Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Un lodge de naturaleza en el segundo humedal más grande de Sudamérica

Rincón del Socorro está en la reserva Iberá, cerca de Colonia Pellegrini, en Corrientes. La vida en un santuario de vida silvestre y refugio de fauna.
Un lodge de naturaleza en el segundo humedal más grande de Sudamérica. Turismo. La Nueva. Bahía Blanca

Corina Canale / corinacanale@yahoo.com.ar

El día comienza temprano en la hostería Rincón del Socorro, en Corrientes, la antigua estancia que el Rey Carlos III le concedió en 1700 a la familia Cabral, que había donado las campanas para la Catedral provincial.

Entre mate y tortas fritas los guías cuentan cómo serán los paseos del día. Miran el cielo y sentencian que “pinta lindo”. En el monturero los peones ensillan los caballos.

Los jinetes atravesarán altos pastizales y las bicicletas rodarán por senderos colorados.

Otros partirán en los vehículos especiales para safaris, o navegarán por la Laguna Iberá, donde habita la rara anaconda amarilla.

Otro grupo disfrutará del paisaje y del canto de los pájaros en las galerías del viejo casco, una casona baja de clásico estilo español.

Muy cerca está la piscina, la matera y la huerta orgánica, donde crecen verduras y frutas, y el quincho para los asados con la carne de animales criados a libre pastoreo.

Se la llamó El Socorro porque en aquellos tiempos la estancia era uno de los pocos lugares de esa casi desierta región a la que se iba a pedir ayuda.

Se pedía socorro a los que allí criaban ganado y cultivaban arroz.

El lugar se abre hacia los humedales de los Esteros del Iberá, con un paisaje de malezales, palmeras caranday, pastizales de paja colorada, sabanas y montes de espinas.

Durante años la hostería fue manejada por Leslie y Valeria Cook, un inmigrante escocés, quienes la moldearon como un lodge de naturaleza.

Pero otra etapa comenzó cuando la compró el filántropo y conservacionista estadounidense Douglas Tompkins, quien creó allí la Reserva Natural Iberá.

El objetivo de Douglas, que murió en 2015 en un accidente en Chile, era seguir comprando tierras y crear el parque nacional más grande del país, para reintroducir la fauna local perdida por el avance de la ganadería, la deforestación y la caza.

Eso lo está haciendo Conservation Land Trust Argentina (CLT), fundada por Tompkins en 1992 para administrar tierras y recuperar la vida silvestre en el Iberá.

Años después la CLT creó el Centro Iberá, que forma a líderes en restauración y manejo de Áreas Silvestres. Desde entonces adquirió, conservó y restauró unas 600.000 hectáreas y lideró la creación, donación y ampliación de 5 Parques Nacionales en Argentina y Chile.

Actualmente en la reserva se desarrolla el Proyecto Iberá de reintroducción de fauna, en especial de venados de las pampas, osos hormigueros, tapires y pecaríes de collar.

Mientras, Paraguay lo cedió a “préstamos reproductivo” por un año. No se entiende por qué el Complejo Ecológico Municipal de Sáenz Peña, en Chaco, se niega a aportar la hembra que se le pide para este programa de cría.

La historia del oso “Poncho” comenzó en el Impenetrable chaqueño, cuando Fabián y su hermana Mónica vieron un bulto a la vera de la ruta. Era una cría de oso hormiguero y pensando que la madre andaría cerca se fueron. Los monos carayá, yacarés, zorros, vizcachas, guazunchos y aguara guazú ya habitan en la reserva.

La llegada en enero de este año de Chiqui, un yaguareté macho, originario de las nacientes del río Paraguay, es la gran esperanza del proyecto.

Esa noche fue muy fría y Fabián, siguiendo un repentino impulso, regresó al camino y encontró al oso casi inmóvil. Lo llevó a su casa, donde lo abrigaron, y luego de una hora, al escuchar un ronquido, lo alimentaron.

De día y de noche, cada cuatro horas, Mónica cumplía con esa tarea.

Los días pasaron, el oso crecía y ellos no sabían qué hacer con él.

Enviaron mails a instituciones de conservación de fauna, pero sólo la gente de Proyecto Iberá les respondió.

Los asesoraron sobre cómo seguir alimentándolo, mientras gestionaban su traslado a El Socorro, el refugio al que llegó con el poncho que le tejió Mónica y que es el origen de su nombre.