes puede actuar de una manera sectaria al servicio de un grupo de tendencia autoritaria o totalitaria: ambos nos ilustran sus  reflexiones como “caminos de servidumbre”. 

   La reflexión es advertirnos sobre la perdida de libertades, tan ligadas al sistema  propio  del Estado  en un país profundamente endogámico. La clase superior es asimismo tocada por la varita mágica del descenso social por los hábiles demagogos del poder estatal. Estos, en cambio son favorecidos como una nueva clase, con altos sueldos y privilegios gozando de un ascenso social sin precedentes. Bienes y propiedades en un exuberante crecimiento. Amparados por una política de impunidad a través de sus “colegas”, en esta coyuntura de extrema gravedad, estos hábiles demagogos constituyen  los intocables: favorecedores de las usurpaciones y de beneficios a delincuentes, son los que relativizan las penas y justas condenas. 

   Para terminar quiero recordar que nuestra arquitectura jurídica garantiza nuestra existencia bajo el sistema de nuestra Constitución, que consagra a favor de todos los habitantes los principios de libertad y propiedad como bases esenciales de legislación. Ello significa que el fin del Gobierno es la justicia que significa asegurar a cada hombre lo suyo.
Nuestra realidad es  la encrucijada actual y no queda  mas remedio que optar entre la justicia y la impunidad, entre la dignidad y la sumisión.

Ernesto Tolcachier es abogado. Vive en Bahía Blanca.