Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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La Semana Santa en Sevilla, el gran centro religioso de España

Largas filas de nazarenos, ecos de saetas y el paso de Cristo y la Virgen, en los días santos a orillas del Guadalquivir. Desfilan hermandades y cofradías.
La Semana Santa en Sevilla, el gran centro religioso de España. Turismo. La Nueva. Bahía Blanca

David Roldán

droldan@lanueva.com

“Todo aquí es ficticio, excepto el escenario. Nadie podría inventarse una ciudad como Sevilla”, ironizó el poeta sevillano Arturo Pérez Reverte, en la frase con la que inicia su novela “La piel del tambor”.

Es cierto. Nadie podría haber inventado esta ciudad andaluza de los naranjos y el aroma de azahares, que es una fiesta para los sentidos.

Una ciudad codiciada por todos, que la leyenda dice que fue fundada por Hércules y la historia la contradice, donde los musulmanes dejaron una huella que nadie supo borrar.

Nadie pudo con el trazado islámico y los jardines de los Reales Alcázares.

La historia dio vuelta la página en 1248, cuando la ciudad del eterno mito de Don Juan fue conquistada por el rey cristiano Fernando III, el Santo, que expulsó a los musulmanes, como ya lo había hecho en Córdoba y Jaén.

Nada presagiaba que esa ciudad rodeada de 7 kilómetros de murallas sería el escenario de la mayor fiesta cristiana de España y que su Semana Santa, este año del 9 al 16 de abril, sería declarada de Interés Turístico Internacional.

Sevilla comienza a vivir una semana de profundas devociones, con fieles que llegan desde todo el mundo a compartir el paso de más de sesenta cofradías, cuyas procesiones salen desde las estaciones de penitencia.

Todas desfilarán por la carrera oficial, en el orden y los horarios acordados con el Consejo General de Hermandades y Cofradías.

El sonido de las saetas, con temas religiosos del folklore andaluz, son coplas sin acompañamiento al mejor estilo del cante jondo flamenco, que se alzan sobre la ciudad. Son los fieles que cantan frente a las imágenes.

Entre nubes de incienso los nazarenos avanzan hacia la gran estación de penitencia de la Catedral, con su majestuosa Giralda, que fue el antiguo alminar de la mezquita almohade.

Visten túnicas que siguen las reglas de su hermandad; en las manos llevan un cirio o un farol, o una cruz apoyada en sus hombros, como lo hizo Cristo.

La historia de los hombres que llevan las imágenes sobre sus hombros fue cambiando con el tiempo, pero lo que no cambió es la forma en que protegen su cuello con una tela llamada costal, que casi siempre es de arpillera.

Cuando surgieron las cofradías las imágenes eran llevadas por los hermanos, pero luego lo hicieron hombres a los que no apreciaban y les pagaban poco. Los llamaban “los gallegos” porque casi todos venían de Galicia.

Esto comenzó a cambiar a principios del siglo XX, cuando Rafael Franco Luque diseño nuevas vestimentas para los costaleros, a la vez que les prohibió beber vino durante las procesiones. Pero no mejoró sus salarios.

En 1973 Salvador Dorado Vázquez “El Penitente”, sacó a las calles la primera cuadrilla de Hermanos Costaleros, llevando sobre sus hombros al Santo Cristo de la Buena Muerte, de la Hermandad de los Estudiantes.

Las hermandades se acompañan con bandas musicales de cornetas, tambores, trompetas y trombones, y otras de clarinetes y saxofones. Sólo las Hermandades del Silencio se acompañan con la música de capilla.

El trabajo de los orfebres, como Cayetano González, se destaca en la Virgen de la Concepción, de la Hermandad del Silencio, y el de Fernando Marmolejo Camargo en los ciriales de la Hermandad del Gran Poder y en el camarín de plata de la Virgen Macarena, la “Señora de Sevilla”.

Uno de los momentos más conmovedores se vive en la noche del Jueves Santo al Viernes Santo –-“La Madrugá”-– cuando todas las cofradías hacen estación ante el Monumento Eucarístico de la Catedral.

Allí se recuerda el juicio ante Poncio Pilatos, la flagelación y coronación de espinas, la condena a muerte de Jesús y su camino con la cruz hacia El Gólgota.

El sábado es de Gloria y otra vez la feligresía habrá transitado los días de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

Y el Domingo de Pascua será para el regocijo.