Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Proteger a la Mona Lisa

Decir París es evocar la noche del viernes 13, cuando un nuevo atentado terrorista conmocionó al mundo, sin dudas un conflicto sumamente complejo.

Sin restarle importancia a semejante barbarie, permítanme decir París y pensar también en la belleza y la magia de la capital de Francia; el destino turístico más visitado de Europa pareciera estar diseñado y concebido para que el viajero se maraville y siempre quiera volver.

Decir París significa la avenida de los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo, el mítico Moulin Rouge, la majestuosidad de la torre Eiffel, la Catedral de Notre Dame, barrios pintorescos, bares, el sabor de sus vinos, quesos y la tradicional croissant.

Decir París es comprender su magnitud cultural y artística, donde nacieron y forjaron carreras personalidades destacadas como Voltaire, Monet, Descartes, entre otros, y evocar también a Julio Cortázar.

Decir París es asociar el museo del Louvre, inaugurado a fines del siglo XVIII; es el más visitado del mundo y cuenta con el cuadro considerado más famoso de la historia: la Gioconda. Conocido también como la Mona Lisa, la protagonista era una dama Fiorentina casada con Francesco del Giocondo, quien le encargó a Leonardo Da Vinci el retrato.

El cuadro de la mujer que no posee cejas ni pestañas, cuya expresión es una combinación de felicidad, disgusto, miedo y enojo, nunca ha sido tasado, y si así lo fuera sería la obra más cara de la historia del arte; por tal motivo, porque su valor es incalculable, las autoridades del museo, tras ser robada y recuperada más tarde y tras sufrir distintos atentados, optaron por invertir en su protección.

Queridos lectores, evocar París no tiene por objetivo desarrollar un tema turístico sino reflexionar sobre el valor que tiene la vida, la de todos.

La vida se asemeja al cuadro de la Mona Lisa, mezcla de expresiones, es imposible fijarle precio, aunque compañías de seguros ofrecen pólizas. Ante la pérdida, la retribución no se condice con el valor ni con el dolor, pues la vida es única. Basta analizar códigos genéticos para advertir que somos irrepetibles.

Cada quien es original y, si bien nadie escapa a la finitud, la humanidad trasciende y todos estamos invitados a dejar nuestro sello; cada generación, cada vida tiene la posibilidad de hacer su aporte a la sociedad, al mundo. Hay quienes empeoran el escenario, otros que pasan casi sin darse cuenta, y hay seres que hacen de su vida una obra tal que enriquecen a otros. Son vidas que se convierten en inmortales.

Decir París es mencionar también una palabra de origen francés: “ballotage”, para nosotros es balotaje o segunda vuelta, y es el momento de elegir un presidente para los próximos 4 años. Una vez más tenemos la posibilidad de ejercitar la libertad, y si bien el voto es secreto, la responsabilidad de la acción es intransferible, como la vida.

Decir París es también evocar a El Principito y su frase “es tan misterioso el país de las lágrimas”, porque el dolor es parte de la vida, a veces insoportablemente real. Hoy nuestros sueños y proyectos serán depositados en un candidato. Es mi deseo que quien gane comprenda que tendrá la tarea de cuidar y promover la vida de quienes habitamos este hermoso país; en la “era del descarte” se olvida que cada vida – cual Mona Lisa- posee valor infinito y, como tenemos el derecho a vivir para algo, para alguien y sin lágrimas, el ganador deberá abrir ese camino.