Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Danza de pareja

Nina desde pequeña tuvo dos claros objetivos: triunfar en el ballet y encontrar el partenaire. Sujeta a una barra, transcurrían años hasta lograr alzarse sobre las puntas de sus pies, luego lograría dar giros y saltos, su delgado cuerpo parecía vencer la gravedad, su figura evanescente colmaba escenarios. El gran “pas de deux”, baile a dúo que arranca aplausos y lágrimas entre los fanáticos, no es sencillo, involucra un partenaire con habilidad para resolver problemas de coordinación, peso y equilibrio, tarea compartida por quien asume el rol de pareja responsable.

El lago de los cisnes, El Corsario, El Cascanueces, Giselle, La Bella Durmiente, Don Quijote, Romeo y Julieta, se inmortalizan por esas interpretaciones en las que dos eximios bailarines conjugan talento, capacidad, respeto mutuo y se lanzan apasionadamente a un escenario.

¿El amor es como un ballet? ¿Qué sucede cuando se abre el telón y la danza pareciera no fluir?

Danzar junto a otro y consolidar un vínculo tiene sus semejanzas y una serie de pasos a ejecutar como en un ballet. Decidir emprender un camino junto a otro conlleva estar preparado, y así como en un momento se abandona la barra en la cual los principiantes se sostienen, la separación emocional de la familia de origen es condición sine qua non para construir un vínculo.

Una coreografía conjuga movimiento, ritmo, estilo, expresión y obviamente espacio, una relación funcional deben conjugar también los componentes inherentes a la misma; triangular compromiso, intimidad y pasión potencian y consolidan una construcción de pareja plena.

El compromiso es el escenario en el que se pueden expresar diferencias, conflictos, enojos, necesidades y deseos, es el lugar de la comprensión, en el que fluye la comunicación, el cuidado mutuo, las risas y también las preocupaciones y las lágrimas. La intimidad, evita el aburrimiento, el aislamiento, involucra el conocimiento individual, tal vez como quien baila y ensaya solo frente al espejo, para poder entregar-se y compartir, descubriendo y conociendo a priori sus gustos y preferencias para expresarlas al partenaire en el momento preciso.

Observar una obra de arte es advertir que la pasión no puede estar ausente, admirar al otro, contemplarlo, conservando imágenes idealizadas combinándolas como una sucesión de pasos con la realidad, con cambios que imprime el paso del tiempo, sobrellavando la rutina como si fueran los ensayos agobiantes previos del estreno, garantizan una sexualidad placentera, rica; en la que la innovación , la imaginación, la fantasía y hasta el humor son medios extraordinarios para ejecutar una danza única.

Un gran pas de deux se ejecuta de a dos, seguramente en el acontecer cotidiano habrá momentos en que suenen los acordes y uno no tenga los mismos anhelos, las mismas ganas, tal vez parezcan descoordinados y el entendimiento disminuya; seguramente es momento de volver frente al espejo y ensayar solo, revisando la propia “técnica”, los deseos y las necesidades, probablemente también pueda ser agotamiento de innumerables “funciones” y exigencias, vale intentar un descanso y un masaje que relaje los músculos y las ideas.

Tal vez haya que ensayar otra obra, otro formato, sin dudas hay que examinar y examinarse, y si tras volver a la danza, los movimientos no fluyen, las miradas no se encuentran, la música suena más a llantos que a risas, los deseos y las ganas se extinguen como cuando las luces se apagan, seguramente es momento de no arrastrarse, sino tal cual lo hubiera hecho Nina de retirarse como toda primera bailarina “en puntas de pie y con la mirada en alto”.